Extra IV: Adrien Agreste

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«A veces nos apegamos tanto a una ilusión, que perdemos lo que tenemos en la realidad»

Viaje de Sanación

Extra IV

Adrien Agreste

...

Adrien Agreste no podía creer lo que estaba pasando frente a él. Aquella revelación dada por la madre de una de sus mejores amigas, tenía que ser una broma, ¿verdad?

Por un momento, agradeció que Alya tomara el mando de las preguntas. Él se había quedado en blanco.

—Es que... —Sabine desvió la mirada. La sonrisa que portaba cuando les contó que Marinette era Ladybug, desapareció—, nos contó que derrotó a Hawk Moth sola, en un arrebato para que no lastimara a Chat Noir —bajó la mirada al sobre que tenía el nombre del superhéroe, causando que el corazón del rubio se estrujara—. Fue por eso que decidió que necesitaba nuevos aires, al ver que Paris estaba a salvo.

—¡Esto es ridículo! —exclamó Chloé a su lado, yéndose casi corriendo de la panadería, mientras Adrien se quedó congelado en su lugar. Nino trató de hablarle, pero al no conseguir respuesta, simplemente le palmeó la espalda y abrazó a Alya.

—¿Me la permite? —Sabine observó a Adrien, confundida. El rubio se agachó un poco, para que sus amigos no lo escucharan—. Sé dónde encontrar a Chat Noir, podría entregársela es un par de horas.

La mujer pareció meditarlo un poco, pero accedió, entregándole el sobre.

El joven modelo observó ambos sobres más desconcertado que antes, al ver que el sobre de Adrien era relativamente fino y el de Chat Noir, pesado, como si tuviera algo adentro.

Guardó ambos sobres en su mochila, justo cuando tenía una llamada entrante de su guardaespaldas.

Se despidió de la señora Dupain-Cheng y luego, de Nino y Alya.

Entró al auto y se derrumbó contra los asientos en posición fetal. Plagg salió a verlo, sintiendo pena por su portador que soltaba lágrimas en silencio. El Kwami también se sentía mal, Tikki se había marchado, nunca habían estado separados de esa forma, incluso, ya sentía que la extrañaba.

Cuando Adrien llegó a su casa, bajó del auto y fue recibido por Gabriel que dejó la sonrisa que tenía en sus labios, por un semblante de preocupación. Se acercó a su hijo, casi corriendo.

—¿Adrien? —le preguntó, cuando fue abrazado con fuerza por él.

—¿Qué hay de malo en mí, papá? —preguntó, dejando salir toda la tristeza que sentía en ese momento.

—¡Nada, hijo! —respondió, separándolo para verlo. Los ojos verdes de Adrien lucían apagados.

—Entonces, ¿Por qué las mujeres que amo me abandonan? —corrió la mirada, hacia el suelo—. Primero, mamá... Ahora, Marinette...

—¿La señorita Dupain-Cheng? —Gabriel, sorprendido, observó a su asistente, que, rápidamente, se fue a investigar si lo que decía su hijo era verdad.

—Se fue, padre, así, sin decirme nada, sin despedirse de mí... igual... igual que mamá.

Ante aquellas palabras, Gabriel volvió a abrazarlo. Podía entender muy bien el dolor que su hijo sentía, con la única diferencia de que él podría volver a encontrarse con la chica... en cambio, su madre era otra cosa.

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