I

392 32 25
                                    

Error

Sin aquel descuido nefasto sino atinente, su verdad hubiera permanecido oculta hasta el final de sus días

Un rayo de sol entra atravesando la ventana del colegio, sin permiso, se esparce por toda la sala moviéndose como una solución en ebullición. El rayo recae sobre una cabeza agacha, apoyada sobre la mesa, despertando a un ser que hasta ahora había sido el único ausente a todo el escenario.

<<Tristán, Tristán...>>

Retumba en sus oídos. Lo intenta ignorar con lo poco de consciencia que le queda, bloqueando el sonido como si fuera el último esfuerzo antes de caer por fin en el sueño.

<<Tristán, despierta...>>

Vuelve a resonar ese sonido incomodando su mente. No lo escucha. Prefiere sentir su piel repantigada sobre la helada superficie del pupitre y la silla, sin verdadero ánimo de levantar la mirada. Lo que más le pesa es el calor del sol sobre su cabeza desnuda, entregada a la luz.

La profesora te está mirando... -susurra Alan, su compañero de asiento-. Despierta hueón -comienza a zarandearlo.

Luego de haber estado diez minutos dormido, comienza a analizar las palabras mientras su cuerpo se recompone lentamente del movimiento.

-¡TRISTÁN, DURMIENDO OTRA VEZ! -grita la profesora-. Quedan cinco minutos para que muestren sus avances y tú serás el primero -dice, severa.

No contesta. No le dice que en realidad lo que lo despertó fue el sol y no su voz. Levanta su cabeza y la mira con ojos semiabiertos. La baba le escurre por su barbilla.

-Di-disculpe profesora, no tengo ideas para escribir -responde mientras se limpia el mentón frente al inexpresivo rostro de su profesora.

Se escuchan las risas de sus compañeros y entre esas, la torpe risa de Alan.

-Bueno Tristán, lamentablemente ahora quedan cuatro minutos para que nos muestres tu avance. Tus compañeros están ansiosos de escucharte -se da la vuelta y lo anota en el pizarrón-. El próximo que no muestre interés, lo anoto.

Las risas cesan en un instante, la voz de la profesora restaura el ambiente hostil.

Es una señora bastante malhumorada. Su altura encorvada y sus extremidades largas y afiladas simulan el perfil de un velociraptor, que junto a cejas gruesas y ojos saltones intimidan a cualquiera. Su rutina consiste en retar alumnos, ojear el libro de clases, ojear algunos profesores por la ventana que da hacia el patio y comer barritas dietéticas buscando revertir su sobrepeso con la promesa de 0% grasa. Astuta para las letras, ilusa en sus interpretaciones.

Se escucha el tosco ruido del grafito inmiscuyéndose en el papel del cuaderno de cada estudiante.

-No te despertaré para la próxima -susurra Alan con advertencia-. No puedo concentrarme en la tarea y a la vez preocuparme por ti.

-Dormí poco anoche... -entre bostezos- lenguaje no es mi fuerte, si hay una materia donde muero, es esta.

-No es mi problema... ya vas varias clases haciendo lo mismo. Te tendrá en la mira lo que queda del año.

-Puedo soportarlo -dice Tristán con relajo. Mira su cuaderno en blanco. La luz aún le sigue dando directo en la cabeza. Se le viene a la mente una idea vaga, agarra su lápiz y la anota.

-Bueno, entonces búscate un nuevo compañero de asiento -concluye sin apartar su mirada de la hoja de cuaderno.

Tristán lo mira desafiante. No tiene muchos amigos en su curso y a decir verdad, tampoco los tiene afuera. Si no fuera por Aaron que se sienta en la esquina de la sala por mal comportamiento, sería el don nadie del salón. Tal vez lo sea.

MolterraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora