El ritmo no solamente es el elemento más antiguo y permanente del lenguaje, sino que no es difícil que seaanterior al habla misma. En cierto sentido puede decirse que el lenguaje nace del ritmo; o, al menos, que todoritmo implica o prefigura un lenguaje. Así, todas las expresiones verbales son ritmo, sin excluir las formasmás abstractas o didácticas de la prosa. ¿Cómo distinguir, entonces, prosa y poema? De este modo: el ritmose da espontáneamente en toda forma verbal, pero sólo en el poema se manifiesta plenamente. Sin ritmo, nohay poema; sólo con él, no hay prosa. El ritmo es condición del poema, en tanto que es inesencial para laprosa. Por la violencia de la razón las palabras se desprenden del ritmo; esa violencia racional sostiene envilo la prosa, impidiéndole caer en la corriente del habla en donde no rigen las leyes del discurso sino las deatracción y repulsión. Mas este desarraigo nunca es total, porque entonces el lenguaje se extinguiría. Y conél, el pensamiento mismo. El lenguaje, por propia inclinación, tiende a ser ritmo. Como si obedeciesen a unamisteriosa ley de gravedad, las palabras vuelven a la poesía espontáneamente. En el fondo de toda prosacircula, más o menos adelgazada por las exigencias del discurso, la invisible corriente rítmica. Y elpensamiento, en la medida en que es lenguaje, sufre la misma fascinación. Dejar al pensamiento en libertad,divagar, es regresar al ritmo; las razones se transforman en correspondencias, los silogismos en analogías y lamarcha intelectual en fluir de imágenes. Pero el prosista busca la coherencia y la claridad conceptual. Por esose resiste a la corriente rítmica que, fatalmente, tiende a manifestarse en imágenes y no en conceptos.La prosa es un género tardío, hijo de la desconfianza del pensamiento ante las tendencias naturales delidioma. La poesía pertenece a todas las épocas: es la forma natural de expresión de los hombres. No haypueblos sin poesía; los hay sin prosa. Por tanto, puede decirse que la prosa no es una forma de expresióninherente a la sociedad, mientras que es inconcebible la existencia de una sociedad sin canciones, mitos uotras expresiones poéticas. La poesía ignora el progreso o la evolución, y sus orígenes y su fin se confundencon los del lenguaje* La prosa, qué es primordialmente un instrumento de crítica y análisis, exige una lentamaduración y sólo se produce tras una larga serie de esfuerzos tendientes a domar al habla. Su avance semide por el grado de dominio del pensamiento sobre las palabras. La prosa crece en batalla permanentecontra las inclinaciones naturales del idioma y sus géneros más perfectos son el discurso y la demostración,en los que el ritmo y su incesante ir y venir ceden el sitio a la marcha del pensamiento.Mientras el poema se presenta como un orden cerrado, la prosa tiende a manifestarse como una construcciónabierta y lineal. Valéry ha comparado la prosa con la marcha y la poesía con la danza. Relato o discurso,historia o demostración, la prosa es un desfile, una verdadera teoría de ideas o hechos. La figura geométricaque simboliza la prosa es la línea: recta, sinuosa, espiral, zigzagueante, mas siempre hacia adelante y con unameta precisa. De ahí que los arquetipos de la prosa sean el discurso y el relato, la especulación y la historia.El poema, por el contrario, se ofrece como un círculo o una esfera: algo que se cierra sobre sí mismo,universo autosuficiente y en el cual el fin es también un principio que vuelve, se repite y se recrea. Y estaconstante repetición y recreación no es sino ritmo, marea que va y viene, cae y se levanta. El carácterartificial de la prosa se comprueba cada vez que el prosista se abandona al fluir del idioma. Apenas vuelvesobre sus pasos, a la manera del poeta o del músico, y se deja seducir por las fuerzas de atracción y repulsióndel idioma, viola las leyes del pensamiento racional y penetra en el ámbito de ecos y correspondencias delpoema. Esto es lo que ha ocurrido con buena parte de la novela contemporánea. Lo mismo se puede afirmarde ciertas novelas orientales, como Los cuentos de Genji, de la señora Murasaki, o la célebre novela china Elsueño del aposento rojo. La primera recuerda a Proust, es decir, al autor que ha llevado más lejos laambigüedad de la novela, oscilante siempre entre la prosa y el ritmo, el concepto y la imagen; la segunda esuna vasta alegoría a la que difícilmente se puede llamar novela sin que la palabra pierda su significadohabitual. En realidad, las únicas obras orientales que se aproximan a lo que nosotros llamamos novela sonlibros que vacilan entre el apólogo, la pornografía y el costumbrismo, como el Chin P'ing Mei.Sostener que el ritmo es el núcleo del poema no quiere decir que éste sea un conjunto de metros. Laexistencia de una prosa cargada de poesía, y la de muchas obras correctamente versificadas y absolutamenteprosaicas, revelan la falsedad de esta identificación. Metro y ritmo no son la misma cosa. Los antiguosretóricos decían que el ritmo es el padre del metro, Cuando un metro se vacía de contenido y se convierte enforma inerte, mera cáscara sonora, el ritmo continúa engendrando nuevos metros. El ritmo es inseparable dela frase; no está hecho de palabras sueltas, ni es sólo medida o cantidad silábica, acentos y pausas: es imageny sentido. Ritmo, imagen y sentido se dan simultáneamente en una unidad indivisible y compacta: la frasepoética, el verso. El metro, en cambio, es medida abstracta e independiente de la imagen. La única exigenciadel metro es que cada verso tenga las sílabas y acentos requeridos. Todo se puede decir en endecasílabos: unafórmula matemática, una receta de cocina, el sitio de Troya y una sucesión de palabras inconexas. Incluso sepuede prescindir de la palabra: basta con una hilera de sílabas o letras. En sí mismo, el metro es medidadesnuda de sentido. En cambio, el ritmo no se da solo nunca; no es medida, sino contenido cualitativo yconcreto. Todo ritmo verbal contiene ya en sí la imagen y constituye, real o potencialmente, una frase poéticacompleta.El metro nace del ritmo y vuelve a él. Al principio las fronteras entre uno y otro son borrosas. Más tarde elmetro cristaliza en formas fijas. Instante de esplendor, pero también de parálisis. Aislado del flujo y reflujodel lenguaje, el verso se transforma en medida sonora. Al momento de acuerdo, sucede otro de inmovilidad;después, sobreviene la discordia y en el seno del poema se entabla una lucha: la medida oprime la imagen oésta rompe la cárcel y regresa al habla para recrearse en nuevos ritmos. El metro es medida que tiende asepararse del lenguaje; el ritmo jamás se separa del habla porque es el habla misma. El metro esprocedimiento, manera; el ritmo, temporalidad concreta. Un endecasílabo de Garcilaso no es idéntico a unode Quevedo o Góngora. La medida es la misma pero el ritmo es distinto. La razón de esta singularidad seencuentra, en castellano, en la existencia de períodos rítmicos en el interior de cada metro, entre la primerasílaba acentuada y antes de la última. El período rítmico forma el núcleo del verso y no obedece a laregularidad silábica sino al golpe de los acentos y a la combinación de éstos con las cesuras y las sílabasdébiles. Cada período, a su vez, está compuesto por lo menos de dos cláusulas rítmicas, formadas tambiénpor acentos tónicos y cesuras. «La representación formal del verso, dice Tomás Navarro en su tratado deMétrica española, «resulta de sus componentes métricos y gramaticales; la función del período esesencialmente rítmica; de su composición y dimensiones depende que el movimiento del verso sea lento orápido, grave o leve, sereno o turbado». El ritmo infunde vida al metro y le otorga individualidad11.La distinción entre metro y ritmo prohíbe llamar poemas a un gran número de obras, correctamenteversificadas que, por pura inercia, aparecen como tales en los manuales de literatura» Libros como Loscantos de Maldoror, Alicia en el país de las maravillas o El jardín de senderos que se bifurcan son poemas.