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Esta sensación de abismo se repetía cada fin de semana cuando Diana y Charles tomaban el tren con su niñera desde Norfolk a la estación de la calle Liverpool en Londres, donde los esperaba su madre. Al rato de llegar al departamento de Belgravia, siempre se repetía la misma escena en la que su madre se echaba a llorar. "¿Qué ocurre, mamá?", le preguntaban a coro, a lo que ella invariablemente contestaba: "Es que no quiero que se vayan mañana". Era como un rito en el que terminaban con un profundo sentimiento de culpa y una gran confusión. Las vacaciones, divididas entre sus dos padres, eran igualmente sombrías.

En 1969, la tensión disminuyó cuando Peter Shand Kydd fue presentado oficialmente. Lo conocieron en la plataforma de la estación durante una de las visitas de fin de semana que hacían a Londres. Buen mozo, sonriente y vestido de traje y corbata, provocó un revuelo, sobre todo cuando su madre les contó que se habían casado esa mañana.

Peter, que había hecho su fortuna en la fábrica familiar de empapelado, era un padrasto generoso, desmotrativo y tranquilo. Después de un breve período en Buckinghamshire, los recién casados se mudaron a una casa sin pretensiones en los suburbios, llamada Appleshore, en Itchenor, sobre la costa oeste de Sussex, donde Peter, un veterano de la Armada Real, llevaba a los niños a navegar. Permitía que Charles usara su gorra de almirante; de allí nació su apodo "El almirante". A Diana la llamaban "la duquesa", sobrenombre por el que aún la llaman sus amigas. Tal como explica Charles: "La razón por la que Diana no es una malcriada es precisamente porque estábamos expuestos a dos estilos de vida diferentes. No todo eran casas majestuosas con mayordomos. La casa de mi madre era un lugar común y corriente y en las vacaciones pasábamos la mitad del tiempo con nuestra madre, de modo que vivíamos en un ambiente de relativa normalidad durante buena parte del año".
Tres años más tarde, en 1972, los Shand Kydd compraron un terreno de cuatrocientas hectáreas en la isla de Seil, al sur de Oban, en Argyllshire, donde aún vive la señora de Shand Kydd. Cuando los niños llegaban para pasar el verano, disfrutaban de una vida paradisíaca, pescando caballas, buscando langostas y navegando y, cuando el tiempo lo permitía, comiendo en la playa. Diana hasta tenía su propio poni, al que llamó Souffle. Fue cabalgando que Diana de rompió un brazo, lo que le hizo sentir temor a andar a caballo. Estaba andando en su poni, Romilly, por el parque Sandringham cuando el caballo perdió equilibrio y Diana se cayó. Aunque le dolió, al parecer, no le había pasado nada, de modo que dos días después se fue a esquiar a Suiza. Durante esas vacaciones, el brazo estaba tan fláccido que la llevaron al hospital para que le sacaran una radiografía. Allí le diagnosticaron una enfermedad bastante común entre los niños, por la cual los huesos se vuelven tan flexibles que en vez de quebrarse se doblan. Un médico le vendó el brazo, pero cuando quiso volver a andar a caballo su puso muy nerviosa y abandonó el intento. Hoy día Diana cabalga, pero prefiere la natación o el tenis porque, al vivir en el centro de Londres, resultan deportes más cómodos.

Diana se destaca en natación y baile. Estas dos actividades le resultaron muy útiles cuando su padre la inscribió en el  colegio Riddlesworth Hall, a dos horas de Park House. Diana quiso mucho ese colegio, al que llegó a sentir como un hogar que compartía con ciento veinte niñas. Sin embargo, su primera reacción cuando la llevaron allí fue a sentir que la estaban traicionando. Diana tenía nueve años y sintió mucho el tener que desprenderse de su padre. Con su modalidad maternal, ella lo mimaba mucho mientras él intentaba recomponer el rompecabezas de su vida. Los niños vivieron como una señal de rechazo su desición de enviarlos a vivir un mundo lejos de su hogar. Diana lo amenazó diciéndole que "si me quisieras, no me enviarías ahí", mientras que su padre se empeñaba en explicarle con suma suavidad los beneficios de asistir a una escuela en la que se enseñaba ballet, natación, equitación y donde podía tener a su querido Peanust, su conejillo de indias. Su mascota había obtenido el premio de la exhibición de Sandringham por su pelaje ---"tal vez porque era el único candidato", observa Diana con frialdad--- y tiempo después ganó la copa Palmer del rincón de las mascotas en su nuevo colegio.
Su padre también le dijo que allí estaría con muchas de sus amigas. Alexandra Loyd, su prima Diana Wake-Walker y
Claire Pratt, la hija de su madrina Sarah folk, cerca de Diss. Sin embargo, cuando la dejó, con la valija identificada con su nombre, aferrada a su hipopótamo verde ---se les permitía llevar un solo muñeco--- y con Peanust, su padre experimentó un profundo sentimiento de pérdida. "Fue un día terrible... la sensación de perderla", dice.

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