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El joven se puso de pie, lo sabía, tu te morías de miedo pero no dijiste nada, tampoco hiciste nada para proteger y salvar a tu madre, era algo que te perseguirá por siempre, la culpa nunca te abandonará, pero que podías hacer apenas eras una niña.

El joven se acercó al cuadro te veía y sus ojos reflejaban miedo, parecía un animalito asustado, se llevó un dedo a los labios diciéndote que te quedarás callada luego se fue del salón.

Estuviste un rato ahí en silencio, solo escuchabas tu corazón latir a mil por hora, de pronto un crujido te puso alerta, hacía calor, mucho calor, y humo se filtraba por debajo del cuadro, no aguantabas más tuviste que toser, alguien estaba cerca, escuchabas sus pasos, te arrepentiste de haberlo hecho, revelaste tu ubicación, los pasos se acercaron y con fuerza quitaron el marco de la pintura, cerraste tus ojos y pusiste tus manos en tu cabeza en modo de protección, pero unos brazos te rodearon con fuerza, intentaste gritar, abriste tus ojos e inmediatamente las lágrimas salieron, tu padre te veía y te abrazaba con fuerza, se veía mal, estaba desaliñado, un brazo le sangraba, había envejecido en unas cuantas horas, una lágrima recorría su mejilla. Te bajo al suelo y él se arrodilló para poder estar a tu altura.

-Isabel, mi amor, tienes que vivir, vive como sea, vive por nosotros, se libre, ve lo que nosotros tanto anhelamos, descubre la verdad sobre el rey, nunca estarás sola tu madre- tu padre vio a tu madre que yacía a su lado y entre lágrimas continuó- y yo no te abandonaremos, estaremos contigo aunque tu no puedas vernos.

Tu llorabas tu padre se estaba despidiendo y tu no podías hacer nada solo... solo llorar?

-hija mía, sobrevive, haste fuerte, yo te ayudaré- decía mientras sacaba de sus ropas una jeringa con un líquido azul- mi amor dame tu brazo, solo te dolerá un momento, con esto serás fuerte ya lo verás es lo único que puedo hacer por ti... por favor dame tu brazo cariño- decía ente lamentos tu padre no paraba de llorar.

Te dio miedo, a ti no te gustaban las inyecciones y dudaste, pero te habían enseñado a obedecer siempre a tus padres y ser orgullosa con los otros, levantaste tu brazo para déjalo al alcance de aquel hombre que amabas y en el que confiabas, lo doloroso no fue la aguja penetrando tu piel, lo verdaderamente doloroso era el líquido que se esparcía dentro de ti, te quemaba y parecía la picadura un millón de hormigas, el dolor era insoportable, perdiste el equilibrio por ello, y tu vista se nublo.

-Isabel, vive, vive, vive- decía tu padre que se te tenía en brazos.

Cuando un ruido muy conocido se escuchó, un disparo pensaste, tu padre te soltó caíste golpeándote fuerte contra el piso, algo viscoso y tibio te toco un líquido que provenía de tu padre, sangre, un hombre con escopeta te apuntaba, recordaste que se llamaba Arthur, el crujido se escuchó más fuerte y el segundo piso se desplomó encima de ti, eso era el fin, pero la vida había escuchado a tus padres y el joven llamado Albert te empujó para salvarte, callando escombros del segundo piso sobre aquellos dos hombre, tu veías que los escombros caían y tu casa te envolvía en llamas, esperarías la muerte ahí recostada en el suelo del gran salón donde alguna vez jugaste con tus padres, sentiste las gotas de lluvia, gírate tu cuerpo poniéndote boca arriba y viste el cielo estrellado donde el humo se alzaba, cerraste los ojos lentamente...

Por siempre y para siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora