Capítulo 7: Instante.

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Seguí forcejeando con la cadena incluso cuando mi manos ardían y sangraba por el maltrato, estaba desesperada por salir de ahí. Me sentía cansada, enferma, angustiada, tenía sueño, calor y hambre. No tenía noción del tiempo pero calculé que habrían pasado al menos cuatro horas porque el sol comenzó a meterse marcando el atardecer.

–Jade deja eso, te estás haciendo daño– me dijo Nathan quien seguía tirado en la misma posición.

Me eché de espaldas en el colchón y comencé a patear la tubería al mismo tiempo que halaba la cadena con ambas manos.

–No hasta que haya intentado todo.

–Tienes un mes de embarazo, podrías hacerle daño al bebé– insistió y dejé de patear con frustración.

Que mal momento para estar embarazada. El tiempo no podía ser peor. Me senté y giré mi cuerpo hacia él.

–¿Cómo estás?– le pregunté.

–Bien– farfulló con los ojos cerrados.

Ha estado débil desde que Allan se fue, casi se quedaba dormido si no es por mi haciendo un escándalo con la cadena. Noté aflicción en su rostro, busqué rastros de sangre en su camisa, un agujero o algo incrustado. La verdad es que con la escasa iluminación no había mucho que pudiera hacer.

De repente escuché el mismo chirrido que cuando Allan se fue, achiné los ojos en un intento fallido de ver más allá. Sonó un 'clic' y los bombillos en el techo se encendieron.

–Tenías razón después de todo, ya salió en las noticia su desaparición– mencionó.

Se paró junto a Nathan y haló la silla por un lado para levantarlo. Entonces recuperó parcialmente la consciencia y miró a su alrededor, hizo una mueca de desagrado hacia Allan. Metió mi anillo en el bolsillo de su camisa y le dio unas palmadas en el hombro.

–Si nos dejas ir tal vez no te pongan una sentencia tan grave– dije–. Podrías alegar locura, inestabilidad emocional.

–No querida Jade, yo no estoy loco, yo solo quería recuperar lo que es mío y hacerte pagar antes por lo que me hiciste.

–El hecho de que te refieras a ella como un objeto dice mucho de tu estado mental– escupió Nathan débilmente y le propinó una serie de puñetazos al abdomen.

En respuesta tosió. Tosió hasta escupir sangre. Mi corazón se aceleró descontrolado.

–¡Lo vas a matar!– grité, quise empujarlo pero las cadenas no me permitían acercarme lo suficiente. Se hizo a un lado y pude ver el hilo de sangre que bajaba por su boca, que salpicó su camisa–. ¡Nathan, Nathan háblame!

–E-estoy... estoy bien– balbuceó y escupió a un lado. Más sangre.

–Tienes que dejar que se vaya, por favor– pedí de rodillas nuevamente–. Ha de tener una hemorragia interna, si no lo atienden podría morir.

–¡Pues bien! ¡Que se muera el maldito de una vez!

Se dirigió hacia mi, se agachó y agarró mi rostro con sus dedos manchados con la sangre de Nathan. Apreté mi mandíbula.

–Ya pensé en una venganza, sé que no tardarán en encontrarnos y los hombres que contraté para secuestrarlos se fueron con el dinero así que no van a ayudarme ya– dijo muy tranquilo. Mirándolo a los ojos no reconocí a la persona sentada frente a mi–. Mi idea principal era llevarte conmigo, empezaríamos una nueva vida juntos, como cuando estábamos casados, aunque con ese niño bastardo. Detalles. Pero cambié de opinión porque nunca van a dejar de perseguirnos si dejo vivo a Nate aquí para que le diga a la policía todo– hizo una pausa, pensativo–. Y aún si lo matara ahora, sabrían que te secuestré y tampoco nos dejarían vivir en paz. Entonces, me parece que nos quedaremos aquí hasta que una de dos cosas pasen. La primera: que la policía llegue y me arresten. La segunda: que veas a tu prometido morir, la policía llegue y me arresten.

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