13: inocencia.

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El tintineo de la campana apuntaba la llegada de un nuevo cliente al ese café situado entre un montón de edificios de la estruendosa ciudad de seul. El lugar era tan caliente y hogareño que lograba olvidar a cualquier persona del estrés con el delicioso aroma a café impregnado en el lugar y la banda sonora de jazz que comenzaba a tocar a la hora exacta en que Jeno llegó.

Disimuladamente aflojó un poco su corbata, aún no se acostumbraba a llevar una, pero acababa de salir de una charla sobre derechos humanos en el corazón de la gran ciudad y lo único que le provocaba era una taza de café aún así fueran casi las diez de la noche.

Jeno había obtenido su diploma en la carrera de trabajador social y mudado a Seul en busca de nuevos horizontes y oportunidades. Consiguió un trabajo especializado en su carrera y empezaba la semana siguiente. Ese sábado se la había pasado en gangnam en la conferencia que le pareció realmente buena para nutrir su conocimientos acerca del tema.

El mesero llegó de inmediato con la carta y Jeno muy cordial le agradeció. Irene le había enseñado muy buenos modales y a ser una persona educada. Pidió una taza de capuchino con algunas galletas de mantequilla, sus favoritas.

Se dedicó a observar la banda de jazz que tocaba en el escenario que se encontraba a metros de él, volteó su mirada al ventanal a su lado y vio las gotas de lluvia cayendo en el vidrio que le separaba del exterior. Esperaba que no lloviera por mucho tiempo, no había traído un paraguas aunque de todos modos no sería nada difícil llamar a un taxi al frente del local sin quedar empapado.

Cerró sus ojos y cuando los volvió a abrir tenía mágicamente su mirada posada en el cliente al frente suyo. Estaba en la mesa de al frente y casualmente con vista a Jeno. El comensal estaba leyendo un libro y parecía no despegar su mirada de este, seguramente debía ser realmente interesante, Jeno había leído un montón de libros y se consideraba una persona culta. Despegó su mirada del desconocido, pero no pudo evitar posarla en él de nuevo cuando levantó su cabeza para tomar un sorbo de su taza de café.

A Jeno se le hacía parecido ese rostro, pero si no tuviera su cara oculta tras aquella taza podría apreciarlo mejor. Cuando terminó de tomar lo último que quebaba de la taza el desconocido de cabellos caramelo miró desinterado al ventanal y luego volvió a poner su vista al frente, cruzándose con los potentes ojos oscuros de Jeno que no paraban de mirarle con sus labios entre abiertos, que poco a poco se fueron abriendo más al reconocer perfectamente a esa persona.

El de cabellos caramelo no terminaba de comprender por qué el asombro del joven con traje, tenía una expresión de confusión en su rostro ¿Por qué no paraba de mirarle? ¿Acaso tenía algún sucio en la cara? Jeno al ver que él seguía sin comprender la situación soltó una pequeña risa y desvío su mirada al ventanal por unos segundos y nuevamente le miró, sonrió con su reconocible eyesmile y el chico abrió la boca de la sorpresa tanto como Kim lo había hecho.

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