Capítulo 10

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—¿Quién es usted? ¿Y cómo sabe mi nombre?

Hyoga y compañía observaron a aquel hombre que había entrado a su hogar. Vestía con un traje azul marino muy elegante, tenía el cabello turquesa el cual le llegaba hasta su cintura, sus ojos eran  violeta muy brillante y los cuáles no perdían de vista al rubio quien se mostraba confuso.

—Tú eres Hyoga, ¿verdad?

—Si señor... ¿le puedo ayudar en algo?

—No es necesario muchacho. De hecho, necesito hablar contigo

—¿Conmigo? — cuestionó el rubio, por su parte aquel hombre se acercó a él y lo terminó abrazando, notó que el hombre estaba llorando, los demás no entendían ese tipo de comportamiento hacia el rubio que cada vez estaba más confundido y no sabía que hacer respecto a ello.

—¡Estas vivo!

—Se-¿señor? ¿se encuentra bien?

—Jamás pensé que volvería a verte después de tanto tiempo.

—¿Ehhh? ¿a qué se refiere señor?— Seiya intervino.

—¿Por qué esta abrazando a Hyoga?— Jacob cuestionó al peliturquesa.

—Hyoga... es mi hijo.

—¡¿Qué?!— los tres chicos respondieron al unísono, Hyoga por su parte quedó completamente estático ante las palabras de aquel sujeto quien lo veía con tristeza y mucho arrepentimiento.

—¿Qué... acaba... de decir?— Hyoga se alejó del mayor. —¿Usted?— una lágrima cayó por su mejilla, su expresión cambio por completo.

—Muchacho, ¡yo soy tu padre!

—¡Mentira!. Yo nunca tuve un padre, él me abandonó cuando era un bebe. ¡Qué pasa con usted!

—Hyoga... yo...

—¡Aléjese!, ¡no lo conozco!. Yo no tengo padre... él esta muerto para mí — salió corriendo del lugar, sus amigos trataron de hablar con él pero fue en vano, Shiryu miró seriamente al peliturquesa y comenzó a cuestionarlo.

—Si usted es su padre, ¿por qué lo abandonó cuando era solo un niño? ¿cómo pudo ser capaz de haberle hecho eso?. No tiene idea de cuánto ha sufrido mi amigo

—Se que lo que hice esta mal pero... A veces se cometen errores en la vida, los cuáles se pagan con el paso del tiempo. No saben cuanto he sufrido al no poder ver a mi hijo, estoy muy arrepentido. Se que le fallé tanto a él como a su madre pero... fue un tiempo muy difícil para mi y no sabía que hacer

—Señor, veo que si quiere demasiado a mi amigo. Su mirada dice toda la verdad— Shiryu se acercó al peliturquesa.

—Quiero conocerlo mejor, quiero recuperar todo el tiempo perdido, quiero pedirle perdón por lo que hice pero... él no va a querer escucharme, de seguro me odia por haberlo abandonado y más cuando me enteré que su madre murió. ¡Por favor! he pagado todo lo que hice... ya no puedo más con este remordimiento y dolor en mi corazón — se arrodillo al suelo y estalló en llanto, los chicos estaban muy conmovidos ante sus súplicas, Shiryu contestó.

—No se preocupe señor. Le ayudaremos a que Hyoga hable con usted.

—¿Me ayudarán?

—Así es señor, le aseguro que Hyoga le va a escuchar y puedan hablar de muchas cosas.

—Se los agradezco mucho chicos, gracias por entender mi situación — expresó el mayor.

—Nosotros estaremos muy felices de ayudarles a los demás, eso lo aprendimos de su hijo — Seiya le sonrió y tomo de sus hombros.

—Muy bien chicos, ¡vamos por él!

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Hyoga seguía corriendo y conteniendo sus lagrimas hasta llegar a la casa de su novia quien permanecía regando sus plantas, se percató qué su pareja se aproximada a lo que le dedicó una tierna sonrisa y lo saludó.

—¡Hola amor! No pensé que vendrías a ver... ¿Qué tienes? ¿Porqué lloras?

—Shun... necesito un abrazo, no me siento bien.

—Esta bie... — se abalanzó sobre la peliverde terminando por desmoronarse en sus brazos, ella acariciaba sus rubios cabellos mientras calmaba su llanto. Lo miró a los ojos con preocupación y limpió sus lágrimas. —Vamos adentro para que te tranquilices y me cuentes lo que te paso  ¿vale?

—Esta bien.

—Todo estará bien mi cielo, aquí estoy yo para escucharte y ayudarte, de acuerdo — le dio un beso en su mejilla.

—¡Gracias princesa! estar contigo me hace sentir mucho mejor — Hyoga le sonreía con debilidad y ambos tomados de la mano entraron a la casa de la chica.

No pasaron más de 10 minutos en lo que la peliverde peliverde le había preparado una infusión para que él la tomara. Se puso al otro lado del sofá mientras Hyoga empezaba a hablar.

—Y bien... ¿Qué paso?

—Mi padre... eso pasa

—¿Tú padre? — Shun se sorprendió. —Pero, ¿cómo es posible?

—Vino a verme, quería hablar conmigo pero no quise escucharlo... ni mucho menos saber de él.

—Hyoga, ¿por qué dices esas cosas? —  ella le miró preocupada.

—Porque es la verdad Shun, él me abandono apenas yo era un bebé. Nos dejó a mí y a mi madre solos, jamás le importe — él bajó la mirada.

—Pero... sí a el no le importaras como tu dices... ¿crees que él hubiera venido a buscarte? — replicó la peliverde.

—No sé... Ni me interesa.

—Hyoga, se cómo te sientes y te comprendo pero... ¡es tú papá!. Ha de sentirse muy arrepentido por lo que te hizo, así que no deberías juzgarlo sin antes haber hablado con él — sin embargo Hyoga se negaba.

—No quiero hablar con él, no lo necesito — respondió con indiferencia.

—Escúchame Hyoga: a veces los padres pueden cometer este tipo de cosas que al final se arrepienten de haberlas hecho y...

—¿Y?

—No debes ser tan duro con él, ni contigo mismo. Lo único que quiere es hablarte y pedirte perdón, va a ser muy difícil para ti pero creeme... lo vale.

—Pero...

—Mi Papá siempre dice que perdonar a tus padres es bueno, porque a pesar de los errores que ellos cometen dan a entender que te aman y se sienten muy orgullosos de tenerte como su hijo, eso es lo que mi padre nos enseñó tanto a mi como a Ikki, estamos muy felices de tener a un hombre  sabio y un excelente padre como lo es él — Shunny miró a su novio con una cálida sonrisa.

—Entonces... ¿tengo que perdonarlo a pesar de lo que hizo?

—Claro que si mi amor, ama a tu padre y a tu madre y todo te ira bien por el resto de tus días — Hyoga recuperó la confianza ante las dulces palabras de Shun.

—Tu siempre le encuentras el lado bueno a las cosas ¿verdad? — ella rió.

—Ese es mi don. Y bien, ¿Lo perdonarás?

—Si... ¡lo haré! — la respuesta hizo que la azabache se sentara encima de él, abrazandolo con tanta fuerza y repartiendo uno que otro beso en su rostro.

—¡Ese es mi chico! ¡te quiero tanto!.

—Y yo a ti, gracias por todo preciosa — contestó.

—De nada mi niño.

Ambos se miraron y se dieron un beso, pasaron toda la tarde disfrutando entre juegos, besos y caricias que el uno le daba al otro.

¡Bailemos! (Resubido)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora