San Francisco: Reencuentro

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— ¡Acaso estas escuchando lo que estas diciendo! — Connor gritaba mientras veía como Max solo lloraba en la orilla de la cama de su habitación, como él se encontraba destrozado por las palabras que había dicho. — ¡Dímelo a los ojos Maximilian! —

Con sus manos tomó el rostro del chico y levantó su cabeza para que ambos conectaran sus miradas. Un silencio se había formado en la habitación, afuera de esta se escuchaba la caída de agua por la lluvia, era una noche de tormenta y ellos estaban a punto de desatar otra.

— ¡Dilo Max! — Seguía fritando con fuerza el empresario, ante la mirada de tristeza del chico.

— Terminemos... Solo acabaremos por destruirnos si estamos juntos. Comprende que después de saber todo de nosotros, ahorita mismo no es sano que estemos en una relación. —

El empresario no lo podría creerlo, esas palabras que salían de la boca del joven con quien quería pasar toda su vida, con quien pasó de todo para poder estar a su lado. Ambos estaban con incertidumbre de lo que seguía, Connor al final se rindió tomando asiento a lado del joven, una lagrima bajaba y solo pasaba su saliva con nervios.

— ¿Cómo fue que llegamos a esto? — Preguntó haciendo que ambos volvieran a recordar el principio de aquel viaje después de los sucesos en la campaña de Celebrity.

*

*

*

— Max. Oye, Max. Despierta jovenzuelo. — Decía el empresario mientras volvía mover al chico quien poco a poco comenzó a abrir los ojos.

— ¿Connor? — Bosteza el joven mientras se reincorpora en el asiento del avión. — Lo siento, me quedé perdido en mi siesta. —

— No te preocupes, además solo fueron unos minutos. Estamos a punto de aterrizar en el aeropuerto, hemos llegado a San Francisco. —

— Que bueno, pero... ¿Cuál es el plan? — Preguntó curioso el chico mientras veía por la ventana como las nubes iban pasando lentamente.

— Bueno, estaremos aquí unos días. Nos quedaremos en mi antigua casa, te mostraré toda la ciudad y los lugares que frecuentaba cuando vivía aquí. Quiero que aprendas de mi poco a poco, también me ayudará a recordar mucho de mi pasado. — Connor parecía emocionado acerca de visitar su antiguo hogar, mientras el avión iba aterrizando Max no dejaba de pensar en cómo todo esto se iba a desarrollar, en su mente por un momento se dijo a si mismo que tal vez era una mala idea continuar con aquel viaje.

El avión aterrizó sin problemas en la pista, mientras ambos hombres salían con una sonrisa y maletas en mano, a Connor se le vino algo a la mente.

— Hey Max. ¿Y si vamos a otro lugar antes que mi casa? — Durante casi 1 hora, la paciencia del chico y del empresario se estaba acabando y eso era debido al gran tráfico que había en la ciudad, el taxista observaba el desespero de la pareja que venía atrás.

— Les ofrezco una disculpa. Las obras en la 16 han puesto a la ciudad en un caos vial. Pero la compañía de obras Holland trabaja rápido por lo que esperemos que en unos días se estabilice todo. —

— ¿Holland? — Al empresario le causaba curiosidad el apellido, era él mismo de su antiguo amigo de quien se acordó en el avión. ¿Serian la misma persona? Eso se lo preguntaba el hombre mirando las obras que estaban en la calle.

— ¿Sucede algo Connor? — Preguntó Max mientras veía con curiosidad a su pareja. Pasó otro rato para salir del caos vial, cuando por fin salieron el taxista se dio prisa al destino, llegando con rapidez a la pastelería a donde el empresario quería llegar.

— ¿Una pastelería? —

— Si, es una pastelería muy buena, venia aquí cuando era niño. — El de ojos azules le pagó al taxista y ambos bajaron viendo el local. — No ha cambiado mucho. — Al entrar, una campanita sonó atrayendo a la anciana mujer del mostrado.

— Buenas tardes. — La anciana mujer de cabello recogido y color platinado, miraba tiernamente a los recién llegados, estaba sola y Connor solo abrió los ojos y un sentimiento empezó a invadirlo.

— ¿Señora FitzGerald? — Comentó el hombre sorprendiendo a la mujer.

— ¿Usted y yo nos conocemos joven? —

— Cada día a exactamente a las 6 de la tarde siempre venia corriendo a esta tienda, cada día cuando mi padre llegaba de trabajar, por miedo y usted siempre me regalaba alguna rebanada de sus pasteles para sentirme mejor y dejara de llorar. — Sonrió el hombre ante la cara de asombro de la mujer.

— Mi niño Connor. — Dijo la mujer saliendo con prisa detrás del mostrador yendo a abrazar al hombre entre lágrimas. — Por dios, mírate estas enorme y muy guapo, todo un galán. —

— Me alegra que esté aun trabajando aquí señora FitzGerald. ¿Cómo ha estado? —

— Muy bien hijo. Una vida tranquila haciendo mis pastelitos. Pero, que descortés soy, por favor siéntense, ¿Cómo se llama tu amigo? — Dijo la mujer mayor mirando a Max quien sonreía tierno al ver tal recuentro.

— Me llamo Maximilian Wells, Connor quiso mostrarme su pastelería. — Dijo cortésmente el chico tomando asiento en una de las mesas.

— Vinimos de vacaciones, voy a pasar algunos días aquí. Pero quería mostrarle a Max, la maravilla de sus pasteles. ¿Aun hace el pastel de chocolate amargo? Era mi favorito. — Sonreía con felicidad el hombre al ver a la mujer en frente de él.

— Por supuesto que sí. Les traeré una rebana de cada pastel, con una taza de café con leche. — La anciana mujer continuó su camino hacia dentro del negoció mientras ambos hombres esperaban, Max no pudo evitar mirar a Connor detenidamente, el empresario se le quedó viendo también pero extrañado.

— ¿Qué sucede jovenzuelo? —

— Nunca te había visto sonreír así. — Dijo el chico mirando con alegría a su pareja.

— Bueno... — Connor por su parte bajó la mirada y de repente los recuerdos chocaban en su mente. Le causaba tristeza pensar en esos días. — La señora FitzGerald es vecina de la casa a dónde vamos. Cuando era niño, mi padre siempre llegaba a las 5:45 de la tarde, su humor no era nada bueno, a veces llegaba ebrio y cualquier cosa que lo alterará se ponía violento, era muy travieso en ese entonces, por lo que mi mamá siempre me mandaba aquí a esconderme hasta que mi padre se durmiera, durante varios años por las tardes caminaba 15 minutos por las calles y entraba por esa misma puerta, ayudaba a la señora, y comía sus deliciosos pasteles... Esto es solo la punta del iceberg. — Mencionó con tristeza el hombre de ojos.

Max se le quedó mirando unos momentos pero de repente la puerta del local fue abierta y la figura de un hombre con lentes oscuros entró por la puerta vestido con un pantalón de mezclilla oscuro, zapato de trabajo café, una camisa de cuadros gris con rojo entallada a su figura y portando también un chaleco de obra en color azul.

— Buenos días señora Eleonor, ya vine por mi rebanada del pastel del día. Espero que sea el chocolate amargo. — Con una sonrisa y sin darse cuenta de los otros dos se quitó los lentes dejando a la vista el verde intenso de sus ojos mientras esperaba a la señora. Rápidamente el empresario impactado se puso de pie viendo con asombro la figura de aquel hombre.

— Connor. — Dijo el de ojos azules sorprendiendo a Max quien solo miraba como el recién llegado volteaba su cabeza sorprendido.

— Eres tu Connor. — Aquel hombre miró con su viejo amigo del mismo hombre estaba parado a unos metros de él.

Max solo se quedó en silencio mirando a ambos hombres, uno por un lado con una mirada en un verde fuerte, y por otro lado la intensidad de los ojos azules de su pareja era un constante de miedo para Max, pero parecía que ellos dos tenían cosas sin resolver y eso significaba problemas.




~ Continuará... ~

Una vida a tu lado (Historia LGBTI) (Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora