El mar lo cura todo, eso dicen. Cicatriza y renueva. El mar es vida, es profundidad, es libertad, es agua salvaje que lo llena todo sin pedir permiso y sin esperar una respuesta.
El mar nos hizo de nuevo uno solo, nos recogió del suelo para hacernos volar con la brisa. Nos cubrió con su arena, suave y clara, sacando de nuestros poros todas las impurezas.
El mar nos devolvió la vida, nos sacó del encierro para hacernos libres. Y corrimos sin detenernos por sus interminables costas, escalamos palmeras, atrapamos estrellas y nos hicimos con ellas un collar de luz.
Cómo no amar al mar, si nos salvó matando las tristezas. Nos reconcilió con nosotros mismos hasta que nuestras manos se entrelazaron en una unión que parecía indestructible. Nos llenó de esperanzas, de nuevos horizontes. Esos que solo se ven en el atardecer colmados de colores, soportados sobre una alfombra de infinidad, que conmueve.
Ese mar que nos hizo uno, siempre está despierto rugiendo su bravura. Ese mar que nos llena, que invade nuestros sentidos sin dejarle espacio a la cordura, que nos ensordece para no escuchar los ruidos que nos separa, que nos encandila con su belleza sin darnos permiso a mirar hacia otro lado.
Ese mar celoso que así como todo se lo lleva, así lo devuelve si le da la gana. No pide permiso y espera respuesta. Es terco y obstinado, pero también vengativo. Sin embargo nos tiene aquí, hechizados, atrapados en la magia de su brillo hasta que encuentre otra distracción.
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No me falles, otra vez... (COMPLETA)
Short StoryUn día, él envió un mensaje de texto, pero se equivocó de remitente. No se lo mandó a ella, sino que llegó a mi móvil, rompiendo mi corazón en miles de pedazos que aún no he podido recoger. Hoy, un mes después, sigo intentando superar aquel golpe, p...