Al día siguiente se despertó lleno de ojeras, había llorado un par de veces en la noche y aparte tenía una cruda que ni el mismo Evaristo alebrije se aguantaba. Se preguntó si era porque aseguraba tener "pawers", y deseo tener algunos también.Tocaron la puerta y el sonido le taladro el cerebro. Bajo irritado hasta el primer piso y una vez llegando a la puerta ladro su molestia sin fijarse quien llamaba.
- ¡Que quieren!- A su boca llegó el sabor a planta y se dio cuenta que lo habían atacado con rosas.
- Buenos días San Juancito.- Le dijo Miguel con aura alegre.
- ¿Eh?- pronunció su novio extrañado.- Miguel, ¿Qué haces aquí tan temprano?- Preguntó mientras se frotaba los ojos aún adormilado.
- Es que quería verte, hoy me desperté lleno de energía, como si me hubiera hechado una siesta y fuera mi cumpleaños. Estaba tan emocionado esta mañana que no podía dejar de pensar en ti, me preguntaba algo como: "¿Ahh que estará haciendo?" o "¿Será que ya habrá desayunado? Al final tu recuerdo me hizo terminar la canción que te prometí, y entonces vine nada más haber terminado.- Miguel apartó las rosas a un lado para poder hacer un gesto de alegría al cielo y entonces Leo lo vió.
Miguel traía puesto el amuleto, capaz y había dormido toda la noche con el.
- Dirías que tus energías son... Casi ¿Mágicas?- preguntó Leo para probar hasta qué punto estaba consciente Miguel.
- Mmm.- Miguel lo pensó un poco y entonces habló.- ¡Leo!- El cantante lo tomó de la mano inesperadamente.- ¡¡vente acompáñame quiero enseñarte algo!!
- ¿¡Eh!? ¡Miguel espera! ¡¡Ni me he cambiado!!- Antes de que pudiera reaccionar su novio lo arrastró a la calle junto con el ramo de rosas.
Que iba perdiendo pétalos a su paso...El silencio se apoderó de la habitación y solo entonces las calaveritas salieron de su escondite. Se habían quedado atrapadas toda la noche por andar chismoseando en las cosas de Leo. Querían dulces, no un trauma que les quedara marcado en su eterna muerte. Se desplomaron en el piso y comenzaron a girar en círculos por la vergüenza de haber visto a los chicos en sus más íntimos momentos. La curiosidad mato al gato... ¿¡Pero y a las calaveras!? No sé podían morir dos veces. De la nada Moribunda lanzó un grito al aire y luego empezó a hacer toda clase de señas a su hermano. "¿Un corazón?.... ¡No! Que es un león... ¿Un caballo, una mano.. o acaso es magia?... Ay qué difícil entender sin hablar", pensó el pequeño Finado. Moribunda se dio una palmada en el rostro. Tomó con cuidado la mano de su hermano y la extendió, recorriendo la parte en la que se encontraría la línea de la vida en un ser humano. La calaverita recordó... que su visita no era grata, que venían a advertirle... Tenían que encontrar a Leo.
Por las calles se habrían paso el par de novios que iban fugazmente rozando el suelo. Miguel parecía caballo en campo abierto y Leo... Ya hacía rato que las piernas no le daban. El cantante se detuvo al sentir el peso muerto de su novio.
- ¡Ya llegamos!- Dijo Miguel con aura campante.- ¿Estas bien?- le preguntó al ver al panadero en el suelo.
- ¡Como nunca!- Le contestó el muchacho medio muerto del cansancio, pero no demasiado.- ¿Donde estamos?
Miguel se apartó del camino y dejo a la vista el gran lago que se encontraba tras él. Estaban en la presa de la olla, un lugar muy conocido por sus románticas vistas y su apacible ambiente de tranquilidad, perfecto para una cita.
En el agua se encontraba una barca, un pequeño botecito adornado con papel china de colores y repleto de petalos de rosas. Miguel era un detallista, y con ayuda de Marco, quien le ayudo a conseguir las flores, logro terminar la sorpresa justo a tiempo para el desayuno... Claro Marco no sería Marco si no intentará hechar a perder el día de su cuñado y es por eso que a esas rosas le había pasado horas hechando agua con azúcar a ver si una abeja le picaba a Leo y se moría de una vez por todas.
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Charro Herrante: Las mil y una lunas de Miel
FanficMiguel es un chico del pequeño pueblito de Santa Cecilia, en su pasado fue un joven de lo más pícaro y coqueto con todas las señoritas que se le cruzaban por en frente, dejando a su paso un centenar de corazones rotos. Hasta que un día, Miguel encue...