Capítulo 10 (Hay que llevarla a comisaría)

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No tengo idea de adonde ir.

Escucho a mi madre y a mi hermano correr por el pasillo para alcanzarme. Miro hacia mis pies para asegurarme de que no voy descalza y cuando compruebo que sí llevo tenis salgo corriendo sin pensarlo.

No tengo llaves, ni teléfono, ni siquiera dinero porque no me daba tiempo a buscarlos. Tampoco tengo una amiga a la que pueda acudir así que simplemente comienzo a andar y sin darme cuanta acabo en una casa en obras. De pequeña solía entrar ahí a jugar, pero cuando cerraron la primera planta ya no podía y dejé de venir.

No tenía un sitio mejor al que ir así que trepé por el muro de la cochera hasta que pude alcanzar las rejas de una ventana. Subí usando las rejas como una escalera hasta le segunda planta que aún no tenía paredes exteriores. 

Estaba sola sentada sobre el suelo de hormigón con la espalda apoyada en una columna, por lo que me permití desahogarme  por lo que me pareció una hora. Cuando dejé de llorar, me dolía mucho la cabeza y pensé que ya era hora de dejar de compadecerme de mí misma y volver a casa.

Sabía que mi madre no iba a abrirme la puerta y tampoco quería pedírselo así que lo primero que pensé fue en entrar por la ventana del baño.

No era la primera vez.

Olvidaba que habían cambiado la ventana hacía unos meses. Culpa mía por cierto. La última vez que me quedé fuera y entré por la ventana me clavé un trozo de cristal en el brazo y llené la cortina de sangre, así que cambiaron la ventana para que no se pudiera entrar por ella. 

me siento un rato sobre un escalón hasta que resignada, toco a la puerta. Me resulta difícil porque no tengo ningunas ganas de ver a los que hay dentro, pero vivo aquí ¿A donde más puedo ir?

Cuando mi madre abre la puerta trato por todos los medios no mirarla con asco, pero me resulta muy difícil. Se que probablemente me vea horrible, con los ojos rojos, las mejillas húmedas y el pelo enredado, pero odio que me mire con esa cara de superioridad. Restregándome el que haya vuelto tan pronto.

Espero un rato a que se aparte para dejarme pasar, pero no lo hace, así que avanzo.

-¿A donde vas? -Dice pegándome un empujón y tengo que sujetarme del marco de la puerta para no caerme de los escalones. Aunque no logra tirarme me ha hecho daño en las costillas, y trato de no darle el gusto de que sepa que me ha dolido.

-A mi casa. -Suelto con rabia. Quizás me vea frágil por fuera, pero mi voz no tiene porque sonar igual.

-¿A tu casa? Esta no es tu casa. Si yo no soy tu madre y tu no eres mi hija no tienes derecho a vivir aquí. -Dice muy calmada, aunque con todo el asco que desprende no se como es que aún no la ha recogido un camión de basura.

De pronto hace el intento de cerrar la puerta de un portazo, pero yo tengo la mano en el marco y me pilla los dedos. Trato de apartar los dedos, mientras en lugar de apartarse, empuja más la puerta. Cuando al fin logro sacar la mano me estoy cagando en todos sus muertos una por uno.

Me voy corriendo apretando mi mano y tratando de no llorar. No pienso quedarme otra vez en esa obra, quiero salir corriendo, alejarme lo más que pueda de ella. Noto que mi hermano que sigue y freno para que pueda alcanzarme.

-¿Estás bien? -Pregunta, y cualquiera diría que está preocupado.

-¿Que te importa? -Contesto borde sin saber como hacer que pare de dolerme la mano. Joder, se me están hinchando los dedos.

Él no insiste más y vuelve por donde a venido.

De puta madre. Ahora no puedo ser ni borde. Me pegan, me gritan, me echan de mi casa y no tengo derecho a ser borde. Pues que le den. No necesito que mi hermano se preocupe por mí, ni mi madre, ni mi padre. Que les den a todos.

Diario 17 (Sin Terminar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora