25- Luz de Esperanza

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Pero para su sorpresa, Iknius, los alcanzó con una llamarada de luz. Hizo que Hipo y AsaltaNubes cayeran sin remedio en lo alto de una montaña. No se habían herido, AsaltaNubes estaba tirado en el suelo, pero sin nada grave. Hipo había recibido un golpe en la espalda. Pero se levantó al ver a Iknius bajar amenazante hacia él.

Iknius:

- ¿¡A qué juegas, humano!?, no sabes lo que  haces…

Hipo:

- ¡Tú sí que no sabes lo que has hecho…! Ese dragón… al que tú le has quitado la vida, ¡Era mi mejor amigo!

Dice con gran rabia y angustia.

Iknius:

- No era más que un dragón como otros tantos hay en el mundo.

Hipo:

- ¡¡Te equibocas…!!, Él era único, era especial… él era mi amigo…

Dice cerrando sus ojos con lágrimas.

Hipo:

- Y tú me lo has quitado…

Iknius lo miró de manera extraña. Los ojos de Hipo estaban mojados e irritados.

Iknius:

- No entiendo como un humano puede sentir semejante cariño por un dragón… Un dragón, que posiblemente haya sido el culpable de millones de muertes hacia los tuyos…

Hipo:

- Pero “esas muertes”, ya están en el pasado, y además, ¿Tú piensas que todos los dragones deben ser crueles?, ¿¡Cómo tú!?, ¡Te aseguro que Desdentao tenía el mejor corazón del mundo!, sí, era un dragón, ¡Pero era mi amigo…! Y eso es lo que tu no puedes comprender, ¡Porque no eres capaz de amar a nadie!

Iknius:

- ¡¡Basta!!

Rugió molesto.

Iknius:

- Tú eres el que no sabe nada… Nada de lo que realmente me convirtió en lo que soy. ¡No tienes ni idea de lo que sentí yo!

Hipo lo miró con extrañeza.

Iknius:

- Sí sé lo que se siente… Porque yo también he tenido un compañero humano…

Los ojos de Hipo se abrieron en grande. Con la mirada, estaba diciéndole que continuara.

Iknius:

- Y lo quería más que a nada en este mundo… Pero, un día, hubo una guerra contra otra aldea, nosotros hicimos todo lo posible, pero ellos nos vencieron… y mi compañero murió asesinado por su culpa…

Hipo:

- Ah…

Iknius liberó una débil lágrima. Hipo se percató de ello. Lo miraba, casi quedándose de piedra.

Iknius:

- Cuando vi morir a mi compañero… Sólo me prometí una cosa a mi mismo. No amar jamás; Así poco a poco, me iba convirtiendo en otro dragón… Iba olvidando poco a poco el dolor que sentía, y me fui convirtiendo en un Dios del Odio. Entrené duro y luchaba a diario con dragones más poderosos que yo, hasta que a tanto odiar y odiar… Me concedió la inmortalidad. Sólo que al luchar contra el anterior Alfa Blanco, me la quitó porque a diferencia de mí, y de todos mis anteriores rivales, él tenía un corazón puro.

Hipo no tenía palabras, se sentía mal por el pobre dragón. Iknius no era un dragón malvado, sólo que la rabia y su odio crecieron tanto en él; Que le llevaron a convertirse en un ser oscuro, incapaz de amar a nadie.

Iknius:

- Sé mejor que tú lo que es perder a tú mejor amigo… Duele, es verdad, pero lo olvidarás, así como yo lo hice.

Hipo:

- No, te equivocas, aún puedes cambiar…

Iknius:

- Eso ya no es posible, ha pasado demasiado tiempo.

Hipo:

- Ya, pero Iknius… Tú quieres cambiar, ¡Yo sé que realmente no quieres ser así!, y si tu quieres, ¡Puedes cambiar!

Iknius:

- ¡Olvídalo chico! Mi antiguo YO a desaparecido, ahora ya sólo me queda el alma de una bestia oscura…

Hipo:

- ¡No es cierto…!, en el fondo, tú querrías cambiar, lo sé. Puedo ayudarte, ¡Aún no es tarde!

Iknius lo miró con algo de confianza.

Iknius:

- Un Dios del Odio sólo sabe odiar…

Hipo:

- ¿¡Y qué ganarás con odiar y odiar!? serás poderoso, pero eso no te hará feliz… al contrario, ¡¡Te harás daño a ti mismo!!

Iknius:

- ¿No te rindes nunca, chico?

Hipo:

- Sólo si veo que no hay esperanza. En este caso, ¡Sí la hay!

Iknius:

- Pero… yo ya no soy el de antes, será inútil…

Hipo:

- Siempre puedes intentarlo.

Los ojos de Hipo iluminaron el corazón de Iknius después de tanto tiempo de odiar y odiar… ¡Al fin volvía a tener luz en su corazón!

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