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Lunes, 10:10 a.m.

— Amor, discúlpame. Tal vez sí actúe un poco posesiva pero es la última vez que lo hago —besó la comisura de los labios del castaño mostrándole afecto aunque éste ni importancia le mostrase pues sentía una mirada fija sobre él; Cuauhtémoc López jugueteando con una paleta a unos metros suyos—. ¿Me amas como yo a ti?

— Ah, sí. Yo también, demasiado —miraba de reojo al pequeño que lamía el dulce con su novia a un lado suyo; el Córcega sabía lo que el chico se tramaba.

— ¿Qué miras? —la castaña intentó ver a dirección de su atención tan marcada pero la interrumpió besándola; le daba asco hacerlo después de haber probado esos labios de sabor exquisito que tanto le excitaban. El de cabello quebrado colocó su atención por completo en la americana que se acercaba con un papel.

Look, sweetie! We can get married! De juego, for sure —le mostró un volante de la próxima kermés que sería en un par de días. Miró amenazante al rizado para después ver a la chiquilla de ojos iluminados y de tonalidades tan hermosas.

— Claro, babe. We can get married —la castaña clara se abalanzó hacia él abrazándolo fuertemente.

Las novias de ellos se vieron entre sí con una sonrisa cómplice.

[...]

— Yolo quiere que me case con ella —el Córcega escupió la bebida adulterada que estaba contenida en su cavidad bucal—. Y lo haré.

— ¿Estás loco? —le miró inconforme levantándose del sofá para dar vueltas por toda la habitación. Temo estaba recostado en la suave cama jugando con una pequeña pelota lanzándola hacia arriba—. Debes de alejarla, no seguirla ilusionando —le robó la pelota en el aire para que el castaño le mostrase atención.

— ¡Oye! —hizo un puchero sentándose en la cama mirando a el alto—. El barbero —bufó—. Te recuerdo que tú sigues dándole alas a María y ella se nota que te ama cañón, así que no me vengas con celitos cuando aún no somos nada claro.

— ¿Estás seguro de todo eso, Cuauhtémoc? —le miró desafiante con una sonrisa.

— De que no somos algo oficial, sí que sí —el mayor tomó las manos del chiquillo para acariciarlas—, aunque cada vez falta menos para sus quince años y así al fin estar juntos —le sonrió el menor con la mirada totalmente iluminada; el de rulos soltó sus delgados dedos y se alejó pasmado.

Aristóteles tenía más que concreto que no era un chico serio, que le agobiaban las relaciones estables para no querer sufrir, pero vaya que estaba disfrutando a más no poder todo este conflicto tan embrollado; comenzaba a sentir cosas cuando tiene pareja por el novio de su clienta. Comúnmente pasa diferente; sientes atracción de alguna de tus clientas por su belleza física, aunque terminan siendo unas huecas falsas. Le había pasado en más de una ocasión.
Cuauhtémoc miró cómo el de melena rizada se dejaba caer en el sofá color azul con una expresión de total alucinación.
El Córcega lo quería y era muy egoísta de su parte, pues se idealizaba todo esto como una simple aventura sin consecuencias ni enredos graves pero ya era muy tarde; el lío que sentía en su estómago cada vez que veía al López era inevitable, el imaginar su sonrisa, sus risas, sus manos tan suaves y delicadas, su cuerpo... todo le volvía loco.

— ¿Ari, estás bien? —cuestionó el chico sacándole de trance al de rizos.

— Sí, sólo estaba pensando sobre... —hizo una pausa buscando alguna excusa conveniente, pero no la necesitó puesto el quebrado le completó la frase.

Clienta  [ ARISTEMO ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora