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No es más ciego el ciego que no quiere ver que el ciego que no ve, pero si es más tonto que el que no ve, pues este no sufre, pero el que no quiere ver, sufre en su interior. Y aún siendo tan grande su sufrimiento no demuestra nada, porque si lo hace demuestra que en realidad ve.

El ciego que no quiere ver no es más que un cobarde y estúpido que lo único que hace es engañarse a sí mismo y hacerse daño. Pero tengo que confesar que yo he formado parte de ellos, yo he sido otro estúpido ciego que se ha engañado a sí mismo, pero no soy el único, pues tú, que estás leyendo esto, seguro que también lo has sido. Porque es nuestra naturaleza, nosotros somos los únicos que nos tapamos los ojos y en algún momento hemos jugado a ser ciegos. Pero yo doy gracias a que me quité esa venda que tapaba mis ojos y la luz me mostró la verdad, pero hace daño, tanto daño como cuando no quería ver.

Y, entonces, ¿es mejor ser un ciego que se engaña o ver lo que realmente pasa? Por mucho que duela yo me quito la venda pues a la larga ya no me dolerá pero si la dejo puesta, quien sabe hasta donde llegará el sufrimiento.                                                                                      

4.Un ciego que ya ve


Mi nuevo, antiguo yo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora