Capítulo 12

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La tormenta había cesado, el nuevo cuerpo se sentía liviano y dócil, la posesión había sido un éxito y lo comprobó en cada paso dado al salir de la cueva que lo ocultó por tanto, tanto tiempo. Sin embargo, sabia que aun era tan débil como el humano que había poseído, la energía utilizada debía ser usada correctamente, tanto así como una cantimplora de agua en medio del desierto, puesto que era su energía el pilar que lo separaba de la vida y la muerte, donde la única forma de rellenar esa "cantimplora" era cazando almas.

Cuando vio el cielo, se dio cuenta de que venia otra tormenta, estaba tan gris como los huesos de aquel mago negro afuera de la lúgubre cueva, mago que mató sin dudar aquel fatídico día en que lo habían traído al templo de su padre Kaitmio; no había olvidado su muerte, no había olvidado a su madre, no había olvidado su enorme odio por Gaia y la diosa Novus. Respiró; sus nuevos pulmones se llenaron de ese aire húmedo con olor a tierra mojada, moho y rocas del bosque, sencillamente le pareció asqueroso y nauseabundo.

De pronto un zorro salvaje salió de entre los árboles persiguiendo a un ratón, iba tan concentrado en su tarea que no se dio cuenta de que él estaba ahí, pero cuando se percato de que había perdido a su presa, pudo ver los ojos inyectados de materia oscura y su iris de intenso color purpura que declaraban su odio absoluto a la vida que le rodeaba, el inocente animal escucho como las entrañas del demonio hicieron un ruido extraño, ¿Tenia hambre?

El zorro se quedo paralizado mirando a ese ente oscuro, su instinto animal le indicaba desesperadamente que debía correr, pero el terror lo hizo meter su cola entre las patas y agachar sus largas orejas en gesto de inferioridad, tal y como los depredadores que alejaba su madre de la madriguera cuando era un cachorro.

Faier Wendigo se acercó a él, levantó su pie sobre la criatura indefensa y lo aplastó de lleno reventándole el cráneo junto a un chillido ahogado.

La mirada de demonio que heredó de su padre le permitía ver como el alma de la criatura salía en forma de ánima, semejante al fuego fatuo, una pequeña luz o llama humeante que adopta distintas coloraciones según el tipo de alma del "recipiente" como decía él. Estaba consiente de la responsabilidad de cuidar de su nuevo cuerpo mortal y débil, pero también debía satisfacer su necesidad demoníaca de alimentarse de las almas, y bueno; matar a ese zorro de esa manera le ayudaría a cumplir ambas. Extendió su mano hacia el ánima del animal, esta se sentía atraída por la mano del demonio, que la sentía pequeña y débil, ésta se consumía entre sus dedos sucios con tierra mojada hasta desparecer por completo, no le satisfizo en lo absoluto.

Mientras mordía y masticaba la carne cruda del animal con pelaje y todo, pudo escuchar una voz en su cabeza.

"No te saldrás con la tuya"

– Ya lo hice, y fue más fácil de lo que espere, Neo – respondió él con una sonrisa.

"Realmente no lo entiendes, no soy el mismo que poseíste en ese templo, puedo leer tus pensamientos, siento tu hambre, siento tu necesidad de poder y energía, y también puedo sentir tu sed de venganza, puedo leerte como a un libro abierto"

Faier se puso de pie, tenía toda la boca ensangrentada por la carne cruda, a pesar de no mostrar sus sentimientos bajo ninguna expresión en su cara, pudo manifestar su preocupación:

– De que estás hablando – respondió Faier.

"Así es, maldito demonio, ¿ahora tengo tu atención?...no me absorbiste como a ese zorro, lo que hiciste fue fusionar nuestras almas".

Faier pensaba con detenimiento el como pudo haber cometido ese garrafal error. "¿El libro que me encerró?" pensó

"No..." Respondió Neo en sus pensamientos.

Crónicas de Gaia: Libro PrimeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora