10 - La fiebre de un ángel

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Pensar en ella era loco, más bien era suicida, pero no podía evitarlo, se había enamorado.

Reyna dormía en su cama, parecía tener un sueño intranquilo, lucía cansada, con círculos oscuros bajo sus hermosos ojos, sudaba mucho y de vez en cuando temblaba, incluso teniendo gruesas cobijas sobre sí misma. Sean había estado observandola por horas, después del enfrentamiento con Katelin, había estado deteriorándose, como si Afrodita le estuviese drenando cada segundo su vida. Pensar en eso le enfermaba, y más que nunca se sentía obligado a protegerla, a toda costa...

-Reyna, contrólate, puedes hacerlo preciosa, no dejes que triunfe -dijo Sean preocupado al ver el rostro de Reyna cambiar.
-¿Qué demonios...? -masculló por lo bajo Katelin colocando los ojos como platos, Ray sonrió.
-Sí, pensaste que insultabas a la niñita, pero te equivocas, no sabes con quien te has metido.
-¿Quién eres? -preguntó Katelin con ahora miedo evidente, había invocado casi a un demonio, al demonio de la lujuria y egoísmo.
-A quien llamaste perra, idiota -contestó Ray aún sin volver en sí, y con esto, lanzó su puño contra el rostro de Kate, quien se tambaleó y cayó al suelo.
-¡Reyna, no! -gritó Sean, tomando a Ray entre sus brazos y sosteniéndola contra su pecho.
-¡Suéltame! -se quejó Reyna aún poseída por Afrodita-. ¡Quítame las manos de encima!
Sean se encontraba ya desesperado, odiaba ver a Ray siendo manipulada de esa manera, sin poder evitarlo ¿Cómo podía hacer que volviera en sí? ¿Cómo hacer que ella volviera a él?
No había tiempo de pensarlo dos veces, Sean tomó el rostro de Reyna y la besó, duro,de verdad, sin limitaciones, al fin y al cabo, no existían.
En un comienzo, ella se resistió, pero luego, Reyna cayó con peso muerto sobre Sean, desmayada.

¿Hasta cuándo Reyna continuaría de esta manera? Estaba sufriendo demasiado, no era justo, y ella no lo merecía.

Sean se acercó a ella cauteloso, y pasó su mano para retirar un cabello mojado que caía sobre su frente, Reyna abrió sus ojos y miró fijamente al hombre que había vuelto su vida un desastre, pero que sin embargo, la cuidaba, y se preocupaba por ella.

-Sean -dijo, él sonrió con pesar.

-Hola, preciosa -saludó él frunciendo el ceño al ver los ojos de Reyna llenarse de lágrimas.

-¿Qué hice esta vez? -preguntó ella desolada.

-Shhh, tranquila -la tranquilizó-. No hiciste nada...

Entonces recordó el puñetazo que Afrodita en honor a Reyna le propinó a Katelin y sonrió con humor.

-Bueno, nada grave -corrigió, y volvió a sonreír, Reyna frunció el ceño y con dificultad, se sentó en la cama, esperando una explicación.

-¿Qué quieres decir? -preguntó.

-Bueno... creo que Katelin y su ojo no están felices contigo ahora -dijo él, pero la profundización del ceño de Reyna le pidió más información-. Tu puño saludó al ojo de Katelin, ahora mismo... Tiene un bonito color morado...

Los ojos de Reyna se abrieron como platos ¿Le había pegado a Katelin? Ufff, esto no iría bien, ya se imaginaba los problemas que tendría con ella en el futuro por ello.

-Maldita sea -murmuró Ray. Sean sonrió.

-No te agobies, se lo merecía -dijo Sean sorprendiendo a Reyna, por alguna razón que ella aún no entendía, los ojos de él brillaban de una manera especial, y cuando sus labios se curvaban en esa hermosa sonrisa que sólo él podía hacer, la hacían temblar... Sean era precioso y guapo... La hacía rabiar, pero era increíble, y su carácter sobre protector la abrumaba...

-Pensé que era tu novia -murmuró ella sin poder despegar la mirada de los labios de Sean, quien al verla desearlo de esa manera, le contagió la misma sed, y el anhelo de probarla una vez más.

La Reencarnación De AfroditaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora