Capítulo 1: Renacimiento. Parte 3

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–Parte 3–

Rayleigh

El número de víctimas crece cada vez con más y más rapidez. Es increíble que una plaga pueda esparcirse con tanta violencia, arrebatando la vida de las personas tanto aquí como en tierras lejanas. Es inminente que a mí también me llegue. Sólo espero que al menos mi familia logre salvarse. Es lo único que me queda...

Memorias del Hundimiento. Pasaje extraído de un diario anónimo.

Ya se había hecho de noche en la zona de residencia, donde todos los habitantes tenían su casa propia y se acercaba la hora de la cena. La gran mayoría ya había acabado sus respectivas tareas en la zona de trabajo y era momento de un merecido descanso junto a sus familias. Sólo unos pocos quedaban allí abajo en Caelum realizando labores que sólo podían llevarse a cabo durante la noche, como ciertos cultivos y mantenimiento.

El muchacho, como solía hacer en muchas ocasiones, surcaba el cielo nocturno, rodeado de miles de estrellas que parecían saludarlo con su gentil y noble resplandor. Muchos jóvenes optaban por utilizar las chaquetas aerodinámicas para poder emprender sus viajes a distintos puntos de la ciudad. No había ni uno solo de ellos que no sintiese aunque sea una mínima sensación de adrenalina en cada célula de su cuerpo mientras volaban como aves libres por el inmenso cielo azul.

Sora observaba fijamente el infinito universo que tenía frente a sus ojos aquella noche. Solía alzar una mano en aquella dirección, intentando alcanzar las lejanas estrellas que podía apreciarse en la bóveda nocturna. Era una sensación maravillosamente relajante, como si el aire de ese lugar formase un delicado y suave colchón sobre el que su cuerpo se recostaba sin preocupación alguna al mismo tiempo que sentía que se fundía con el mundo que podía ver.

Siempre se había preguntando qué habrían sentido todos aquellos que lo antecedieron si hubiesen logrado llegar tan lejos. Hubo ocasiones en que había tratado el tema durante las clases, pero nadie podía estar seguro de lo que decían. Solía preguntarse cómo habría sido la vida de las personas en el Mundo Antiguo; qué pensarían si vieran todo lo que había logrado en más de quinientos años; cómo habrían sido sus vidas si las cosas no hubiesen salido tan mal como en aquel tiempo.

Ya se encontraba muy cerca de su hogar. Dio la vuelta suavemente sobre el manto de aire y observó la gran cantidad de luces que salían de las casas bajo él. Todas tenían muchas características en común, como las dimensiones. Las únicas diferencias eran algunos pequeños detalles arquitectónicos y los arreglos que cada persona quisiera darles en el interior. Se había decidido de esa manera para evitar grandes diferencias entre los pobladores y para mantener la igualdad entre ellos.

Sora se inclinó delicadamente hacia abajo y comenzó a descender hasta la calle principal como si de una pequeña pluma se tratara. Una vez que tuvo los pies firmes sobre la tierra nuevamente, dio unos pocos pasos hasta su hogar. A pesar del enorme parecido entre moradas, cada una mostraba una pequeña placa en la puerta con un número que las identificaba individualmente. Podían apreciarse con mayor claridad gracias al destello de las luces que emanaban las lámparas de la calle. Los únicos lugares que permanecían oscuros eran aquellos que aún estaban aún en obras de construcción.

La casa con el número 101 en la puerta se encontraba a pocos metros de donde había descendido el muchacho. Se dirigió tranquilamente allí e ingresó sin más al interior de su hogar.

-¡Ya llegué, mamá! –exclamó Sora desde el pasillo.

Además del cálido saludo de la mujer, el joven recibió la bienvenida de alguien más. Tras oír su voz, salió corriendo del comedor y se dirigió con mucho entusiasmo y alegría por el pasillo hacia donde se encontraba parado.

Celestia, 523 d.H.Where stories live. Discover now