Capítulo 2: Libertad. Parte 1

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–Parte 1–

El flujo del tiempo

Nadie puede creer todo lo que está sucediendo. Nunca jamás pudo haber alguien capaz de concebir tantas desagracias sucediendo al mismo tiempo. Ya nadie está a salvo. Ya no quedan esperanzas. Entre gritos y llantos, aquella frase tan desgarradora se expande violentamente y sin límites de boca en boca: "Dios nos ha abandonado". Una impensable realidad...

Memorias del Hundimiento. Pasaje extraído de un diario anónimo.

El joven se hallaba sentada bajo la sombra de un gran árbol bañado por la luz del brillante sol de aquella tarde. La mayoría de los habitantes ya sabía, muy a su pesar, que sólo una mínima cantidad de aquellos eran verdaderamente naturales, mientras que los demás eran simplemente artificiales, creados por el hombre con las más avanzadas herramientas a sus disposición. El proceso de revitalización forestal había demostrado ser increíblemente duro y difícil, sin mencionar su destacada prolongación en el tiempo. Era un deprimente reflejo de lo que había sucedido tiempo atrás.

Sora solía disfrutar de la compañía de un buen libro en un ambiente natural, sobre todo en sus ratos libres o un tiempo después de sus clases. No sólo le interesaban las historias de ficción; también le llamaba la atención aquellas libros que trataran anécdotas o hechos del Mundo Antiguo. No era la única persona a la que le gustaba investigar cómo era la vida en aquella época tan lejana, aunque lamentablemente no disponían de mucha información; sólo aquella recopilada de libros y documentos varios rescatados de aquel tiempo.

El pequeño dispositivo que Sora había colocado en su regazo despedía un tenue rayo de luz color celeste que culminaba en el reflejo de un libro virtual frente a sus ojos. La imagen era increíblemente realista, a tal punto que podría confundirse con uno real, aunque a nadie le quedaban dudas de que no era así. Aquel proyector era una de las pocas maneras que tenían los habitantes de experimentar, aunque sea mínima y digitalmente, la sensación de tener un trozo de papel entre los dedos, ya que no era una práctica común en aquel lugar. Además de su poca practicidad, su fabricación dañaría aún más el ambiente que habían logrado crear.

El muchacho solía leer un poco de varios temas cada vez que dedicaba tiempo de ocio a ello. Generalmente seleccionaba un tópico, leía un poco al respecto y elegía otro. Siempre solía hacer los mismo, excepto en aquellas ocasiones en las que realmente le apasionaba introducirse más en el tema. En su opinión, era una de las maneras más rápidas y eficaces que tenía de aprender cosas nuevas e incorporarlas. Ese día había iniciado con un tema que le interesaba mucho interpretar e imaginar en el pasado. Daba vuelta las hojas del libro virtual con gran suavidad a medida que leía su contenido.

Dios creó al hombre a su imagen. A diferencia de los animales, que actúan principalmente por instinto, nosotros somos semejantes a nuestro Creador.

¿En qué sentido? Por un lado, podemos reflejar cualidades divinas, como el amor y la justicia. Y al igual que él, tenemos libre albedrío.

Sora leyó atentamente aquellas palabras procedentes de un tiempo ancestral. Muchas veces se cruzaba con temas que eran muy diferentes, incluso incompatibles, con la época en la que vivía.

-¿Éstas eran las cosas en las que muchos creían antiguamente? –se preguntó Sora con suma curiosidad. –Pero los animales son seres vivos al igual que nosotros. Están vivos, tienen alma, son un ser. ¿Por qué razón los separarían? Ellos también aman y sufren como nosotros, e incluso defienden a los suyos...

Celestia, 523 d.H.Where stories live. Discover now