—Siento que me falta el aire. Las piernas se me paralizan y el frío viene arrastrándose como un puto zombi. Para clavarme sus putas garras sangrientas.
—Ya. ¿Por qué me estás diciendo esto.
—Empollón de mierda —murmuro—. Saca la cabeza del libro, huevón, escúchame.
Cierra el libro de golpe. La cara se le pone roja a lo estrangulado.
—Deja de llamarme empollón.
—¿Qué importa? Te estoy hablando de una huevada grave.
—¿Y qué quieres que haga? Anda a un loquero, qué se yo. No soy médico ni siquiatra.
—Pendejo de mierda sublevado.
Se levanta del sofá. Si me levantara ahora mismo no me llegaría ni al pecho. Huevón, ¿Cuándo creció tanto? Me maravillo con ello y, al mismo tiempo, me molesta. Le sonrío, pero no me la devuelve. Está enfadado. Las manos le cuelgan lánguidas a los costados.
—No me denigras llamándome pendejo, para qué sepas. Todo ha sido muy duro para nosotros. Ahora no puedes venir a intentar ser mi amigo después de irte. —Aprieta los labios—. Borracho de mierda. Anda a Alcohólicos anónimos, a mí no me molestes.
Le agarro el brazo y lo empujo al sillón. Se queja y luego se queda quieto.
—Escúchame, huevón, ¿piensas que me fui porque quería? ¿Qué mierda te han dicho?
Se encoje. Ahora se ve chiquitito, cansado. Lleva ambas rodillas hasta su pecho y oculta su cara.
—Marcos —lo llamo.
—Tengo miedo —dice.
—¿De qué?
—De muchas cosas. Principalmente de que mandes todo a la cresta de nuevo. Que mamá se enferme por salir a buscarte en la madrugada. De que robes la plata para la comida y la uses para la mierda que te metes por las narices. De tomarte cariño para que solo te vayas y no te importe una reverenda mierda.
Suspiro y me recuesto.
—Esas son muchas cosas para tenerles miedo, Huevoncito.
—Que me hables de putos zombis. Lo odio.
—Ya. Entiendo.
—No, la verdad es que no.
Me río a lo seco, a lo gastado. Mi risa está desarticulada, tengo que arreglármelas para armarla. Tremendo trabajo. Me quedaría sin sonreír, huevón, por toda la eternidad. Esta huevada me está devorando.
Me inclino hacia adelante y suelto las tripas.
—Ay —dice con una risilla nerviosa—. Eso no lo extrañaba para nada.
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Un elefante se balanceaba
FanteziePuede ser lo que tú quieres que sea, de verdad, lo que tú quieras. .............Relatos............ ------------------------