¿Quieres saber algo de mí? Me lo pediste esta tarde en el café, pero no pude responderte. Había pasado el día planificando una estrategia para rechazarte y sin embargo, las palabras se me quedaron tan atoradas en la garganta al verte, que no pude ni siquiera responderte el saludo.
Sigues tan hermoso, tan jovial, tan libre... tus ojos negros continúan hechizando a mi voluntad, me dominan y me vuelven sumisa. Solo fue un encuentro entre amigos, como lo prometiste, pero yo quise utilizarlo para darle punto final a esta relación, ya que no puedo ser tu amiga.
No soy capaz de verte de otra manera, aún no. Aunque para ti fue fácil.
"Cuéntame algo de tu vida", me pediste luego de relatarme algunos trozos de la tuya, pero solo a nivel familiar. Yo no fui capaz de decir nada, solo bajé el rostro saturado de emociones ahogándome en el café que aún quedaba en mi taza.
¿Qué decirte? ¿Que terminé siendo como una flor diente de león, que con la brisa vuela indetenible y sin destino alguno? No tengo fuerza para cesar mi sufrimiento, ese que me quema por dentro, volviendo a mis emociones cenizas.
Cuando te marchaste guardé en una caja todas tus cosas, como tus cuadernos y el cepillo de dientes. ¡Era el final!
Quité todo el polvo de las repisas y acomodé sobre la cómoda mis artículos personales, sin dejarles espacio a otros. Esto no lo atravesaría por segunda vez. Abrí la ventana para que entrara el aire invernal y se llevara consigo tu aroma, pero nada resultó. En realidad, te quedaste tallado en mi corazón y en mi memoria.
Me habría gustado haberte dicho eso esta tarde, escupirte en la cara todos los reproches y las tristezas que tengo apresadas en el alma. Pero no fui capaz y tú tomaste de manera tan dulce mi silencio que solo pudiste suspirar con cansancio y tomar mi mano... esa que había dejado sobre la mesa de forma descuidada, sin protección.
Ese contacto deshizo todas mis barreras, abrió el túnel inmenso en el que se había convertido mi pecho, sacando a la luz mis miedos, alegrías y añoranzas.
Como siempre, supiste aprovechar el momento. Por eso ahora te tengo aquí, en mi cama, acostado boca abajo sobre mi almohada. Desnudo como Adán, tan provocativo y adictivo, una manzana fresca dispuesta para mi deleite.
¿Cómo alejarte de mí?
ESTÁS LEYENDO
No me falles, otra vez... (COMPLETA)
Short StoryUn día, él envió un mensaje de texto, pero se equivocó de remitente. No se lo mandó a ella, sino que llegó a mi móvil, rompiendo mi corazón en miles de pedazos que aún no he podido recoger. Hoy, un mes después, sigo intentando superar aquel golpe, p...