Ella se mira en el espejo y a veces, se deslumbra a sí misma, en vez de envejecer, Reyna Hatthaway parece ser cada día más hermosa, el mundo entero podía dar fe de ello, aunque sólo tuviera diecisiete años.
Proteger al mundo no debería haber sido...
-Esto no va a funcionar, los esbirros no rastrean olores, rastrean almas -dijo Christopher mientras tomaban algunas prendas de Reyna de su camarote.
-Lo sé, pero ellos no son como un GPS, vamos a llevar a Reyna y a crear un perímetro con el rastro de su alma, no será ella quien dé el mensaje, cuando sepan quién es la verdadera, ya habremos cumplido nuestro objetivo -respondió Sean guardando toda la ropa en una gran mochila de viaje, sin embargo, se vio interrumpido por un fuerte dolor en su sien que le hizo soltar un gruñido y caer sobre su rodilla al suelo.
-¿Sean? -le llamó Reyna, arrodillándose a su lado, Sean la miró, y Ray cayó de bruces al suelo, anonadada, mientras el resto de los dioses y guardianes jadeaban de terror, los iris de los usuales ojos color oscuro de Sean se encontraban completamente blancos.
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Brian sacó una espada y apuntó directamente a él, algo que alertó a Sean, levantándose de golpe del suelo y mirándose frente al vidrio de una de las ventanas de la habitación.
-¿Qué... demonios...? -masculló desconcertado, cuando una voz en su cabeza se manifestó, dejándole ciego y sordo por unos segundos.
"No te asustes, estás experimentando los síntomas iniciales de Reyna al manifestarse de lleno el alma de Afrodita, eso es porque me has despertado a mí: Atenea, yo tampoco me encuentro en el inframundo".
-Joder -se quejó Sean, en parte por lo que estaba escuchando, y por otra, porque el dolor de cabeza lo estaba matando ¿Era aquello lo que sentía Reyna cuando era poseída por afrodita?-, ¡No sé qué hacer!
"No voy a tomar posesión de tu cuerpo, pero voy a guiarte, porque tratar con Hades no es como piensas. Por supuesto, tu estrategia es la adecuada, pero debes dejar que finalmente Reyna sea asesinada por los esbirros, al igual que tú".
-No entiendo nada -susurró Sean, parpadeando a repetición, intentando ver algo más que oscuridad y darle sentido a lo que estaba escuchando.
"Culmina tu plan, ya hablaremos después"
Finalmente la vista regresó a los ojos de Sean que inmediatamente volvieron a su color natural, viendo primeramente a una Reyna totalmente espantada, tomando su rostro entre sus delicadas y pequeñas manos. Dios... Era hermosa.
-¿Estás bien? ¿Qué te ha pasado? -preguntó ella. Sean retiró con suavidad las manos de Ray de su rostro, no sin antes depositar un beso en ellas e invitarla a sentarse junto a él en la cama.
-Todos pueden guardar sus armas, estoy bien -dijo Sean a la multitud de guardianes armados y el grupo de dioses en la habitación.
Brian relajó su postura de inmediato, acercándose a él con preocupación reflejada en su ceño fruncido.
-Maldita sea, lucías espeluznante ¿Qué diablos acaba de pasarte?
-Tenías la misma mirada de Reyna cuando se encuentra poseída por Afrodita -comentó Angelina apretando el hombro de Ray, quien le veía con preocupación. Pero Sean permanecía tratando de entender lo que acababa de ocurrir: estaba en la misma posición que Reyna, también tendría que morir si quería mandar a Atenea de igual manera al inframundo. ¿En qué momento ocurrió todo esto? Hace apenas unos días él apenas era un simple guardián, y ahora, tendría que morir para poder resolver todo, mandar a las últimas dos almas al inframundo, devolver los esbirros de Hades, restaurar el orden, y permitir a los dioses jóvenes reencarnados volver a sus hogares.
