Capítulo 2: Libertad. Parte 3

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–Parte 3–

Los restos del tiempo

Se acabó. No tenemos forma alguna de escapar de esto. Nos ha superado por completo. Aun si alguien, quien sea, en alguna parte, logra huir, no llegará lejos. No tenemos donde ir. Todo desaparece. Ya no queda lugar para nadie... El Mundo finalmente nos responde. Ya no nos quiere en él...

Memorias del Hundimiento. Pasaje extraído de un diario anónimo.

Faltaba poco para las tres de la tarde de aquel día. Todos los jóvenes del salón se encontraban sentados en sus respectivos pupitres, ordenados en forma semicircular, frente al escritorio del profesor. La maqueta virtual de Celestia, en la que se apreciaban las tres zonas de Caelum, Rayleigh y Sawel, se erguía en el centro donde coincidían todas las miradas de los presentes.

-Bueno. –dijo el profesor Langdon a la clase. –Antes de continuar, quisiera saber si alguien tiene alguna duda de lo que hablamos la última vez.

Una de las alumnas levantó la mano.

-¿Sí, Anaya?

-No me quedó claro cómo funciona el reloj que mencionamos la última vez...

Langdon le sonrió. Alzó su muñeca para que todos pudieran apreciar el reloj que llevaba puesto. Parecía simplemente una pequeña placa plateada con una correa negra. Sin embargo, bastó con un solo toque del dedo del hombre sobre ella para que apareciera una especie de tablero virtual transparente, que provenía de la pequeña placa como si de un rayo de luz se tratara. En ella, se apreciaban diferentes números y signos, pero lo que más llamó la atención de la mayoría era la secuencia de números que variaban por cada segundo que pasara.

-¿Todos ven el contador que tenemos aquí? –inquirió el profesor señalando los tres números que tenía en frente. –Estos números que ven aquí son mis Horas. ¿Alguien recuerda lo que eran?

Esta vez, fue uno de los muchachos quien respondió la pregunta.

-¿No es la cantidad de tiempo que una persona ha estado trabajando?

-¡Correcto, Dan! –afirmó el profesor con una sonrisa. –Si se fijan bien, podrán ver que la pantalla de mi reloj marca treinta y seis horas, diecinueve minutos, treinta y dos segundos, y contando. Lo que este dispositivo hace en llevar un registro de los impulsos nerviosos producto de un determinado labor o esfuerzo. En este caso, mi reloj está llevando la cuenta de la cantidad de tiempo que llevo dando clase desde hace unos cuantos días.

-Pero profesor. –interrumpió una de las muchachas del grupo. -¿Qué ocurre con el tiempo que una ya ha trabajado anteriormente? ¿Se pierden o algo así?

Langdon volvió a mostrar una sonrisa.

-Buena pregunta, Laura. –respondió. –No. Las horas previamente trabajadas no se perderán. El contador de cada reloj se reiniciará a principios de cada mes. Las Horas que uno ha trabajado durante ese tiempo se almacenarán en una base de datos administrada en SOL, además de que guardará una copia de seguridad en el domicilio de cada uno.

Un muchacho del salón levantó la mano ni bien el profesor terminó de hablar.

-¿Cuál es tu pregunta, Mijaíl?

-¿Qué ocurriría si olvido el reloj mientras estoy trabajando? ¿Esas Horas no serán reconocidas?

-¡Otra gran pregunta! –exclamó Langdon. –No. No es necesario llevar el reloj a todos lados, excepto si uno quiere, por supuesto. Aún si uno lo olvida o lo deja en su domicilio, no habrá ningún tipo de problema. Cada reloj es único, ya que registra hasta los más pequeños componentes de la estructura anatómica y celular de cada persona.

Celestia, 523 d.H.Where stories live. Discover now