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Domingo, 6:50 p.m.

— ¿Temo?

— ¿Aristóteles?

Repitieron por segunda vez viendo a los chicos que estaban a centímetros de distancia. Sintieron erizar su cuerpo para girar a ver las voces agridulces de las chicas; María y una chica rubia que para ninguno de los dos se les hacia conocida.

— Disculpa, emh, yo no te conozco —dijo el castaño analizándola, se le hacía conocida pero no lo suficiente.

— Se me hace muy curioso, que no me recuerdes Temo —inclinó su cabeza con una inocente sonrisa. Aristóteles y María miraban la escena con detalle intentando descifrar lo que sucedía.

— ¡Meli Amorsh! —gritó una señora rubia mientras buscaba a alguien—. ¡Melissa ven para acá! —intentó caminar con cuidado, pues traía unas plataformas altas que le impedían el movimiento total.

Cuauhtémoc entró en trance; su primer amor estaba ahí frente suyo y demasiado cambiada. La había superado pero todo esto era más que complejo para él después de tantos años sin verla.

— No entiendo nada, ¿y tú? —el Córcega le negó molesto a la chica mientras los observaba con detalle.

— Yo menos.

Salió del agua para acercarse a la chiquilla que era un poco más bajita que él con la intención de abrazarla pero recordó que su cuerpo estaba completamente mojado.

— Te abrazaría pero bueno, ya lo has notado —intentó actuar tranquilo pero no lo obtuvo; le había llorado meses a esa chica, su despedida le partió el corazón por completo y superarla fue de las peores cosas que tuvo que afrontar. La rubia soltó una pequeña risita asintiendo. Aristóteles no se encontraba del todo contento, y su novia lo estaba notando pero calló todo para después hablar seriamente con él.

— ¡Melissa! ¿Quién te crees para salir corriendo de la camioneta? —miró la mano extendida y luego al chico de cuerpo completo—. ¿Tú quién y qué eres de Melissa, uh?

— Soy Cuauhtémoc López, Pina. ¿Me recuerda? —la señora lo miró de pies a cabeza; el chico había cambiado drásticamente.

— Más bien cómo olvidarte, muchacho —rieron entre sí los tres—, pero debemos irnos, llegaremos tarde a los Ángeles. Lo lamento tanto —los corazones de ambos adolescentes se encogieron con unas simples palabras.

[...]

Alguien cubrió los ojos del castaño de un instante a otro; quería pensar que era Aristóteles pero era imposible, puesto que su novia no se separaba de él ni un sólo segundo. Quitó las manos delgadas que escondían a sus ojos abiertos a más no poder; era Yolo.

Babe, ¿qué haces aquí? —fingió alegarse.

Your dad me llamó para decirme que estabas con Aristóteles muy aburrido, so decidí venir para verte —juntó sus frentes con una sonrisa de oreja a oreja tomándolo de la mandíbula. Depositó un dulce beso en la comisura de sus labios.

— Es que los vi muy achicopalados, y convencí a Polita a que le llamara a la novia del Aris y pos yo a tu novia —Temo se dio cuenta en menos de cinco segundos lo que tramaba Pancho; no quería que se acercara mucho a Aristóteles por el bien sentimental de su hijo, pues, su madre le había comentado que el Córcega cambiaba de novias muy fácilmente.

Clienta  [ ARISTEMO ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora