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"Llámame Señor"

Fue un romance insólito desde todo punto de vista. No fue hasta después de formalizado el compromiso con su Alteza Real el Príncipe de Gales que Lady Diana Spencer fue autorizada a llamarlo "Carlos". Hasta entonces se había limitado a un recatado "Señor". El la llamaba por el nombre, que era lo correcto en el círculo del príncipe Carlos. Con la misma formalidad lo había tratado su hermana Sarah durante la relación de nueve meses que había mantenido con el Príncipe. "Era natural" recuerda. "Y lo que correspondía, de lo contrario me lo hubieran señalado."

Diana apareció en la vida del entonces soltero más codiciado del mundo durante el romance que mantuvo con su hermana. El encuentro histórico sucedido en noviembre de 1977 no tuvo nada de auspicioso. Fue un fin de semana en el que Diana no permaneció en su colegio de West Heath. Le presentaron al Príncipe en un sembradio cercano a Nobottle Wood, mientras se desarrollaba un día de caza en la propiedad de Althorp. El Príncipe, que estaba acompañado de su fiel perro, el labrador Sandringham Harvey, es considerado uno de los mejores tiradores del país y por lo tanto estaba más interesado en la cacería que en conversar. Diana, que vestía camisa a cuadros, una campera de se hermana, pantalones de corderoy y botas de lluvia, pasó inadvertida. Se mantuvo alejada, consciente de que sólo la habían invitado para hacer número. El centro de la atención era su hermana Sarah, quien más tarde dijo, quizá con un poco de malicia, que había hecho el papel de la "Cupido" entre su hermana menor y el Príncipe.

Si la primera impresión que causó Diana en aquel fin de semana decisivo fue la de "una joven de dieciseís años simpática, atractiva y llena de alegría", por cierto que su hermana mayor nada tuvo que ver. En ese entonces, Sarah consideraba que Carlos era de su exclusiva propiedad; quien amenazara con arrebatárselo debía enfrentarse a la rutinalante pelirroja que no duraría en sacar a relucir su instinto competitivo a la hora de retener a un hombre a su lado. De todos modos, el pretendiente de Sarah no logró impresionar mucho a Diana. Recuerda que le parecio "un hombre triste". Ese fin de semana, los Spencer dieron un baile en su honor y fue evidente que Sarah se deshizo en atenciones. Diana siempre les ha dicho a sus amigos: "Me mantuve a distancia. Estaba algo gorda y sin maquillaje, para nada elegante. Pero hice mucho alboroto y al parecer eso le gustó".

Cuando terminó la cena, tan bien le había caído Diana al Príncipe que éste le pidió que le mostrara la sala de pinturas de más de treinta metros de largo, una de las mejores colecciones privadas de arte en Europa. Pero Sarah insistió en que ella sería su guía "exclusiva". Diana se dio por aludida y se marchó.

El comportamiento de Sarah distaba de ser el de una "Cupido". Mientras tanto, Diana se sorprendía por toda la atención que Carlos le dedicaba. Después de todo, era el novio de su hermana. Carlos y Sarah se habían conocido en Ascot en junio de 1977, momento en que Sarah cicatrizaba las heridas producidas por la ruptura de su romance con el duque de Westminster. Por esos tiempos padecía anorexia nerviosa, una enfermedad que provoca la pérdida de peso y que, según sus amistades, se había desencadenado a raíz de aquel fracaso amoroso. Una de sus amigas dice: "Sarah tenía que ser la mejor en todo. Tener el mejor auto, dar la respuesta más inteligente y lucir el mejor vestido. Adelgazar formaba parte de su naturaleza competitiva; tenía que ser la más delgada de todas".

Aunque ese fracaso haya precipitado la enfermedad, los expertos en transtornos alimentarios señalan que el origen se retrotae al seno de la familia. La mayoría de las afectadas son jovencitas con personalidad muy fuerte que proviene de familias con problemas. Para ellas la comida es una manera de controlar el cuerpo y a la vez el caos que las rodea. Las anoréxicas, que siempre recurren a subterfugios para evitar la comida, se ponen tan delgadas que llegan a perder el ciclo menstrual y, en consecuencia, tienen dificultades para quedar embarazadas. Cuatro de cada diez, mueren.

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