Capítulo 11. Construyendo castillos.

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Que rápido puede cambiar el concepto que se posee sobre algún objeto dependiendo de la forma en que lo miramos. En un suspiro puede convertirse de traidor a aliado, de filosa daga a suave pluma.

Mi teléfono ya no me recuerda a tu engaño, a ese mensaje errado y cruel dirigido a otra. Ahora dibuja castillos para mí. Me lleva a la cima más alta y me pasea por inhóspitos paisajes. Repite cientos de promesas en cada notificación, palabras hermosas que se van tallando en mi memoria dibujando un amplio mapa que me dirige al infinito, sin opción a retorno.

Y yo le creo, le sonrío, le respondo. Construyo jardines coloridos alrededor de los muros de esos castillos y coloco ríos y puentes anchos con el suelo cubierto de pétalos de rosa. Y hay caballos, de crines largas, así como decenas de aves adornando las copas de los árboles.

Es bello, es ideal, es lo que habíamos querido. Retomamos nuestros planes y los mejoramos dándole la majestuosidad que la separación nos había arrebatado.

Todo parece perfecto, hasta que te adentras en el frondoso bosque que rodea nuestra amurallada construcción. Hay cuevas llenas de sombras, animales nocturnos escondidos entre rocas, veloces serpientes y ojos acechantes que se hacen más visibles cuando se oculta el sol.

No puedo evitarlo. Mis demonios siguen allí, seduciéndome, recordándome que ella está al otro lado. A solo un número de distancia.

No me falles, otra vez... (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora