La paz en la que Miguel estaba sumergido se vio interrumpido abruptamente por un golpe en la cara.
- Auch...- dijo con pocas ganas pues estaba cansado.
Para su suerte se había topado con un mapa. Era un mapa de sitios famosos que visitar pero le serviría al fin y al cabo.
Rebusco con la mirada el sitio donde creía que se encontraba. Y gracias a la mala adaptación de lo que parecía ser un desierto en el mapa, supo que no se encontraba muy lejos de Guanajuato. Al menos podría ir allí y conseguir un lugar para pasar la noche.
El muchacho reunió todas sus fuerzas y se levantó para emprender el camino hacia la ciudad.
Guanajuato... Que lugar tan alejado de casa.
El sol comenzaba a descender, lo que le daría mayor movilidad y ligereza mental. Emprendió un paso firme en dirección a la ciudad, la frescura del ambiente hizo que cerrara los ojos un momento, logrando arrullarse el mismo con la constancia de su caminar.
Trataba de recordar algo, lo que sea.
Guanajuato, se le hacía familiar, obviamente conocía la ciudad, pero sentía que algo importante había ocurrido ahí.
Guanajuato... Guanajuato...
De repente Miguel despertó abruptamente del trance.
- ¡¡¡¡Puta madre Guanajuato!!!!
...
Era un día soleado, de lo más lindo para desempacar las maletas y recorrer la ciudad mientras hubiera tiempo antes del show.
Héctor había prometido llevar a sus sobrinos a dar un paseo, si... Pero su cadera simplemente dijo "NO".
El pequeño cantante permaneció a lado de la cama de su abuelo mientras masajeaba con mucho cuidado su espalda baja.
- ¡¡Ay ay ay!!- se quejaba el viejo saco de huesos que era Héctor.
- Abuelo, cuanto lo siento, todo el movimiento de la camioneta termino por lastimarte, es mi culpa.- dijo el mayor de los primos de Miguel, un grandullón de buen corazón llamado Diego.
- No te preocupes mijo, ya estaba todo jodido de por sí. - intento hacer un chiste.
- Me puedo quedar contigo si así deseas.- se ofreció preocupado Miguel.
- Hay abuelo, te dije que tuvieras más cuidado. ¿Estás tomando tu medicina?- habló Marco primo de Miguel.
- No necesito esa basura química, además deberías cuidar tu boca jovencito, aún puedo patearte el trasero sí quiero.
- ¡Acércate viejo!
Antes de que los dos pudieran tocarse el primo Rubén termino separándolos. Aunque Marco y su abuelo tuvieran una relación algo complicada se querían mucho y se preocupaban por el otro.
En vista de no poder acompañar a su nieto a recorrer la ciudad Héctor decidió entonces:
- Miguel, creo que será mejor si vas con tus primos.- La cara de Marco se iluminó como una estrella.
Marco era el primo favorito de Miguel, incluso podría llamarse primo hermano. Desde pequeños anhelaban convertirse en grandes músicos cuando crecieran, y aunque al final Miguel fuera el único que pudo realizar ese sueño, Marco no le guardaba rencor, pues adoraba a su primito en una forma algo espeluznante, entre su familia era muy bien conocido el pequeño "apego" que Marco sentía por Miguel, y es que Marco era MUY celoso con su primo. Tanto era el amor que sentía por él que cuando aún compartían cuna Marco mordía a cualquiera que se acercará a su primito, ya un poco más grandes como de seis años Marco tomaba la mano de Miguelito para llevarlo como su juguete a todas partes. Eran inseparables... Claro hasta que llegó la adolescencia y Miguel comenzó con su juego de zorro andante. Al principio Marco se moría de rabia, pues no estaba dispuesto a perder el puesto número en él corazón de Miguel... Pero ya con el tiempo y unas cuantas novias después se dió cuenta de que no había nada de qué preocuparse, mientras el muchacho no se enamorara, estaba bien. Tampoco le molestaba el hecho de que Miguel las besara, porque compartian un lazo más fuerte que el de la saliva, compartían sangre... Y eso le garantizaba que nadie, podría quitarle a su primo.
O eso pensaba él...
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Charro Herrante: Las mil y una lunas de Miel
FanfictionMiguel es un chico del pequeño pueblito de Santa Cecilia, en su pasado fue un joven de lo más pícaro y coqueto con todas las señoritas que se le cruzaban por en frente, dejando a su paso un centenar de corazones rotos. Hasta que un día, Miguel encue...