Me llegan mensajes, muchos. Mi teléfono no descansa durante el día, y en la noche, vibra nervioso recordándome que lo alivie, que le quite el peso de las súplicas que lo inundan.
Me han dicho que andas por ahí, buscándome. Dices mi nombre en cada conversación, rescatando viejos recuerdos, esos que nos hicieron reír; pero cuando alguien saca a colación las lágrimas que por días vieron marcadas en mi rostro, bajas la mirada. Tus ojos se humedecen con penas y culpas, las mismas que me agobiaron y evitaron que siguiera mi camino.
Tú habías cambiado el rumbo, pero yo quedé varada entre enormes piedras. Me era imposible hasta mirar al frente, el ardiente sol me adormecía la piel restándome fuerzas. Cuando logré levantarme y superar los obstáculos, cuando vi un nuevo sendero ante mis ojos aunque lleno de maleza y sombras, apareciste de nuevo, queriendo alcanzarme con tu brisa fresca.
No me busques, porque aún no sé si quiero escapar de mis demonios. Ya he dejado que me abracen y ahora me gusta su calor. Vete y no sigas tocando a mi puerta. Cada golpe en la madera es como un puñetazo en mi alma, que hace sangrar aún más mis heridas.
No repitas mi nombre, no lo digas como si suspiraras. Me haces suspirar a mí y no quiero volver a hacerlo. No deseo regresar a esa muerte.
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No me falles, otra vez... (COMPLETA)
Short StoryUn día, él envió un mensaje de texto, pero se equivocó de remitente. No se lo mandó a ella, sino que llegó a mi móvil, rompiendo mi corazón en miles de pedazos que aún no he podido recoger. Hoy, un mes después, sigo intentando superar aquel golpe, p...