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Christopher la aprisionó con fuerza hasta tenerla justo donde quería, sin pensar en lo que hacía, en lo que estaba pasando a su alrededor.
Agarró sus caderas sin dejar de besarla, estrujando la carnes de sus glúteos, de ese trasero con el que había soñado varias noches, sintiendo que en cualquier momento iba perder el control apretando su cuerpo, sintiéndolo otra vez, ese tacto que había anhelado desde que la vio en el primer momento ; todo tan rápido, delicioso y abrumador.

El beso continuó por unos minutos más, cada uno intentando expulsar ese deseo que existía entre ambos. No sabían exactamente cuánto habían durado, más un gemido por parte de ella lo apartó de su fruición. Debía controlarse pues no estaban en un lugar muy privado, cualquiera que decidiera dar un paseo por allí, podría verlos y eso sería muy perjudicial si llegase a ocurrir.

En medio de mordidas suaves, se fue alejando de sus labios, ejerciendo toda su fuerza de voluntad, deseoso de más, Christopher pasó su lengua por esa carnosa y delicada boca que se encontraba hinchada por el asalto que había existido, tan carnal y paradisíaco.

Samantha lo observaba con la respiración agitada, su pecho subiendo y bajando con rapidez y con algunos mechones desordenados. Esa sola imagen fue bastante para sentir de nuevo el impulso de besarla, sin embargo, sabía que debía contenerse.

El bulto en sus pantalones presionaba de forma dolorosa y la imagen de sus pechos y ese rostro angelical y seductor hasta lo indecible, no ayudaba a que disminuyera. La castaña lo observaba con toda la pasión destellando en sus ojos avellana, que parecían querer consumirlo; él también lo deseaba e incluso podría decir que aún más que ella, pero su cordura lo obligaba a alejarse, pronto habría tiempo para disfrutarse el uno al otro.

-No sabes lo que daría por tomarte justo contra esta pared, ahora - Habló él recuperando el aliento, observando a la castaña humedecer sus labios - Pero nos pueden ver

-¿Así que te preocupa que te vean conmigo?

-No tengo idea de cuál sería el encabezado de todos los periódicos de la ciudad si ven a la hija menor de edad de Antonio Rogers conmigo. Un hombre adulto e hijo de Leonardo Vélez, y tampoco quisiera descubrirlo - Samantha se limitaba a detallarlo con una ceja enarcada, mientras organizaba su vestido que se había arrugado debido al beso desenfrenado.

-¿Y qué es lo que pretendes entonces? Es claro que los dos queremos esto y también el hecho de que es imposible controlar el deseo - El castaño sonrió al escucharla aceptar que también lo deseaba como él.

-Nunca dije que debíamos controlarnos, mucho menos que yo lo haría - Le guiñó un ojo con coquetería y la besó con impetuosidad, beso que ella respondió con el mismo arrebato -, Pero... - Continuó luego de recuperar el aliento - Ahora corremos el riesgo de que nos vean y no estoy dispuesto a que eso pase. Dame tu número, yo te llamo.

Samantha sabía que tenía razón, no debían exponerse de esa forma, no cuando ella aún era menor de edad y peor aún, la hija de Antonio Rogers. Debían mantenerse a raya frente a los demás, no podían estar por ahí demostrando el frenesí que se destraba entre ellos.

-Nos vemos luego, señor Vélez - Se despidió con un guiño y se marchó bamboleando las caderas luego de dictarle su número mientras él la observaba con una sonrisa ladeada.


...

La noche transcurrió con normalidad después de ese beso arrebatado que compartieron, la muestra de que la lujuria que existía entre ambos, el desenfreno, era imposible controlarlo. Quizás sólo necesitaban un par de noches para extinguirlo y era eso lo que ambos buscaban.
Christopher se marchó una horas después, despidiéndose cordialmente de Amber, Antonio y demás invitados, por supuesto de ella también, sin dedicarle más que unas cortas palabras para luego ignorarla, tal como hacía ella.

Embriagador Deseo || Christopher Vélez  || ADAPTACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora