Memorias: Connor Holland

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— Connor Stone. — Dijo el hombre de ojos verdes viendo detenidamente al otro hombre de ojos azules quien con impresión también hacia lo mismo mirando al su viejo amigo.

— Connor, yo... — Trató con delicadeza acercarse, pero de repente la una cara alegre se mostró en el hombre del chaleco quien con los brazos extendidos se acercó al empresario a abrazarlo.

— Connor Stone, han pasado años hombre. Ja, te he visto en diarios y noticias en internet y me he estado preguntando por ti. ¿Cómo has estado? — Se veía sonriente el de ojos verdes quien seguía abrazando al empresario.

— Amm, yo... — Ni el empresario, ni el chico entendían nada sobre todo Max quien simplemente se quedó tomando varios sorbos a su taza de café mientras seguía viendo. El hombre de ojos verdes se separó viendo al otro con una sonrisa.

— ¿Qué pasa? ¿Te mordió la lengua el ratón? —

— Oh, Connor. Veo que ya se encontraron ambos, que bueno que traje tres rebanadas de pastel. — Dijo la anciana mujer mientras traía una bandeja con tres platos. — Pero vamos, tomen asiento, tienen mucho de qué hablar. —

Connor Stone tomó asiento a un lado de Max mientras que Connor Holland tomó asiento en frente haciéndole caso a la señora. El ingeniero solo se quedó mirando a ambos hombres de la mesa, viendo sus expresiones nerviosas de ambos. Max, tenía nervios ya que el empresario se sentó demasiado cerca de él, mientras el mayor no sabía que decir ahora que tenía enfrente a su amigo.

— Este, ¿Y tú eres? — Preguntó.

— Lo siento, mi nombre es Maximilian Wells. Soy... —

— Oh, eres el chico que se hizo cargo de la campaña Celebrity. Dicen en internet que hiciste cosas increíbles y fuiste un encargado de primera. Te alaban mucho tu trabajo. — Mencionó el de ojos verdes con una sonrisa que avergonzó al chico.

— No es para tanto. Es... Es solo trabajo. — Respondió.

— ¿Qué los trae a los dos por aquí? — Dijo con alegría el hombre mientras comenzaba a comer su pastel, tanto Max como Connor se quedaron mirando mutuamente, agachando las miradas pero de repente el ingeniero de ojos verdes se sorprendió. — Ya veo, ustedes son pareja. Eso me causa sorpresa, ya que Stone es un mujeriego, y eso era desde que llegó a nuestra escuela. Recuerdo que una vez en el primer año de High School casi provocaste un caos ya que varias chicas se dieron cuenta que les habías regalado la misma pulsera para San Valentín. —

— ¿En serio? — Respondía Max mirando con gracia al empresario.

— Oye, era un chico en ese entonces. No es lo que parece Max, solo era un puberto. — Dijo con nervios el hombre de ojos azules.

— Pero también hiciste algo parecido en universidad, hasta hubo porristas involucradas y todo el mundo sabía que las porrista de enemigas eran de temer. — Volvió a contar el ingeniero, mientras seguía comiendo su pastel. — Bien, tengo que volver al trabajo. — Dijo levantándose de la mesa y dejando un par de billetes. — Señora Eleonor, muy rico el pastel de hoy. Volveré mañana por más. —

— Sabes que siempre estará tu rebanada esperándote Connor. Mañana preparé uno de vainilla con frutos rojos. — Dijo la mujer detrás del mostrador.

— Genial. Fue un gusto verte Connor, si estás aquí más tiempo deberíamos irnos a tomar una cerveza, hay mucho de que platicar. — Con una sonrisa y un saludo de mano Connor Holland salió con prisa mientras los otros dos solo lo veían alejarse.

— Tu amigo, es muy especial Connor. — Dijo con una risita el joven.

— Bueno, si es que somos amigos. —

— ¿Qué quieres decir? — El chico miró un rostro preocupado en su pareja quien no apartaba la mirada de la puerta.

— Él y yo fuimos amigos desde que llegamos y nos conocimos. Nos la pasamos juntos todo el camino de la High School y unos meses antes de la graduación yo simplemente deje de hablarle. —

— ¿Por qué hiciste eso? — Preguntó el castaño pero el empresario solo suspiró.

— Es una larga historia, y aun no llego a la peor parte. Él hecho es que simplemente le hice un gran daño y el que me hable de tal manera, me sorprende que no me odie después de arruinarle la graduación. — Dijo con una tristeza el hombre comiendo un pedazo de su pastel. De repente el celular de Max comenzó a sonar de manera sorpresiva. El chico rápidamente contestó.

— Hola, tío Damien... Si, muy bien. Está bien. No, apenas llegamos a San Francisco. No te preocupes, ya te mandé a mi remplazó. Si, seguro Sam hará un buen trabajo... No, no he podido localizarlo, si ya les he hablado a todos, dile a Sara que no esté preocupada, no tarda en aparecer. Está bien, no te preocupes tío. Gracias, Adiós. — Max colgó el teléfono suspirando con tristeza.

— ¿No hay señales de Samuele? — Preguntó Connor acariciando la espalda del chico como consuelo.

— No, aun no. Nadie sabe dónde pudo meterse. Y sigo sintiéndome mal, debimos de haberle dicho a Anthony que Samuele no aparecía. — Molesto, Max comenzó a comer.

— Anthony acaba de recuperarse, el doctor dijo que no debíamos preocuparlo. Además él al igual que nosotros comenzará un viaje importante. —

— Lo sé. Pero siento que no debimos ocultarle algo así, sabes lo importante que es Samuele para él. — Dijo preocupado el chico.

— Lo sé, por eso tenemos a gente buscándolo por todos lados. Además ten en cuenta que sigue afectado por la muerte de Penélope, hay que darle tiempo para que mejore. Ya verás que cuando menos lo esperemos él volverá. — Con seguridad el empresario habló.

— Espero que sea pronto. —

Max estaba preocupado, Connor lo comprendía y él también lo estaba pero estaba seguro que todo esto era demasiado exagerado, teniendo en cuenta que para el modelo había perdido a una de las personas más importantes en su vida. Creía que lo mejor era dejarlo solo y sanar a su paso.

Después de acabar el pastel, hablar un poco con la dueña de la pastelería ambos hombres salieron con maletas en mano, saliendo con alegría a pie hacia la casa donde se iban a quedar que era la misma donde vivió por muchos años. Mientras iban caminando Max observaba las calles de la ciudad, edificios grandes y bellos, subidas y bajadas y un clima húmedo que daba mucho calor. Pasaron 30 minutos caminando hasta que llegaron a aquella gran casa roja. Se veía bastante arreglada y recién pintada, a pesar de que según le habían contado su pareja tenían años sin venir hacia acá.

— La mandé a arreglar antes de venir. Prácticamente la reconstruyeron en tiempo record. — Dijo sonriente.

— Siempre pensando en todo Connor. —

— Eso me ofende Jovenzuelo. Sabes perfectamente lo meticuloso que soy cuando planeo algo. — Con una sonrisa pícara el hombre abrazó de la cintura al chico atrayéndolo a su cuerpo.

— Si, eso noté de nuestra cita en parís. — Dijo sarcástico.

— Hice lo mejor que pude. Pero podemos repetir lo mismo de esa noche. — Con una señal de sus ojos el hombre señaló hacia la casa haciendo reír al joven.

— Pervertido, pervertido, mil veces pervertido. — Reía el chico.

— Si bien, que también quieres... Vamos adentro. — Con alegría ambos hombres entraron a la casa entre risas y coqueteos dejándose llevar por el amor que ambos se tenían, era un buen comienzo para ellos, en una noche llena de risas.



~ Continuará...  ~

Una vida a tu lado (Historia LGBTI) (Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora