Wolfie 💥 Min Yoongi.

12.

Volví a mirar mi reflejo en el espejo, me sentía lo suficientemente preparada para irnos a la fiesta.

Cuando Dae aparcó el coche frente a la casa había una multitud de gente en la entrada, muchos borrachos.
Salimos del coche y entramos buscando a los chicos, allí estaban todos, sentados en un enorme sofá blanco de terciopelo. Miré a mi alrededor y vi lo enorme que era la casa, y lo bien decorada que estaba. Según me dijo Jimin era la casa de vacaciones de Yoongi.

— Bueno, pero mirad a quién tenemos aquí.– Tae se levantó del sofá y dejó su copa sobre la mesa. Cogió mi mano y me hizo girar para que todos me viesen con detenimiento.– Estás... Ya sabes.– me guiñó el ojo. Reí ante su comentario.

— Vamos a ir por bebidas, enseguida regresamos.

Las chicas y yo fuimos hacía la barra que habían colocado al fondo de la habitación. Allí tomamos un par de chupitos antes de pedir la bebida fuerte.

Sin darnos cuenta, habían pasado más minutos de los que esperábamos, bebiendo una copa tras otras. A la cuarta decidimos volver con los chicos, pero en aquel sofá sólo quedaban Jimin y Namjoon.

— Yo voy a ir al baño, no aguanto más.– reí mientras le avisaba a las chicas.

— Vale, nosotras buscamos a los chicos.–avisó Sasha.

— Y ten cuidado de camino al baño.– está vez fue Dae, quién me avisó.

Pasaba por la gente haciéndome paso entre ellos. Era difícil de llegar hacía las escaleras, ya que había demasiadas personas.
Después de un par de minutos conseguí llegar. El problema que me encontré arriba fue mucho peor, había demasiadas puertas y no sabía cuál era el baño.

Abrí la primera, y esta llevaba a una habitación bastante espaciosa, decorada muy bien. Con una cama enorme en el centro, un par de estanterías con libros, un escritorio al lado del gran ventanal, un armario y una cómoda junto a este último. Miré hacía todos lados buscando una puerta dentro de esa habitación, y efectivamente allí estaba.
Por fin había encontrado uno de los baños.

Cuando terminé me miré en el pequeño espejo que había. Escuché la puerta abrirse y por algún motivo me sentí nerviosa. Las personas que habían entrado comenzaron a hablar, y yo por curiosidad apoyé mi cabeza sobre la puerta para escuchar. Reconocí al instante la voz de Hoseok y Yoongi.

— Tío, ¿Seguro que estás bien? –preguntó Hoseok, se le notaba preocupado.

— Ya te he dicho que sí, sólo me he pasado con la bebida. Ya déjame aquí solo.

— Está bien. Cualquier cosa estamos abajo. Cuando se te pase ven.– seguido de estás palabras se escuchó la puerta principal de la habitación cerrarse.

¿Ahora qué hago? Cómo Yoongi me vea me matará, he entrado a su habitación sin permiso. Di un par de vueltas por la habitación viendo que hacer, si salir o esperar a que se fuera él. Pero no podía aguantar por más tiempo aquí. Tomé el pomo de la puerta entre mis manos y comencé a girarlo con lentitud.

— Esto... Hola.– sonreí avergonzada mientras que Yoongi me miraba desde la cama, con el ceño fruncido y con cara de pocos amigos.

— ¿Qué haces tú aquí?

— Pues ir al baño, ¿No lo ves? No entraría aquí por gusto.– me miró unos segundo y rió. La primera vez que lo veía reír delante de mí. Me fijé en su sonrisa, era perfecta.

— Te advertí lo que pasaría.– dijo levantándose lentamente de su cama, para venir hacía donde estaba yo.

— ¿Disculpa? – fruncí el ceño. Cuando se acercó lo suficiente pude apreciar lo mucho que había bebido, debido al olor que desprendía.

— Te advertí.– volvió a repetir.– Conocerías al verdadero Yoongi.– tiró de mi cuerpo estampandólo contra la pared que había justo al lado de la puerta, por la cuál había salido, y colocó uno de sus brazos al lado de mí cabeza.

— Yoongi... Yo, lo siento. Sé que no debí entrar y...– comencé a disculparme pero paré de hablar cuando sentí el cuerpo de Yoongi contra el mío, agarrándome con la mano libre las caderas.

— Cállate.– la mano que tenía apoyada en la pared comenzó a jugar con mi pelo.– Joder, no sabes las ganas que tenía de besarte.

Su mano derecha acarició mi mejilla, y lentamente se acercó a mis labios. Su tacto provocó que mi cara ardiese, estaba roja de la vergüenza.
No pude evitar morderme el labio cuando lo miré remojándose los labios.
Entonces, acto seguido me empujó más contra la pared y comenzó a besarme, lentamente y con desesperación.