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Tranquilo, corazón, se dijo Renato, sus labios aún hormigueando. Es un divino.

"Yo soy versátil." Gabriel lo miró, con la ceja se arqueada de nuevo.

El castaño asintió. "Yo igual." Para vos, lo que sea.

Su compañero le guiñó un ojo, ese hijo de puta le alteraba la presión, y se miró al cliente de nuevo. "¿Vos sólo mirás? ¿O te vas a unir?"

"Sólo miro." La sonrisa de satisfacción del cliente se convirtió en una sonrisa diabólica que competía con la de Gabriel. "A menos que realmente me guste lo que veo."

"Que depende de si nos gusta lo que vemos." El rizado señaló la billetera de cuero sobre la mesa. "Uno de nosotros no es barato. Ir por los dos tiene un precio."

"Estoy dispuesto a pagar por lo mejor." El cliente le acarició la barbilla con el dedo índice. "¿Cuánto?"

"Cuarenta mil por una hora." El rizado ni se inmutó, pero el corazón de Renato dio un salto. ¿Tanto? Mierda. Gabriel había estado ahí el tiempo suficiente como para que le permitiera negociar su propio precio, siempre que Jardín Paraíso tuviera su parte, ¿pero cuarenta mil? Eso era más del doble de lo que a él normalmente le pagaban. Mucho más.

Rolex se opuso, sentándose un poco más derecho. "No estoy seguro de estar dispuesto a pagar tanto."

El brazo de Gabriel se deslizó sobre los hombros de Renato. "Bueno, eso es para vernos coger a ambos. Mil por un beso, veinte por coger. Podemos negociar los pasos intermedios."

Mierda, amigo. Si este tipo se arrepiente, ¿podemos ir a algún lugar y hacer todos esos pasos igual?

Los ojos del cliente se movían de uno al otro. "Les digo algo. Empiezo con veinte mil. Si me gusta lo que me dan, pagaré más."

Gabriel frunció los labios. Sus dedos tamborilearon en el hombro de Renato, y se concentró en la billetera sobre la mesa. El corazón del castaño latía cada vez más rápido. En esta altura, le importaba una mierda la plata. Había estado enganchado con Gabriel desde, Dios, ¿cuánto tiempo? Mierda, lo que Rolex no pagara, él estaba tentado a ponerlo él mismo. Le quedaba algo de plata, aunque la guardara como respaldo para cosas importantes como el alquiler. Maldita sea, Jardín Paraíso realmente necesitaba dar tarjetas de puntos o algo por el estilo.

Finalmente, el rizado lo miró. "¿Te parece bien a vos?" El chico asintió.

Al cliente, Gabriel le dijo: "Está bien. Veinte mil, y vamos subiendo de a cinco mil a partir de ahí."

"¿Qué me dan por diez mil?" Preguntó el cliente. "Lo que acabás de ver, redoblado," dijo el rizado. "Sin sacarse la ropa, nada de la cintura para abajo."

Rolex se mordió el interior de la mejilla, observando a ambos en silencio por un momento. Renato ya podía ver el porno mental dentro de la cabeza del hombre, y esperaba desesperadamente que fuera tan caliente como lo era en su propia mente. Y que se hiciera realidad en muy, muy poco tiempo.

Finalmente, el cliente habló. "Está bien. Trato hecho." Abrió su billetera y sacó diez mil pesos. Mientras los deslizaba sobre la mesa, dijo: "Tengo una habitación en el Park Tower. ¿Vamos? "

Gabriel no se movió. "¿Ya estuviste acá antes?" El cliente negó con la cabeza.

El chico hizo un gesto hacia el bar. "Verificación rápida de antecedentes y eso. Sólo lo básico. No vas a tardar mucho."

Rolex miró hacia el lugar, y Renato temía que las molestias lo desanimaran y lo hagan irse, pero entonces el hombre asintió y agarró su dinero. "Discúlpenme un momento, entonces. ¿Me esperan acá?"

Intercambio. [Quallicchio]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora