Capítulo catorce

455 64 19
                                    

Por fin había llegado. Había llegado aquel día que era uno de los mayores temores para cualquier joven que acabara de terminar la secundaria.

Los exámenes de acceso a la universidad.

Llegué a las siete y media de la mañana. Media hora antes. A pesar de que apenas hubiera estudiado para ello y lo llevara fatal, estaba ansiosa por que llegara ese día, deseaba quitarme esa carga de encima y acceder al fin a la universidad.

Megan todavía no estaba allí. Le gustaba dormir más que nada en el mundo y era consciente de que incluso había alta posibilidad de que llegara tarde.

Pero Ryan sí, y estaba mirando directamente hacia mí con una radiante sonrisa. Le devolví la sonrisa, no tan radiante como la suya, y se levantó del banco en el que estaba sentado para acercarse a saludarme con dos besos.

—¿Qué tal? —preguntó con amabilidad.

—Bien... Nerviosa. ¿Tú cómo lo llevas?

—Bien, bien. —Se llevó una mano a la cabeza—. Más o menos. —Se revolvió el pelo—. Estoy muy nervioso. —Se frotó los ojos.

—Sí, ya lo veo. —Frunció el ceño—. No paras de tocarte —dije entre risas.

—Es lo que hago cuando estoy nervioso. —Se rio también.

—Ya verás que no va tan mal.

—Eso espero... Necesito buena nota para medicina.

Abrí los ojos, —Vaya, medicina. Eso es mucho.

—Veterinaria no se queda atrás. —Me guiñó el ojo con una dulce sonrisa.

—Lo sé. —Resoplé—. Por eso no creo que lo consiga.

—¿De verdad? Porque yo sí.

Sonreí, —Gracias, Ryan.

—Leila... Me gustaría que olvidaras lo que pasó la otra noche. Ya sabes, el alcohol y yo... no somos buenos amigos.

—No te preocupes, de verdad, no pasa nada —respondí esbozando una sonrisa tratando de inspirarle tranquilidad.

Me guiñó el ojo, dejó un beso sobre mi frente y volvió con sus amigos cuando unos brazos me abrazaron por detrás. Bajé la vista y me topé con unas manos pequeñas con uñas largas y perfectamente pintadas, no como las mías que eran un desastre.

Esas manos tan cuidadas solo podían ser de una persona.

Megan.

Me di la vuelta para encontrarme con sus grandes ojos con enormes pestañas llenas de rímel observándome. Tenía su largo pelo rubio recogido en una coleta alta y los labios pintados de rojo. Tan perfecta como siempre.

Sus labios esbozaban una pequeña sonrisa, pero no sonreía ampliamente como cada vez que me veía. Lo había visto. Había visto a Ryan hablar conmigo y dejar un beso en mi frente, pero no dijo nada. Se mantuvo callada porque no quería cagarla como la última vez.

—¡Quince minutos antes! ¡No me lo puedo creer! Creía que llegarías incluso con quince de retraso.

—Esa es la poca confianza que depositas en mí. —Me riñó, cruzando los brazos, fingiendo indignación.

Eran las seis de la tarde cuando yo salía, junto a Megan, de mi último examen cuando mi móvil comenzó a sonar. Lo saqué del bolsillo trasero de mi pantalón y miré quién llamaba, convencida de que sería mi madre para preguntar cómo me habían salido los exámenes y, de paso, volverme loca con veinte o treinta preguntas más.

Lo que ocultan sus ojos ✔ | #Wattys2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora