Capítulo 1: Síntomas.

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Seis meses después.


Vomité por tercera vez en la mañana de hoy, abracé mi abdomen en un intento de controlar las arcadas y bajé la palanca para hacer que el olor se vaya.

¿Estás segura de que no comiste nada que te cayera mal en el estómago?– habló Sam al otro lado de la línea–, ¿algún carrito de comida, un placer culpable?

–Ya te dije que todo lo que como...– no logré terminar debido a una arcada.

Que desagradable es escucharte vomitar– comentó– ¿Sabes?, creo que deberías ir al doctor, tienes dos días así.

–Todo lo que como es preparado por mi– completé la oración.

Estarás embarazada entonces– sugirió más en tono de broma, pero por alguna razón disparó una alarma dentro de mi cabeza.

–¿Podría ser posible?– murmuré con el ceño fruncido.

¿¡Disculpa!?– exclamó mi amiga–, tú no tienes... ¿cuándo fue la ultima vez que viste a Nathan?

Dudé en si debería responderle o no, casi podía sentir su mirada acusadora sobre mi.

–Hace un mes creo...– respondí pensativa–. ¡Demonios, sí lo hicimos esa tarde!

¡Jade!, ¿no se supone que solo eran amigos?

–¡Sí somos amigos!, solo que... estábamos embriagados, ni siquiera me acordaba de eso.

Por favor dime que usaron protección al menos y así podemos descartar el embarazo.

–No recuerdo– confesé con culpabilidad y pude escuchar claramente como mi amiga se golpeó la frente con su mano– ¡Lo siento!

–¡No lo sientas!, ¿y tus pastillas?

–Dejé se tomarlas hace meses.

–¡¿Por qué harías algo así?!

–¡Estoy soltera, pensé que no iba a necesitarlas!

–Quiero que vayas ahora mismo a una farmacia y compres un test de embarazo– indicó autoritariamente–, que sean dos para estar seguras.

Soy una idiota.

–Te llamaré cuando tenga los resultados– avisé y vomité de nuevo.

Sí, sí, estaré esperando– dijo y colgó.

Abrí la aplicación en mi celular que me permite comprar todo en línea y lo traen a mi puerta. No estaba en condiciones de salir a ningún lado. Ordené dos tests, pastillas y un suero para el malestar.

Me puse de pie lentamente y afinqué mis manos en el lavabo para sostenerme de pie, observé mi reflejo en el espejo. Mi rostro estaba un poco pálido, las bolsas debajo de mis ojos eran aterradoras y mi cabello no podría ser un mejor nido de ratas.

Cepillé mis dientes para deshacerme del mal sabor y hedor de mi aliento.

Al abrir la puerta vi a Pongo acostado a un lado, su cabeza se alzó y me miró sacando su lengua.

–Ojalá pudieras cocinar– balbuceé, arrastrando mis pies fuera de la habitación.

Me dirigí a la cocina para tomar agua y reponer fluidos. A ese paso estaba al borde de una deshidratación.

Los recuerdos del día en que tuvimos sexo estaban borrosos, sé que me invitó a su casa a cenar, bebimos y pasó. La mañana siguiente me fui de su departamento antes de que despertara y desde entonces lo he estado evitando. Resulta muy incómodo y vergonzoso para mi.

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