Capítulo 16~ Sirena & Marinero.

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¿Era tan difícil el No conseguir esa mala popularidad? - se preguntaba Emma mientras que colocaba ambas manos en el lavabo del baño de damas, recargándose totalmente en él, sin querer salir a la luz pública de nuevo... Más o menos nunca. - ¿Por qué no puedo ser invisible? ¡Dios! 
- ¿Emma? - Anne entró entonces al baño, buscando a su mejor amiga. Una vez que la vio, tan vencida y desanimada, suspiró. - Tienes que salir del baño. 
- No. - replicó inmediatamente la castaña. - No saldré hasta que toquen el timbre de entrada a clases, y después me iré a casa. 
- ¿Así de fácil? - Anne se cruzó de brazos, y refunfuño dos veces continúas. - Emma tried, te ves Patética. 
- Me siento Patética. 
- Eres, Patética. 
Emma levantó entonces la mirada, y dio media vuelta, recargándose en el lavabo del baño. Miró a su mejor amiga, la cual no tenía cara de buen humor, y miró hacia el suelo mientras hacía repetidos mohines llenos de coraje y chiflasón. ¿Por qué le tenía que ocurrir todo a ella? ¿Por qué se tuvo que involucrar con Andrew Engreído Bennett? 
- ¿Hablaste con Andrew? - Emma negó con el cráneo. 
- Cuando estuve a punto de hacerlo, le llamaron de oficina. 
- Cuando hables con él, todo se mejorará. Te lo aseguro. - Emma miró a Anne pidiendo con todas las fuerzas de su ser que así fuera, y que de hecho, todo ese rumor fuera tan ligero como la pluma de un colibrí, y que sin problemas ni obstrucciones, se la llevara lejos, muy lejos el viento. 




Mientras que la pequeña Tried lidiaba con sus problemas existenciales, el Joven Andrew, el mismo Andrew arrogante de siempre, sentía como si se le cayera la quijada. Y es que, si ésta última no formara parte de su estructura ósea, lo más probable es que ya hubiera caído al suelo. No era para menos, al ver a aquel extraño y agrandado hombre otra vez, en la puerta de entrada a la oficina, mientras que la Directora de la Academia lo recibía con un cálido beso en la mejilla, casi como si fuera un honor. ¿Qué tiene de Valioso Ian Ducasse que todo mundo le parece importar? Se preguntó Andrew mientras que comenzaba a Hervir la sangre desde su esófago hasta su esternón. 
Era Ian, el mismo arrogante con el que él y Emma, junto el grupo de ocho niños, se toparon en el Museo. En resumen, Ian Era el dueño del museo. 
- ¡Sr. Ducasse! - la directora habló muy felizmente mientras que salía de su oficina, mientras iba hacia la entrada a saludarlo. - Pase, lo estábamos esperando. 
- Muchas gracias por la amabilidad. - Andrew Bufó. Nadie de esta década dice "amabilidad" en una conversación común y corriente. 
- El gusto que tenemos de tenerlo Aquí es grande, muchas gracias. - Ian asintió con una sonrisa, mientras que observó a Andrew, erguido a la entrada de Dirección. Ian Sonrió; se había encontrado otra vez al inmaduro. Y muy posiblemente, se encontraría a Emma. 
- ¿Desea algo? ¿Un vaso con Agua? ¿Café? 
- De hecho, me gustaría iniciar con la labor. - estiró sus brazos mientras acomodaba el dobladillo de su camisa blanca, mientras que, apresurada, la Directora giraba para buscar a Justin. Y lo encontró, con cara de pocos amigos, al fondo de la oficina. 
- ¡Andrew! ¡Ven ven! - dijo emocionada. Desganado, Andrew caminó hacia la Vieja y Oxidada señora, mientras que Ian tan solo lo miraba con índice de burla. Era tan divertido ver su cara de frustración. - Andrew, él es el Señor Ian Ducasse. - ambos, Andrew e Ian se miraron fijamente, Andrew con cara de "No me agradas", e Ian con una pequeña sonrisa de "No Me Importa." - El viene a la institución para ver si puede encontrar talentos en muto. - sonrió y miró a Ian. - ¿Le podrías dar un recorrido por la Academia? - Andrew levantó la mirada, viendo a su maestra. - Eres quizás la mejor ficha que tenemos, me encantaría que tú le dieras el recorrido. - Andrew Carraspeó su garganta, mientras que no sabía si sentirse halagado por haber sido considerado "la mejor ficha", o enojado porque sería el jefe de tour de un arrogante hombre. 
- Claro.- habló Andrew en voz grabe y baja. La Maestra, feliz, le dio una palmadita a la espalda de Bennett, para después agregar: 
- ¡Adelante entonces! - sonrió emocionada. Ian Sonrió, y Andrew lo hizo falsamente. 




El timbre de clases sonó, y el remordimiento no pudo contenerse en la cabeza de Emma. Le tocaba la clase de cuerdas, y se sentiría fatal si llegaba a saltarse esa clase también; los chismes no podían valer más que su pasión, se dijo antes de dar un paso dentro del aula. 
La mayoría de sus compañeros estaban sentados, sacando sus respectivas guitarras del estuche, mientras que otros la afinaban, u otros solamente revisaban apuntes o platicaban entre sí. Sin embargo, el hecho de que no más de dos personas hicieran lo mismo, No significaba que no voltearan todos del mismo modo a ver a Emma entrando al salón de clases. La castaña tragó gordo al escuchar un "¿Y Dónde está Bennett?" en sentido de burla hacia ella al fondo del salón. Pero eso no la hizo sentir mal, ni con ganas de irse de allí, aunque era más que Se Obligaba a no sentirse así. Fuera del modo en que fuera, la vergüenza no duró mucho, y tomó asiento al frente de aquel medio circulo que había sido formado, con una fila de sillas delante y atrás. Intentó no prestar atención a las miradas y los susurros molestos, y sacó su amada guitarra del estuche, comenzando a afinar vagamente las cuerdas, aunque era más para tener algo que hacer y no tener la posibilidad de escuchar ni oír a nadie. El profesor entró al salón con su guitarra en mano; era día de demostraciones, y todos interpretarían alguna pieza que les gustase. Emma no había tenido tiempo de estresarse pensando en eso, se había pasado toda la mañana evitando a toda costa algún contacto humano externo al de sus padres, Anne, y por mera obligación, Andrew. Ah, y sus maestros. Sin embargo, nerviosismo era algo casi desconocido en el vocabulario de Tried, cuando de guitarras se trataba. Era bastante segura de sí mismo, y de su talento, o al menos eso decía ella. 
- Muy Bien, Jóvenes. - el profesor dejó su guitarra en la recargad era especial, y caminó hacia el frente del escritorio, donde se sentó dándoles la frente a sus estudiantes. - ¿Quien Primero? 
El aula se inmutó; ni siquiera el sonido de los vagos grillos ni el de una mosca se escuchaba, todos estaba bastante ocupados rezándole a Dios internamente que ellos fueran en Ultimo, que por milagro divino no diera tiempo, la clase acabara, y que el profesor no se molestara en gastar otra clase con las mismas didácticas, y a cambio de eso le pusiera un rotundo diez. Sueños, vagos sueños.
- ¿Emma? – al escuchar su nombre, Emma tan solo cerró los ojos con fuerza, y respiró profundamente. ¿Segura que no era Viernes Trece? No recordaba haber visto esa fecha en su calendario… - Vamos, adelante. – sonrió el profesor, mientras que la castaña de 1.60 de altura levantaba la mirada, como si estuviera harta de todo… de hecho, lo estaba. – No te resultará difícil, ¿Cierto? - Emma negó repetidas veces con la cabeza, mientras que se levantaba de su silla y se dirigía hacia el escritorio. 
Con su mano sosteniendo su guitarra por el brazo de la misma, y con la cabeza hecha un completo nudo al no tener ni pista de lo que tocaría, se dirigió a paso lento hacia el escritorio, mientras que el profesor la esperaba impaciente. Una vez ahí, se dio media vuelta quedando de frente con sus compañeros, los cuales no le quitaban la vista de encima. Emma sabía perfectamente lo que pensaban, y era en ese estúpido video, que parecía estar solo publicado para arruinar su existencia. La chica no pudo evitar no mirar hacia el rincón, y verlo vacío. ¿Dónde estaba Andrew? 
- ¿Profesor? – y como arte de magia, su pregunta fue contestada casi al instante. Y justo detrás de la respuesta, vio unos bellos ojos azules. 
La puerta se abrió justo al momento en que Emma miraba hacia aquella silla vacía al fondo del salón, y Andrew apareció al pie de la puerta. Llamó al profesor, y todos los 18 estudiantes (sin contar ni a Andrew ni a Emma) miraron hacia la entrada, mientras que todos se emocionaban al ver que había llegado el protagonista número dos del vídeo más visto en Chismes Dreams en las últimas 24 horas. 
- Sr Bennett. – Habló el maestro.- ¿Por qué ha tardado tanto en venir a clase? Vamos a empezar con la didáctica de arpa en la guitarra. – el profesor hizo un mohín enojado. 
- Fueron indicaciones de la directora, profesor. – dijo mientras caminaba hacia dentro, y justo detrás, Entraba Ian, captando la mirada de todos a la redonda. El profesor pareció intrigado. - ¿Me dejaría a la clase por unos minutos? – El profesor sonrió, y le hizo un ademán con la mano a Andrew de que pasara. El, serio e inexpresivo, continuó con su habla. – Compañeros, él es el Ingeniero Ian Ducasse. Está en Dreams para hacer pequeñas “observaciones”, así que lo verán bastante seguido por aquí. – Andrew respiró profundo. 
- Un gusto. – sonrió Ian, mientras levantaba la mirada hacia el pizarrón, encontrándose con aquella pequeña castaña con bella sonrisa, chica cual, al momento de verlo, sonrió. 
- Este es el salón de Cuerdas. – dijo Andrew en voz tenue y seria, totalmente centrado, justo como el Andrew que Emma siempre había conocido. 
- Gracias, Era imposible para mí saber que salón era este, las guitarras no me dieron ni pista. – Todo el grupo bromeó ante la broma de Ian. Emma sonrió de Oreja a Oreja, mientras que la cara malhumorada de Andrew se hacía más presente. 
- Con permiso, Profesor. – Dijo Andrew cortante, mientras se daba media vuelta para avanzar. 
-De Hecho... - Ian levantó la mano extendida, como si estuviera pensando en algo muy seriamente. - Profesor. - habló después. - ¿Le molesta si me quedo a observar su clase? 
- ¡Por supuesto que no! - exclamó el maestro, casi en un salto. - ¡Por mi encantado! - miró hacia el alrededor. - Andrew, alcánzale una silla al Ing. Ian. - ¿Qué? ¿Me ven cara de burro de carga? Con expresión de pocos amigos, Andrew fue directamente hacia un rincón, donde 5 sillas en pila una sobre otra estaban acomodadas junto a los estantes del fondo. De mala gana, llevó la silla hacia Ian, y después la dejó allí, caminando con un tremendo enojo dentro hacia su lugar. Ian causaba ese raro efecto en él. 
- Jóvenes, una cosa más. - Ian habló desde el fondo, esquina contraria a donde Andrew se había sentado. - Quiero que toquen como si yo no estuviera aquí. Digamos que, soy invisible. - Entonces desaparece, pequeño demonio. - habló Andrew dentro de sí. 
- Perfecto, chicos. - el profesor llamó la atención de todos con un ligero aplauso. - Emma, Comienza, por favor. 
Y ahora, la castaña se sentía más acorralada que de costumbre. Tenía ahí a Andrew, mirándola desde un extremo del salón; aquel chico fue un problema desde el primer día que lo conoció, y eso jamás cambiaria, muy para su pesar. Y por el otro lado, en la esquina contraria, se encontraba el Guapo e interesante Ian, un joven adulto que parecía tener la suficiente inteligencia y ser suficiente interesante como para entablar una muy buena y amena conversación. Y ambos, provocaban en ella una extraña sensación de nerviosismo y presión, las cuales ahora se detonaban al estar dedo con Cuerda: con Ian, tenía la extraña necesidad de que esa pieza fuera "perfecta", y con Andrew, sabía que cualquier caída en el juego serían suficientes para el como para aprovechar y hacerla caer aun más bajo. Presión, presión, presión. Aun así, tomó un fuerte respiro, y utilizó aquella técnica de Aperado en la guitarra, tocando una vieja - y muy bonita - canción que su abuelo solía cantarle las noches de truenos, donde ella pensaba que eran gritos de gente muerta pidiendo ayuda desde el más haya. Emma siempre tuvo una muy atolondrada imaginación. Sin darse cuenta, como casi siempre lo hacía, se fundió en la música; las notas en el cuaderno se volvieron sus venas, la música, su sonido. Los cambios de las melodías conformaban "su ser", mientras que los tonos altos y bajos se transformaron en el inconsciente latido de su corazón. Cuando sus dedos entraban en contacto con las cuerdas, y creaban melodiosas armonías como la que en ese momento inundaba toda la acústica del salón, Emma se perdía, no tenía conciencia ni del Lugar, ni de la Hora, ni de la ocasión. Tan solo existía ella, y su vieja y osada guitarra.
Esa misma pasión, pareció atrapar entregadoramente a dos almas más en el salón... Andrew e Ian. Era la primera vez que el joven adulto de ojo azul la veía detrás de aquel instrumento, y se sentía feliz, la música de Emma generalmente te hacía sentir en el séptimo cielo. Y, sin quitarle importancia, Andrew la veía ya por tercera vez, y así, justo como en la primera, se encontró intrigado por aquella molesta chica que le hacía la vida imposible, pero que detrás de aquel artefacto de madera parecía como una Sirena cantándole a un Marinero. Para su desventaja, él era un Marinero muy escéptico, y ella una Sirena dispuesta a todo con tal de conseguir lo que quería, obstinada y orgullosa. 
Mientras que esos dos seres se encontraban a sí mismos en medio del canto de un ángel, Emma daba los últimos dos acordes, terminando con un suave "La Menor." abrió entonces los ojos, al escuchar los aplausos de sus espectadores. El profesor se sentía orgulloso; Emma lo había dejado en buena imagen frente a aquel ingeniero, que parecía ser más importante de lo que se decía. Los compañeros de la clase aplaudían desmedidos; Emma no puso evitarlo, y levantó la mirada hacia Ian, el cual aplaudía levemente con las manos a la altura de su pecho. Guardaba su bella sonrisa oculta detrás de una mueca de plenitud y felicidad. Emma sonrió. Sim embargo, al no poder evitarlo tampoco, miró hacia el extremo contrario... Y Andrew estaba serio, inexpresivo, como si realmente le hubiera parecido cualquier cosa, nada impresionante. Casi, como si fuera aburrido. Emma bufó... Andrew la hacía sentir mierda, y no sabía ni porqué.

¿Quién entiende a los hombres?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora