1/3

674 73 19
                                    

Gabriel estaba aburrido.

Al menos el trabajo había estado más estable este último tiempo en Jardín Paraíso, después de la calma durante las fiestas. Aparentemente, la elite adinerada había arreglado todas las quejas del año con regalos y tiempo en familia, y ahora podían gastar su dinero y sus noches con los caros trabajadores sexuales del lugar. Era genial para su billetera, pero en lo que respecta a Gabriel, lo único peor que ningún cliente era el mismo cliente cada maldita noche. Bueno, no exactamente el mismo tipo. Sólo un interminable desfile de clones que salían de la cortina negra en busca de un entretenimiento nocturno. Todos querían lo mismo, y todos sonreían y reían como si fueran la primera cara en pedirle que le chupara la pija o que se pusiera en cuatro. Aburrido.

"Me vendría bien otra ronda." Renato levantó su vaso vacío. "¿A vos?"

El rizado miró su propio vaso y se dio cuenta de que estaba casi igual. "Obvio. Yo busco la próxima." Las bebidas eran gratis, pero ellos se turnaban para luchar contra la multitud en el bar para pedir otro trago.

"Suena bien." El castaño se deslizó fuera de la cabina y se dirigió a la barra.

Gabriel lo miró, y no pudo evitar sonreír. Había algo sexy en el andar de Renato por estos días. Desde que comenzaron a trabajar juntos y unificaron sus clientes, el chico había ganado más de esa confianza necesaria, y eso se dejaba ver. Dios, era tierno y delicioso a la vez, y ese culo hermoso y pequeño en esos pantalones de cuero ajustados era la frutilla del postre. Incluso coqueteaba descaradamente con Raúl y los otros bartenders ahora.

Clientes y compañeros lo miraban por igual, chequeando su cuerpo ágil en todo ese precioso y apretado cuero. Mientras el rizado los observaba mirar a Renato, tanto su orgullo como un indicio de celos se hincharon en su pecho.

Miren todo lo que quieran, muchachos. Yo soy el que termina cogiéndolo.

Gabriel se estremeció ante el pensamiento. Incluso aunque era sólo una actuación para sus clientes y por hacer unos miles de pesos, disfrutaba muchísimo de estar con el castaño. Con un cuerpo así y una boca tan talentosa, ¿quién no lo haría? Incluso aunque ellos no supieran que Renato también era dulce, divertido, inteligente...

El chico volvió un momento después, con las bebidas en la mano, y se deslizó en la cabina junto a él.

"Gracias," dijo el rizado.

"No hay drama."

Gabriel deslizó su mano por debajo de la mesa sobre el muslo de su compañero en esa cabina sombría. Al menos las cosas se habían puesto más interesantes desde que empezaron a trabajar juntas. Satisfacer a un cliente mientras Renato miraba, o, mejor aún, cogerse al chico mientras el cliente miraba, eso alimentaba su interés. La mayor parte del tiempo, de cualquier manera. Últimamente, incluso eso se estaba volviendo repetitivo.

O más bien, frustrante. Tenían que concentrarse en complacer a sus clientes porque pagaban, y esos clientes casi siempre querían involucrarse en más que sólo sentándose a mirar, lo que significaba que el rizado nunca podía centrarse exclusivamente en Renato. Cuanto más hacían lo primero, él más quería hacer exactamente lo segundo. Lo que habría dado para que el castaño se quedara solo por un rato, lejos de la distracción y la interferencia de los tipos que mantenían sus billeteras bonitas y gordas. El chico de cola parada se había relajado mucho este último tiempo. Había estado saliendo de su caparazón desde que se habían asociado, y Gabriel quería saber qué más tenía bajo la manga.

Excepto que cuanto más suyo era, menos interesado parecía en el rizado. Últimamente, había sido estrictamente trabajo para él. Una actuación que podría haber hecho con cualquier otro compañero. Incluso había vuelto a tomar muchos clientes por su cuenta. A medida que más hombres se iban fijando en su compañero, Gabriel quería desesperadamente armarse de valor para sugerir que se salieran del trabajo y pasaran un poco de tiempo en su departamento, haciendo lo que ellos quisieran en vez de lo que otro quisiera que hicieran. Renato parecía disfrutar trabajando con él, pero ¿qué pensaría de acostarse con él gratis? ¿O simplemente pasar el rato y tener una conversación que no incluyera vigilar la puerta por posibles clientes? Gabriel podría jurar que hubo un pequeño flechazo al principio, y ahora se estaba reprochando a sí mismo por no haber dado el primer paso antes de que el chico perdiera el interés y lo enfocara a favor de clientes y dinero.

Intercambio. [Quallicchio]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora