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Martes, 5:49 p.m.

[Varios días después]

    El rastro nulo de la americana rondaba por la cabeza del castaño frecuentemente; ¿por qué lo trataba como el amor de su vida un día y al siguiente como alguien irrelevante en ella?

Peculiar, ¿no?

— Llevas media hora pensativo, ¿sabías? —el de cabello quebrado agitó la cabeza volviendo a la realidad.

— Yolo me invitó a una cena con su familia hoy en la noche.

El rizado se levantó de la cama desembocando un suspiro de cansancio.

— Pero hoy teníamos cosas más interesantes qué hacer —el Córcega se acercó lentamente al cuello del menor de una manera sutil; se vio rechazado y alejado casi de manera instantánea por los jadeos provocados.

— A-Ari, debo irme, o más bien, debo seguir fingiendo que ella me interesa. Podemos reponer el día mañana, te lo prometo —Temo besó la comisura de los labios ajenos de un modo dulce.

Aristóteles ahogó un quejido lanzándose a la cama solitaria.

— Ya quiero que sea su maldita quinceañera para que estemos juntos, como lo que deberíamos, como una... pareja. Yo no soporto seguir estando con María aunque la sienta alejada.

— También lo quiero pero no lo sé...

— ¿No sabes qué?

Hubo un silencio tenso.

— ¿La amas?

— Te he dicho que nunca dejaré de amarla porque es mi... —la voz agridulce del otro chico le interrumpió de instante.

— Entonces, ¿te la has pasado jugando conmigo todas estas semanas? —Aristóteles miró con el ceño fruncido al López con la boca entreabierta.

— O sea no, Aris. No me dejaste aca...

     El Córcega no lo pensó dos veces y fue hacia la puerta de su casa para abrirla de una manera rápida mientras apretaba la mandíbula trayendo por consecuente a un chico siguiendo su trayecto.

— Hablamos otro día.

     Temo le miró incomprendido para proseguir a levantarse de la silla color chocolate. Tomó su chaqueta que reposaba en el respaldo de ella con el móvil entre las manos.

— Todo esto lo hago por nosotros, por nuestra felicidad, Aristóteles.

El López giró por ultima vez a ver al de melena rizada.

— ¿Acaso hay un nosotros?

    El nudo en la garganta del quebrado parecía querer romperse por tanta tensión ejercida a éste.

¿Aristóteles le ha llegado a amar realmente?

¿Y si sólo le complacía sexualmente?

— Sólo piensas en ti y en tu satisfacción, por eso no puedes amar porque eres un maldito egoísta. Una relación es de dos, es un sentir mutuo. Tú no quieres nada serio conmigo, sólo quieres coger cuando tienes ganas —rió con amargura—, ya me di cuenta.

    Temo se retiró del lugar de manera rápida intentando contener la ira que se cargaba.

— ¡Temo! ¡Espera! —el mayor corrió hacia el otro chico pero era demasiado tarde; él ya había desaparecido sin dejar rastro alguno.

Había sido un completo idiota por el simple hecho de temerle al qué sentir.

Seguía teniendo miedo, miedo a ser lastimado cuando él terminaba lastimando más a las personas.

Debía ser libre y dejar que su instinto actúe por sí solo.

Y su instinto pedía a gritos al pequeño, a su pequeño, el cual cometería una tontería a causa igualitaria.

[•••]

Temo
¿Te parece vernos
hoy?

Número desconocido
Claro que sí! Pensé que
después de enterarte sobre
aquello pues... no me hablarías
más 🥺🤩

Qué cosa más boba 🤣. Eres
increíble 🤤. Y yo estoy en el
edificio, sólo debes dar unos
pasos y el cielo se pondrá
ante tus pies. ¿Qué dices?

Voy en cinco 😉

[...]

    La rubia tocaba con continuidad la puerta del López intentando ser cautelosa, cosa que no obtuvo.

— ¿Qué haces en la casa de Pancho, Frida? —doña Blanca le cuestionaba con una sonrisa cálida.

— Temo iba a entregarme unas cosas, como él ya pasó el grado que curso, por eso.

Ilusamente la señora cayó ante la mentira retirándose.

La perilla giró con lentitud para encontrarse con su amor platónico, cuyo chico le había pedido que fuese.

Se miraron con sonrisas cómplices para después mirar a sus costados presenciando que nadie se encontraba a sus alrededores.

Uno.
Dos.
Tres.

La chica se abalanzó con rapidez hacia el –que en dado caso– era mayor para ella obteniendo que el López cerrase la puerta de un portazo. El sonido de sus bocas chocando acompañado de unas respiraciones agitadas podían escucharse por todo el departamento que se encontraba solitario a excepción de los adolescentes.

     Temo quería despejarse de todo aunque no de la mejor manera.

     Frida quería ser el despeje de su amor platónico, y claro que disfrutaba hacerlo. No le importaba ser su segunda opción –aunque en realidad fuese la tercera–.

     La ropa era despojada con la misma velocidad de una servilleta limpiando un pequeño rastro de dulce.

    Temo sabía perfectamente lo que hacía y el por qué de ello; ¿acaso él era el único que no podía disfrutar del egoísmo y lujuria?

    Su careta de estúpido había sido desechada.

[...]

— ¿Te he dicho que eres lo mejor que me ha pasado en la vida? —la rubia contestó sin miedo alguno a la respuesta ajena.

    Temo la analizó con la mirada mientras la pequeña se vestía con una blusa blanca y falda negra.

    Tal vez había cometido un error del cual había disfrutado y no, no se arrepentía.

     Aristóteles merecía un escarmiento, ¿y cuál más que el enterarse de que mantenía relaciones sexuales con su prima?

  Aunque el que terminaría más afectado sería él.

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⏰ Última actualización: Mar 31, 2019 ⏰

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