Me llegó tu carta. Y te confieso que la emoción que sentí al recibirla fue tan grande que nubló mis sentidos. La persona que me la entregó, nuestro amigo en común, no tuvo la valentía de verme a los ojos cuando me la dio. Pesaba en su mano, podía notarlo, así como percibí que él comprendía lo mucho que ese gesto pesaba en mi alma.
Me había cerrado a ti, a tu recuerdo y a ese aroma que aún permanecía impreso en los objetos que me rodeaban, incluso en las personas. Las caras de mis amigos olían a ti, la del vecino, la del chofer del bus y hasta la del vendedor de café de la esquina. A todos ellos les huía, sin embargo, tu aroma me perseguía por kilómetros.
Me era imposible escapar de él, hasta tuve la intención de mezclarlo con otro aroma para extinguirlo completamente, pero la sola idea me agobió aún más, así que decidí afrontarlo y dejar de ser tan cobarde. Alcé mi rostro, permitiendo que tu fragancia me invadiera hasta aprender a vivir con ella, pero el aroma encerrado en aquella hoja de papel me doblegó. Su olor era demasiado intenso, tanto, que por instante adormeció mi voluntad y me invitó a ceder, a darte de nuevo cabida en mi corazón.
No he podido leerla, no quiero. Sé que cada palabra serán latigazos que se estrellarán en mi piel herida. ¿Qué deseas decirme? ¿Es una disculpa, un lo siento? Aún no sé cómo responder a ello. Pensé que había superado tu partida, pero al verte, el dolor se propagó de nuevo en mi torrente sanguíneo invadiéndome.
Déjame llorar en paz y vete.
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No me falles, otra vez... (COMPLETA)
Short StoryUn día, él envió un mensaje de texto, pero se equivocó de remitente. No se lo mandó a ella, sino que llegó a mi móvil, rompiendo mi corazón en miles de pedazos que aún no he podido recoger. Hoy, un mes después, sigo intentando superar aquel golpe, p...