capítulo 23 : "Rayos y Centellas"

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Emma sentía la entrecortada respiración de su ahora Acompañante de asiento Tan cerca, que hasta podía respirar de su mismo oxígeno, y esto a ella la hacía sentir extraña y con un montón de enredos dentro de sí. Algo golpeteaba fuertemente las paredes de su pecho, mientras que en un suave respiro, solo cerró los Ojos, y Estando Justo en el momento crucial, Justo cuando dos pares de Labios se juntarían por primera vez – sería la segunda, pero la primera vez que lo hacen totalmente conscientes de sus actos – El sonido de alguna clase de Cámara al tomar una foto, y de un esplendor como un “Flash” provocó tan solo que Andrew y Emma se salieran de aquella atmosfera personal que se había creado en un momento espontaneo y romántico.

Ambos levantaron la mirada, y sus cabezas pensaban tan rápido que a los pocos segundos de aquel sonido ya sabían probablemente de lo que se trataba: Uno de esos “Reporteros” de Chismes Dreams, uno de quien sabe cuántos.

El chico pelirrojo, con unos lentes sostenidos por su nariz y con una cámara sencilla en mano los miró atónito, quizás no estaba preparado para un flash. Emma se quedó impávida por unos segundos mirando al chico, y pensando en lo que había estado a punto de hacer, ¿Besar a Andrew? ¿Enserio iba a Besar a Bennett? Pero Andrew, lejos de quedarse quieto y en shock por ver que le tomaron una foto justo en el momento en que parecía que todo iba a cambiar, No contuvo su coraje. ¡Ese idiota le iba a tomar más fotos! ¿No puede tener privacidad? ¿Ni siquiera en ese viaje? Andrew se puso de pie con el camión aun en movimiento.

- ¡Idiota! ¡¿Qué haces con esa cámara!? – gritó mientras caminaba hacia él, los dos asientos que los separaban hacia el frente. El pobre y escuálido chico miraba a Andrew con Temor, y es que quizás era reservado, callado y conservado, o más bien era demasiado “genial” como para hablarle a cualquiera que no estuviese en su rango, pero en cuanto a Peleas, pues podría decirse que Andrew podría llegar a ser uno de esos que dan buenos golpes y aguantan los que reciben casi sin tartamudear. Sin embargo, no era de esa clase de Chicos violentos que se pelean con todos si solamente te le pasas por el frente. Andrew no era un brabucón, pero tampoco era un Santo.

Todos los demás en el camión se exaltaron al escuchar los gritos de Andrew al frente de los asientos, y todos y cada uno voltearon a ver lo que ocurría, intrigados.

- ¡Contesta Carajo! ¡Contesta!

- ¡Señor Bennett! – el Profesor Louis se levantó de su silla en el número uno, acompañado de la maestra de solfeo, la cual se había levantado en sus rodillas desde el sillón. - ¡A su asiento!

- ¡Dame esa cámara! – gritó Andrew, con los ojos fuera de sus orbitas. ¡Que me dejen en paz! ¡No es tan difícil! ¡Maldito Blog! ¡Deberían de Cerrarlo!

- ¡Andrew Bennett a su asiento! – habló entonces la maestra.

Emma Observaba todo eso desde su asiento, pero igual que la maestra con las rodillas sobre el acolchonado lugar azul. Andrew se veía furioso; sus fosas nasales se contraían y expandían de un modo casi terrorífico, respiraba entrecortadamente y mantenía su puño cerrado a su costado todo el tiempo, como si se quisiera preparar para aventar el golpe.

El profesor Louis llegó al lado de Bennett, y como pudo se puso entre él y el aterrado chico de nuevo ingreso en aquel semestre. Pobrecito; Su primer viaje estudiantil, y ya estaba recibiendo gritos y por poco, golpes.

- ¡Bennett! ¡Siéntese!

- ¡Que me de la cámara antes! – Andrew miró al profesor con ni una sola pisca de Paciencia, ¿Como lo haría? Si justo cuando todo estaba saliendo aparentemente bien con Emma, lo interrumpe un novato con una cámara con flash.

Si, Andrew estaba enojado, pero ¿Por qué exactamente? ¿Por el hecho de no tener privacidad? O quizás era el detalle, el mínimo detalle, de que el novato había interrumpido lo que pudo haber terminado en Beso, un beso totalmente real y para nada forzado, dejando a un lado la sorpresa o la conmoción. ¡Detente Andrew! Se gritó a sí mismo. Estoy furioso por la poca privacidad, así de fácil.

- ¿Cual cámara? – preguntó el profesor mirando ahora al intimidado chico aun en su asiento.

- ¡Vamos fosforito! ¡Dale la cámara! – habló Andrew.

- ¡Andrew! ¡No sea ofensivo con su compañero! – la maestra se sintió ofendida, mientras que Andrew bufaba lleno de irritación.

- ¡Ya me cansé! ¡Bennett! ¡A tu asiento! – gritó el Profesor de Piano. Andrew lo miró sin poder creer lo que estaba haciendo: ¿así de fácil terminaría todo? ¿No le quitaría la cámara?

- ¡Profesor! ¡Ese Idiota me está fotografiando!

- ¡No repetiré nada! – suspiró. - ¡A tu asiento!

Todo el ambiente en el camión se tensó de repente. Andrew le hizo mala cara al profesor, y después dio media vuelta, no sin antes regalarle una mirada asesina al pelirrojo escarabajo. Se dejó caer violentamente al lado de Emma, y ni uno de los dos dijo palabra alguna; él se encontraba tan furioso que ni siquiera pensaba en que tenía que decir algo, y ella se sentía tan incómoda que no encontraba lo que tenía que decir en verdad. 

Pasaron varias horas al momento en que Emma y Andrew estaban dormidos. Cada uno se había ido por su lado, mientras que Emma recostaba su cabeza en la ventana, y Andrew en el respaldo de su asiento. 

Muy al pesar de la castaña, le compartió su cobija; en cierto modo no le costó mucho, ya que estaba lo suficientemente grande como para arropar a ambos. Aun así, la escena tan pacifica que aquellos dos vivían en ese momento era casi conmovedora, considerando el hecho de que cuando sus ojos están abiertos, y sus bocas hablan, siempre hay rayos y centellas. 

Andrew comenzó a abrir lentamente los ojos. Absolutamente todo en el camión estaba callado; las tenues luces amarillas se veían aún menos intensas, y tan solo se escuchaba el suave ronroneó de la la máquina del camión, y de las llantas al parejo-y-sin-baches asfalto de la carretera. No quería hacer nada de ruido, pero cuando intentó estirar el brazo derecho para poder echar un bostezo antes de volver a cerrar los ojos, se encontró con que Emma lo mantenía acorralado. Sus manos estaban sobre la muñeca de él, y su brazo lo cruzaba por el codo, para devolverlo hacia la castaña. Al ver esto, Andrew no pudo evitar sonreír, y mirarla. 

La luz blancuzca que entraba desde el exterior detonaba en ella una belleza y tranquilidad que Andrew no había notado en ella nunca antes. Y no pudo dejar de mirarla. No pudo... No. Le fue imposible. ¡Mierda, Andrew! - pensó, mientras que miraba sus perfectos labios con las sombras y la luz dándoles desde picada. - La chica más atolondrada, ridícula, prepotente, orgullosa, y amargada de todas, ¿Enserio es la chica que te trae loco? - simplemente lo sabía... Emma había causado una revolución en él. Casi le estaba pasando del mismo modo como cuando empezó todo el asunto con Laine... 

Cuando Andrew conoció a la rubia en un curso del Instituto, el quedó maravillado. Todo lo que podría provenir de ella era encantador, maravilloso, casi mágico. Ella era casi un ángel que por alguna extraña razón había caído a la tierra. Pero ella, siempre se mantuvo al margen, y nunca le hizo caso, aunque él hubiera hecho más o menos todo para que Ella le pudiera dar una oportunidad. 

De hecho, su historia con Emma es bastante diferente. Ella era insoportable, una niña en un cuerpo de Mujer. Cuando se conocieron, no se hicieron amigos, mucho menos cuando sucedió todo eso de las apuestas y los esclavos. Pero ahora, Andrew se encontraba suspirando ante su reflejo. ¿Qué le pasaba? ¿Dónde había quedado ese frio e inquebrantable de Argumentos Andrew? Por un momento, él no se quiso cuestionar nada; no quiso preguntarse el porqué, y solamente quiso disfrutar un poco del instante en el que estaba viviendo, algo que muy pocas veces sucedía, bajando la guardia, donde todos están dormidos y nadie, absolutamente nadie lo puede ver. 

Dicen querer a una florecita de campo, una chica que los trate como reyes. Y si los tratas así, te desechan; en cambio, cuando las chicas Los azotan, maltratan, odian, tratan mal, ellos terminan como perritos Falderos. Ah, en fin... ¿Quién entiende a los hombres? Ni ellos mismos han de saber lo que quieren. 

¿Quién entiende a los hombres?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora