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La noche fue tormentosa al tratar de olvidar como unos hombres sin rostro se cernían sobre un pobre chico de mejillas regordetas, golpeando una y otra vez su delgado cuerpo, y por primera vez en mucho tiempo, realmente llegó a temer por la seguridad de su hogar.

Si podía ser sincero consigo mismo, tal vez eso no era solamente lo único que provocaba su noche en vela, no, constantemente volvía en sus recuerdos aquel gesto heroico que debió haber evitado, se convenció que salía de un problema para caer en otro, después de todo, la sangre llamaba al mismo peligro.

Pero de algo estaba seguro: todo estaba peor que antes.

Intento centrar su mente por cuarta o quinta vez en la última hora y exitosamente no tuvo resultados positivos porque seguía incapaz de olvidar a un cierto ojo morado y labios llenos de sangre.

Siempre sintiéndose como un idiota por seguir pensando siempre en el pasado, pero en su defensa, culpaba a la curiosidad por no saber si el chico pudo escapar y encontrar un lugar seguro, la sola idea de esa pequeña criatura enroscada protegiéndose más de sí que de los otros, solo había provocado que tuviera un mal sabor de boca.

Abandonó el aula sin mirar a nadie, pero tampoco nadie lo miraba a él.

El sol de Seúl cayó rápidamente ese día, pero su mente seguía aferrada al chico que de gracia y guapura no poseía nada que lo hiciera único, pero ahí se encontraba, incapaz de olvidarlo.

Los escasos segundos que intercambiaron miradas supo que existía un gran vacío en él, no había angustia como si... como si estuviera aceptando ese destino con brazos abiertos, sin miedo. Vivir porque no podía morir.

Y algo lo trajo de ello.

El tiempo se volvió interminable.

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Volvió a casa bañado de su propio dolor y miseria, demasiado egoísta para incluso compadecerse de si mismo en vez de preocuparse por los que verdaderamente sufrían, él no era nada.

Sentía vergüenza, su cuerpo jamás cumplió con las funciones que se requerían, como si se desconectara y se convirtiera en algo inservible.

Deseaba esconderse en el único lugar que lo mantenía a salvo, al menos por una vez en su vida quería ser recibido con tranquilidad en casa, pero en cambio, últimamente era recibido por gritos y para su suerte hoy era uno de esos días, "¿Estuviste en otra pelea, Jisung? ¿Qué demonios te cruza por la cabeza? ¿Es esto divertido para ti? ¿Quieres matar a tus padres? ¿Quieres que a tu madre le dé un infarto? Y Han Jisung, estaba cansado de ser el de los problemas pero su boca se negaba a articular palabra alguna, no se atrevía a decir siquiera que
los problemas en los que se metía solo eran ocasionados por falta de pago que ellos (padres) no hacían en tiempo y forma, bien decían que lo mejor que se hacía en esta vida era en no meterse con usureros pues al final, era casi igual que venderle el alma al mismo satan. Todo comenzaba de color rosado y con el paso del tiempo, todo se convertía en una pesadilla ¿Quién confiaba en los Dioses del engaño?.

Aislado y lejos de la mirada reprobatoria de sus padres terminó sentado en una mesa vieja limitándose a solo contemplar sus manos. Decidió no pensar en los tres hombres que lo tuvieron acorralado en aquel lugar lúgubre, al contrario, su mente se enfocó en aquel chico que fingió ser un héroe, una risa sardónica salió de entre sus labios como si se burlase de la persona que estuvo dispuesta a ayudarlo. El único. Y se sintió mal por aquella acción casi al instante de que se presentó. Sintió pena que hubiese perdido el tiempo en alguien como él.

Esa noche no se atrevió a dormir, no podía dejar de pensar en aquellos ojos marrones que jurarían querían decirle algo.

Reírse de su desgracia era lo más sensato de pensar, porque Han Jisung siempre pensó que el mundo iba contra él.

El desayuno estuvo frío y silencioso.

En el colegio sus amigos eran ajenos a sus problemas y lo saludaron como cada mañana, sin demasiados miramientos hacia su persona. Fue solo hasta que Seo ChangBin hizo su aparición y lo hizo salir de sus pensamientos con un ligero empujón contra su hombro.

–Demonios Han ¿Te apalearon?.

Seo ChangBin era como lo más parecido a un chico guapo. No, más que eso, siempre con altivez, con unos ojos llenos de alguna extraña pasión oculta, con un mentón atractivo o quizá eran aquellos ojos que observaban su alrededor como si no fueras nada, pero Jisung sabía que él podía ser algo.

Llevaban alrededor de tres años o así de conocerse, fue casualmente cuando el chico decidió ir formalmente a pedir trabajo al restaurante de la familia Han.

Al final fue bienvenido y contratado.

Según la madre de Jisung, Bin tenía finta de delincuente pero jamás llegó a comprobar que lo fuera, era demasiado amigable y si lo requerías, él solía escucharte si así lo deseabas, pero tampoco opinaba demasiado.

Era esa clase de amigo que no le preguntaba el ¿Cómo estás? Pero tampoco lo dejaba sin escuchar.

Por otro lado, ante las chicas Seo ChangBin era el chico insensible que todas querían como novio.

Jisung se limitó a mostrar una sonrisa de lo más tranquila, pero ChangBin lo comprendió.

–Ya veo ¿De nuevo los problemas? no lo entiendo, tus padres nos pagan bien ¿Pero no tienen para pagar una deuda insignificante?

Las únicas palabras que salieron de Seo ChangBin tensaron las cosas dejando en el olvido siquiera que eran compañeros de clases

Tal vez por eso eran amigos, porque uno no se metía demasiado en la vida del otro, pero al final del día, ambos estaban dispuestos a ayudarse.

Por la tarde arrastró sus pies hacia el trabajo en el restaurante donde los fideos se comían calientes y eran atractivos según algunos compañeros de la universidad, la receta de la familia Han era lo que hacía único al ramen de pollo, pero en su humilde opinión no había nada de espectacular.

Fue en algún momento y en algún segundo entre las 8 o 9 de la noche de un miércoles que, por una fracción de segundo las miradas de dos completos desconocidos volvieron a encontrarse provocando que todo el mundo desapareciera y solo existieran ellos dos, no hubo necesidad de parpadear  ni comprobar quiénes eran porque se conectaron y ambos lo sabían.

Por esa fracción de segundos fueron uno y ninguno de los dos estaba dispuesto a ceder y dejar de retarse, al final, el perdedor fue el chico con un ojo morado, genial, otro cliente que sentiría lástima por él.

No necesitaba eso.

El castaño se quedó hasta casi la hora de cerrar, siempre mirando fijamente al chico con discreción y al final, se dio por vencido, esa noche no iba a suceder. Dejando una servilleta de papel antes de lanzar un par de monedas a la mesa y salir de ahí, decidió sonreír ante la noche sin estrellas.
(Aquí hay un pequeño cambio de narración de Han a Minho, pero de aquí en adelante vuelve a Han)

De nuevo sus pensamientos le pertenecían a ese chico.

El único ojo con el que veía desde la tarde anterior leyó dos palabras contra la servilleta provocando que un escalofrío recorriera su espina dorsal.

Por instinto doblo y guardo aquel papel.

Dos simples palabras que lo hicieron dudar y temblar al mismo tiempo, dos simples palabras que significaban peligro.

"Lee Minho."

Nota: sé qué hay cambios de narración en la historia, estoy tratando de no revolver demasiado, si tienen problemas para seguirla sería grandioso que me lo dijeran para arreglar esto.

Honey.-MINSUNGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora