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Jueves, 4:35 p.m.

Se le podía encontrar a Aristóteles secándose el cabello con la ropa ya puesta. Quería lucir bien aunque simplemente fueran a montar una coreografía con la canción que la arrogante quinceañera quisiera; como siempre. Había tenido malas experiencias con ciertas chicas que recurrían a sus servicios y comenzaban a querer mandar de más y si algo no les parecía armaban un completo circo. Él sólo esperaba que aquella chica no fuese así.

— ¿Vas a una cita con tu novia o qué? —rió su madre obteniendo un pequeño susto de su hijo que no había notado su presencia.

— No, pero no sé por qué quiero verme presentable —le respondió con total sinceridad; ni él encontraba la respuesta a este punto, ¿por qué se estaba arreglando de más? 

[...]

— Diablos, estoy llegando tarde —miró su reloj para devolver la vista al frente ya que el semáforo en cualquier minuto podía cambiar de imprevisto. Condujo lo más rápido que tenía autorizado por los carteles y con total precaución para llegar a su destino en varios minutos. Cuando esto pasó bajó del carro y le puso llave con el control que tenía ésta misma mientras corría lo más veloz que podía—. Perdón, tuve un percance —mintió con la voz agitada y entrecortada. Alzó la mirada para toparse con un chico de tez color cacahuate sin tostar, ojos marrón oscuro y cuerpo bien formado. Agitó su cabeza para salir de aquel trance que un desconocido le había hecho pasar. Sin embargo Cuauhtémoc, o mejor conocido como "Temo" -con sus amigos- se sorprendió por igual; complexión delgada y alto junto con un cabello lleno de rulos lo hizo perderse.

— No hay problema, decidimos esperarte porque no creímos que tardaras mucho —Diego rodeó su cuello con su brazo izquierdo sonriéndole de más. El otro chico los miraba de reojo intentando explicarse por qué ambos estaban en esa posición que, para cualquier otra persona heterosexual le parecería normal, mientras que a él no, sospecharía que ellos podrían ser algo.

— Bueno, ya que todos estamos aquí pues hay que empezar presentándonos, porque un mes y medio de trabajar juntos lo apetece —el celular de Marcos comenzó a sonar—. Háganlo ustedes solos por mientras de que yo contesto esta llamada. Empieza tú, Andrés —contestó el móvil y se retiró del lugar.

— Bueno, como ya lo escucharon, soy Andrés y me gusta que me digan Andy —todo esto era para que tuvieran mejor química y un mejor lazo entre ellos. Así se presentaron los demás hasta que llegó el turno del capitán del grupo.

— Yo soy Aristóteles pero me gusta que me digan Aris. Normalmente soy el que pone las coreografías junto a Diego —éste saludó dulcemente de lejos a los dos chicos, acto que fue correspondido—. Espero que nos llevemos bien, porque un mes y medio sí es un tiempo complejo.

— Esperamos lo mismo —dijo la chica entrelazando la mano de aquel chico del cual aún no sabían su nombre. Ari no notó que frunció el ceño confundido.

— Creo que sólo falto yo —rió tímidamente al percatarse que tenía la mirada fija de Aristóteles encima suyo—. Soy Cuauhtémoc pero mis amigos me dicen Temo. Ojalá nos llevemos bien.

[...]

— ¿Van bien hasta ahí? —todos asintieron al escuchar las palabras de Aris—. Bueno, creo que es tiempo de un pequeño descanso —le hicieron caso y se fueron a descansar un poco y a conocerse mejor.

Sweetie, ahorita vuelvo, ¿me esperas un minuto? Voy con Aidan un momento —Ari alcanzó a escuchar cómo le había llamado; ¿le había dicho sweetie? Negó con molestia.

— Hey, Ari, ¿qué tienes? ¿Por qué estás negando sólo? —Diego echó la cabeza para atrás emitiendo una risa—. Estás loco.

— Ay, cállate señorito que tiene muñequitos de juguete —dijo Ari en modo irónico y se dirigió a hablar con Temo, cuyo chico se encontraba solitario—. Hola, soy Ari por sino lo recuerdas —Cuauhtémoc giró a verlo intrigado y extasiado; le había hablado y no para insultarle. Con ferocidad le sonrió estirándole la mano; Ari la estrujó correspondiendo.

— Hola Ari, yo soy Temo, mucho gusto —el de rulos estaba igual o más emocionado que el otro chico pero por claras razones se guardaba todo eso.

— El gusto es total y absolutamente mío —sonrieron en conjunto—. Oye, ¿y por qué vas a bailar con ella? —el alto tenía una idea en su mente, pero no estaba completamente seguro de que fuese así. Aunque si era su novio, sería patético, ya que nadie había hecho eso jamás por la simple razón de que si terminaban el recuerdo estaría ahí por siempre.

— Oh, bueno... Yolo es mi novia y me pidió que bailara con ella desde hace meses —Aristóteles levantó las cejas sorprendido; Temo era un chico serio con las relaciones no como él, que las chicas lo dejaban cada tres o cuatro días, tal vez porque era una buena pareja.

— ¿Llevan mucho de novios? Digo, normalmente una quinceañera no trae a su novio porque pueden terminar en cualquier momento y el recuerdo que ahí de por vida —cuestionó y reflexionó Aris con total honestidad. Temo sólo se quedó pensando en que era cierto, pero no podía decirle no a su querida novia porque iba a matarlo.

Wow, nunca había pensado eso. Vaya que eres inteligente, Aris —le hizo un cumplido—. Pero ella hace lo que quiere, y no puede obtener un no por respuesta —torció un poco la boca indicando complejidad. El de rulos se quedó pasmado y colocó en su frente la mano izquierda simulando estrés; esta niña iba a ser otro dolor de cabeza—. ¿Dije algo malo? —se preocupó ya que pensaba que había comentado algo incómodo o molesto, no quería estropear la primera plática con este chico que le llamaba la atención, aunque un López siempre obtiene lo que quiere, por eso Yolo está locamente enamorada de Temo; la trata con delicadeza y con un amor tan grande que hacia pensar a cualquiera que terminarían casándose, no tenían ojos para nadie más, o eso pensaban los demás.

— Oh, no. Sólo es que suelo tener conflictos con chicas así —comentó el bailarín rascando su nuca.

— Sí, yo también —el de cabello quebrado miró al suelo soltando un gran suspiro cansado—. Es difícil lidiar con alguien así pero a veces el amor te ciega y te hace realizar cosas que son completamente locas, ¿no te pasa? —Aris sólo sintió su corazón estrujarse poco a poco y no sabía por qué razón de todo lo que él había dicho. Tal vez que no se había enamorado, ya que sentía que el amor era algo bobo que una persona inventa porque necesita no estar solo, sin embargo él nunca sintió la necesidad de amar a alguien mas que querer, como lo hacía con sus novias, por eso las cambiaba muy fácilmente; simplemente no le hacían sentir algo bonito ni lindo. Sus platicas eran absurdas y a veces le parecían empalagosas todos los apodos que le decían; "Aristóteles Córcega no se enamorará jamás", o eso quería creer.

Clienta  [ ARISTEMO ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora