Allá En Jalisco

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El sol golpeaba la tierra con intensidad y el aire se percibía casi seco. Una lagartija cruzaba junto a un cactus totalmente desprevenida de la vida y sus extensiones.

Las piedritas a su alrededor comenzaron a vibrar, cuando de repente un fugaz y atropellado galope las hizo saltar.

El fino corcel de plateada melena iba a toda prisa con el fin de llegar a donde sea que pudiese resguardar al moribundo hombre que hacía de jinete.

Miguel estaba al borde de la deshidratacion, únicamente se hacía con una pequeña cantinflora con mezcal que había adquirido en su última parada.

Habían pasado días desde que había tocado siquiera un poco de pan... Bueno, "mejor no pensar en ello" dijo a sus adentros evitando recordar a ya saben quien.

Sus ojos se perdieron en la deriva, divisó una colorida mancha a la distancia, y se preguntó si sería un espejismo. En un último intento de esperanza le dio un trago a su botellita de mezcal, se acomodo el sombrero y azotó las riendas del caballo para que este agarrara más vuelo.

Su sarape ondulaba con el viento. Poco a poco la mancha se fue figurando en lo que parecía ser un letrero.

Algo que empezaba con "J", pero no distinguía la palabra. "Ja..." empezó a articular para darse una idea más clara. Trato de acercarse más.

El caballo, que venía encarrerado paró abruptamente al sentir las riendas tensarse de golpe al mismo tiempo en que Miguel leía...

"Bienvenido a Jalisco"
...

Su mente quedó en blanco. Entre el dolor de cabeza y la falta de capacidad mental que tenía por el calor, pudo recordar por un breve instante una sensación de peligro recorrer su cuerpo.

Se quedó ahí, inmóvil. Inerte ante sus pensamientos mientras el más presumido de los jinetes pasaba a su lado hecho una total estela de arena que le ensucio el rostro.

- ¡¡¡Vamos Miguel!! Porque siempre te tardas tanto. - Dijo Marco quien alardeaba con una sonrisa burlona encima del animal de cuero manchado.

Miguel se vio pasar a si mismo pero en una versión más joven y por un segundo sintió que cruzaron miradas.

- No es justo. A ti te enseñaron a montar desde niño... - Se quejó el cantante ocultando un infantil puchero.

- Si... Estar aquí me trae muchos recuerdos. Aunque no todos son malos, mira, aquí es donde aprendí a cabalgar.

Un tercer conjunto de pezuñas se encucharon por detrás del cantante y la piel se le erizó al escuchar aquella voz de nuevo...

- Hola Miguel. - El muchacho le dedicó un guiño encantador.- Marco. - Dijo a modo de saludo mientras asentía con la cabeza en señal de respeto.

- Ah, hola...- Le respondió el cantante con ojos de amor.

El chico acercó el corcel hasta Rivera, quedando lado con lado. Luego le pasó la mano al rededor de la cintura y deslizó el sombrero de charro que traía el cantante para depositar un beso en los labios de su querido novio...

Miguel no se atrevió a voltear. El recuerdo en sí ya era lo bastante doloroso como para revivirlo una segunda vez.

Le dio la orden al caballo para que continuara. Dejando atrás otro de los muchos fracasos amorosos que había tenido. Éste... En particular había quedado en un pésimo trato.

Charro Herrante: Las mil y una lunas de MielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora