Natalia

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—¿Qué hace aquí una de las modelos del diseñador al que le saboteamos el desfile hace dos semanas? —le preguntó irritada Alba a Lucía. Su compañera de agrupación alzó los hombros en respuesta.

—Realmente no sé, Alba. Se me ha acercado en medio de la marcha para pedirme una reunión y la he invitado, aprovechando la oportunidad. Tienes que separar al diseñador de ella, parece maja. Además me da curiosidad lo que tenga para decirnos.

La rubia reflexionó sobre lo que había dicho su amiga y al cabo de unos segundos lanzó un suspiro de resignación. Lucía sonrió al darse cuenta de que las aguas ya se habían calmado. Volvieron a la mesa para luego sentarse en el suelo de la taberna japonesa y escuchar atentamente la conversación que estaban teniendo las demás.

Alba miraba de reojo a Natalia que se mostraba interesada en las palabras que estaba soltando una integrante del movimiento feminista de Madrid. No confiaba en ella, creía firmemente en que había asistido a la cena con segundas intenciones. Y, es que tenía motivos suficientes para pensar que la morena quería vengarse ya que, hacía dos semanas atrás, Alba junto con otras dos chicas, habían irrumpido en el desfile de uno de los diseñadores italianos más importantes, Dante Rossi. En aquel evento sortearon con habilidad a la seguridad y lograron colarse entre las personas de clase alta que miraban fijamente la pasarela. Luego se abrieron paso entre la multitud y saltaron al escenario. La modelo que estaba desfilando en ese momento se quedó petrificada al no comprender lo que estaba sucediendo. Ya arriba, las chicas se quitaron las camisetas para quedar con el torso descubierto. Sobre la desnudez se leían mensajes contra el machismo y las autoridades; ante el asombro y la indignación de los presentes, Alba gritó Desfiles como estos son las fiestas de una sociedad que alimenta los estereotipos destructivos. Abajo el patriarcado, abajo los estereotipos sociales y de género. Arriba el paro internacional de mujeres que haremos el 8 de marzo, ¡arriba el feminismo!, al finalizar levantó el puño y saltó de la pasarela seguida de sus compañeras. El corazón le latía tan rápido que pensó que le estaba dando un infarto. A un costado y más lejos las esperaban otras activistas para protegerlas de la seguridad y de los organizadores. Se había armado una pequeña trifulca que acabó con todas corriendo por la calle principal hasta escapar. Sin dudas habían hecho algo grande y ese pensamiento se confirmó cuando las cadenas televisivas más poderosas repetían en bucle el momento de la irrupción de las feministas en el desfile. Es que los medios de comunicación más conocidos habían cubierto ese acontecimiento y todos pusieron en la portada lo del reclamo, dejando en un segundo plano el desfile.

La rubia tragó saliva pausadamente antes de hablar.

—Natalia —Para su sorpresa, la voz le salió más áspera que de costumbre haciendo que todas voltearan a verla—, ¿qué quieres de nosotras? —La receptora de aquella pregunta carraspeó antes de clavar su mirada café en los grandes y espejados ojos de Alba. La expresión segura de la morena acaloró un poco a la periodista que esperaba la respuesta con un semblante prepotente.

—Bueno, primero, creo que deberías pedirme disculpas por haberme hecho pasar un mal momento cuando saboteaste mi pasada en el desfile de Dante. Yo solo estaba trabajando y me asusté mucho porque no entendía qué estaba pasando. ¿Acaso no recuerdas mi cara de terror? En segundo lugar, me gustaría sumarme al movimiento de Madrid. Creo que mi influencia en un ámbito al que no tienen demasiado acceso les puede servir.

Alba bufó y negó molesta. Esa chica era tan arrogante y le caía tan mal, pero nunca le negaría la entrada al grupo. Todos debemos conocer nuestros derechos, luchar por otros y deconstruirnos. Además el hecho de identificarse como mujeres las hacía hermanas, aunque le hubiera gustado que le cayera mejor.

—¿Quién dice que no tenemos aliados en el mundo de la moda? —replicó la rubia ofendida.

—Guapa, te recuerdo que saltaste a la pasarela después de pelearte con un par de guardaespaldas. Si hubieran tenido contactos podrían haberlo hecho de una forma más pacífica y el público, y la audiencia, se lo habrían tomado mejor.

—Claro, de forma pacífica mientras nos siguen matando. ¿En qué les afecta ver mis tetas y leer que caiga el patriarcado de mierda? Se enojan más por nuestra forma de reclamar que por los femicidios.

El ambiente cálido y perfumado por finas hierbas se había roto. Natalia decidió no contestar. Quizá porque pensó que la periodista estaba alterada y que no valía la pena discutir, o quizá porque se había quedado sin palabras ante la indignación de Alba. Se notaba que defendía sus ideales con todas sus fuerzas y eso podía se apabullante. Pero no para mí, pensó la modelo.

En ese instante se acercó a la mesa una entusiasmada Inés Jimm que borró su sonrisa cuando se encontró con miradas cortantes entre las comensales. Tosió y volvió a saludar al ver que Alba no la miraba. Cuando esta por fin se percató de que la instagramer esperaba a un lado de la mesa para ser presentada, se levantó y se puso a su lado, intentando dejar atrás la discusión de hacía un rato. Luego de la presentación y de que Inés agradeciera once veces la invitación, llamaron al camarero para realizar el pedido.

Entre los debates y las risas que habían vuelto a la mesa pasaron media hora comiendo. Inés estaba encajando sin ningún problema. Conversaba con todas y cuando se sentía curiosa sobre alguna cuestión preguntaba sin vergüenza. Alba estaba contenta con el recibimiento que le habían dado a Inés, salvo por el de Natalia, que había sido muy seco; pero el que realmente le importaba era el de sus compañeras, aunque Natalia pasaría a ser una de ellas a partir de esa noche.

—¿Por qué no comes, Natalia? —le cuestionó inocentemente Inés. Las demás estaban terminando sus platos mientras que Natalia solo había comido una cuarta parte del suyo. Se hizo un silencio incómodo del que la modelo se deshizo con ligereza.

—La verdad que no me ha gustado mi plato, ¿alguna lo quiere? —Inés lo lamentó por ella y le ofreció lo que quedaba del suyo, pero Natalia lo rechazó agradecida.

Desde un lado Alba miraba con curiosidad la interacción. Era verdad, Natalia no había comido casi nada y solo se dedicó a hacer tiempo moviendo de vez en cuando los alimentos. Seguramente estaba haciendo una de esas estrictas dietas a las que se someten las modelos. Qué dañino es tu mundo, Natalia. No te culpo por tu actitud de mierda si te han formado de esa manera, pensó la rubia.

Cuando terminaron de cenar se quedaron otro rato más hablando sobre los proyectos que tenían para lo que restaba del mes. Las activistas tendrían que organizar varias publicaciones de libros, escribir más de cincuenta artículos sobre lo que dejaron el paro y la marcha, entre otras cosas. Se pasaron los números para mantenerse en contacto antes de despedirse. Para el asombro de Natalia, Alba se disculpó antes de decirle adiós.

—¿Esas disculpas son por lo de hoy o por lo de hace dos semanas? —La morena lo había preguntado de forma divertida, algo que desestabilizó a Alba que la creía incapaz de hacer bromas y usar un tono de voz simpático.

—Por todo. No quiero espantarte. Mereces salir del desconocimiento y que te expliquen de buena manera todo lo que te dije de mala manera en la discusión de hoy. Ya tendremos tiempo para reparar nuestras primeras impresiones, ¿no? —soltó y se mordió el labio inferior para reprimir una sonrisa cordial. Y así sin más salieron del local, cada una con sus expectativas sobre el futuro que comenzaba a asomarse.

FEMINISTA  ♦ Albalia/AlbayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora