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Renato levantó lentamente la pija de Gabriel, deteniéndose para girar su lengua alrededor de la punta una vez antes de mirar al cliente. "¿De quién? ¿Los suyos o los míos?"

Rolex tragó. "Tuyos."

El chico esperó a que el dinero se uniera a la pila creciente sobre el almohadón. Luego miró a su compañero. "Creo que eso se puede arreglar, ¿no?"

Gabriel se humedeció los labios. "Creo que sí. Sí." Por favor, sacatelós.

Renato se inclinó y le dio un ligero beso en la boca a Gabriel. Antes de que el chico pudiera entender o incluso intentar devolverle el beso, el castaño se puso de pie. Se mantuvo muy cerca, su ingle a centímetros de la boca de su compañero. Y, por supuesto, sus caderas se movieron. Dios, se movieron. Gabriel ni siquiera sabía si estaban en sintonía con la música. Ya ni siquiera podía escuchar la música. Solo sabía que Renato, con su movimiento circular y ondulado enfatizado por el golpe ocasional de cadera a un lado y al otro, lo volvía loco. No quería nada más que agarrar esas caderas, sujetarlas con fuerza e introducirse dentro una y otra vez hasta que Renato acabe y él alivie este dolor. La idea de hacerlo acabar -Dios, los sonidos que hace cuando se viene- sólo empeoraron las cosas, y Gabriel sostuvo los costados de la silla con tanta fuerza que pensó que iba a arrancar un pedazo de madera.

Así como había hecho cada cosa esta noche, el castaño hizo una exhibición deliberada y calculada para desabotonarse y bajarse el cierre de los pantalones. A Gabriel le dolía la mandíbula de apretar los dientes, observando la cremallera separando un diente a la vez. Debajo de ella, la erección de Renato se tensó contra el cuero, esperando a ser liberado, y la boca del rizado se hizo agua. Juró que ya podía escuchar al cliente diciéndole que chupara esa pija, y él estaba más que dispuesto a obedecer así hubiera o no dinero involucrado.

Los pantalones de cuero ajustado no se desprendían fácilmente ni con suavidad, pero mierda que Renato no había recibido ese aviso. Deslizó sus manos por debajo de la cintura, enganchó sus pulgares sobre ella, y empujó hacia abajo, usando sus movimientos de cadera interminables para salirse del pantalón. Con un meneo alucinante, liberó su gruesa erección, y Gabriel creyó oírse a sí mismo susurrar 'la puta madre' mientras el chico seguía quitándose el cuero de sus piernas tonificadas.

Un movimiento a su lado atrajo su atención, y le lanzó una mirada a Rolex. El cliente estaba acariciando lentamente su ingle a través de sus pantalones mientras observaba, con la boca abierta. Sus ojos se dirigieron hacia los de Gabriel, estrechados por algún pensamiento que ambos entendían, y estaba seguro de que vio un desafío ahí.

De ninguna manera voy a acabar antes que vos.

Te está volviendo loco, ¿verdad?

Gabriel sonrió. Hacé que lo haga.

Se volvió hacia Renato justo a tiempo para verlo salir de su última puntada de ropa. Era imposible decir si el chico se detuvo para dejar que Gabriel apreciara la vista, o si el tiempo de verdad se había detenido, pero el rizado sólo lo miró fijo. De pies a cabeza, absorbiendo cada centímetro de músculos delgados y poderosos, caderas estrechas, abdominales esculpidos y con esa delgada línea de vellos que iba desde su ombligo hasta su pija, la que estaba acariciando con su mano elegantemente.

Lo miró a la cara. La piel de Renato estaba enrojecida, y... esa sonrisa. Mierda. Él tenía todo el control en este momento, y lo sabía. Gabriel no tenía un hueso sumiso en su cuerpo, pero si el chico era así cuando estaba a cargo, no había mucho que él pudiera hacer si Renato chasqueaba sus dedos y lo pedía.

Mierda, ¿qué me pasa?

El castaño dio un paso hacia adelante y el tiempo volvió a ponerse en movimiento. Puso una rodilla desnuda en la silla frente a Gabriel, su muslo casi tocando sus bolas expuestas, lo suficientemente cerca como para compartir algo de calor corporal, y luego puso las manos en el respaldo de la silla mientras se inclinaba para acercarse. "¿Te gusta lo que ves?"

Intercambio. [Quallicchio]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora