Capítulo 2: Pasado no pisado.

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Los ladridos de Pongo hacia la puerta me advirtieron que alguien estaba del otro lado y poco después sonó el timbre, me levanté del mueble y me abracé a mi misma caminando lentamente hacia la puerta.

Mi corazón se alteró un poco al verlo parado frente a mi y sentí un extraño vacío en mi estómago.

–Pasa.

Me hice a un lado, cerré la puerta detrás de él. Mi perro lo recibió animado como cada vez que tienen la oportunidad de verse, su cola se agitaba y lamió la mejilla de Nathan.

Tomó asiento en la barra de la cocina mientras yo iba a servirme un vaso de agua. Mis manos temblaban y el vaso de plástico se me resbaló provocando un fuerte ruido.

Cálmate, no es como si fuera a agredirte o algo por el estilo.

–¿Necesitas ayuda?– inquirió y negué con la cabeza.

–¿Quieres tomar algo?

–No, gracias.

Repuse el líquido perdido, sequé el granito con un paño y me ubiqué en la silla a su lado. Me sujeté del mesón unos segundos desorientada.

–¿Te sientes bien?

–Sí, solo me mareé– respondí restándole importancia y bebí–. Dijiste que querías hablar, ¿qué pasó?

–Entonces vamos a pretender que nunca pasó– expuso y rasqué la zona posterior de mi oreja.

–No quiero hablar al respecto.

–Escucha, sé que para ti es incómodo, por eso has estado evitándome y lo entiendo. Pero no es mayor problema, no es como si fuera la primera vez que tenemos sexo– explicó sosegado, aparté la mirada al sentir el sonrojo en mis mejillas. Lo que faltaba–. Puedo fingir que nunca pasó si quieres, con tal que eso no afecte nuestra amistad.

Me gustaba como reducía exponencialmente lo que yo estaba convirtiendo en el mayor meollo del mundo. Sabía cómo calmar mis dudas y la ansiedad. En momentos así me preguntaba por qué no funcionó. Nos entendíamos tan bien.

–¿Recuerdas por casualidad si ese día usaste protección?– decidí preguntarle desviando el tema.

–No, creo que no lo hice– respondió con cierto desconcierto–. ¿Por qué?

Demonios.

Me puse de pie en dirección al cajón donde guardé los tests de embarazo.

–Hay algo que tienes que saber– le dije, regresé al mesón con las pruebas en mi mano.

Sus ojos azules bajaron a mi mano y subieron a mi rostro confundido.

–¿Es es lo que creo que es?

–Depende de qué creas que es.

–Jade, ¿puedo ver?– inquirió, los latidos de mi corazón se aceleraron de nuevo.

–Hay una posibilidad de que esté embarazada– confesé, entregándole ambos tests.

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