Todas las ventanas en la estancia permanecían con las persianas meticulosamente abajo, evitando así que el mundo ajeno descubriera lo que se concretaba cada mañana a las 11 después del segundo receso dentro de ese rincón de cielo.
Gregory Lestrade sabía con seguridad desde hacía unos tres meses atrás que ya no solo se trataba de asesoría sobre cálculo diferencial con el chico más listo y reservado de la clase. No. Greg sabía a la perfección, como se sabe el resultado de sumar uno mas uno, que gran parte de las reuniones era ocupada solo para recostarse en la alfombra cuadriculada de vinilo, escuchando a Edith Piaf junto al amor de su vida o, según lo que decía el gafete que éste siempre llevaba encima, junto a «Mycroft Holmes».
Era cierto que si tres meses antes uno de esos charlatanes que te predicen el futuro según la palma de tu mano, se le hubiera acercado para decirle que terminaría locamente enamorado del presidente de la Sociedad Diógenes, él no hubiera dudado en burlarse en su cara y pedir un reembolso. Al final de cuentas, Gregory no se sentía atraído por personas de su mismo sexo ¿o sí?
—Ah, la típica crisis de las etiquetas...
Había dicho Mycroft en ese tiempo, justo después de besarlo sobre el viejo escritorio color caoba donde habían estado resolviendo por horas la tarea de ese día. Era obvio que la expresión de perplejidad se había formado en el rostro del chico con pelo negro azabache y eso, en cierto modo, había desconcertado al hijo mayor de la profesora Holmes, ya que, por lo que él había deducido, Lestrade anhelaba con fervor esa suave y pecaminosa unión desde hacía unas sesiones atrás.
—Gregory, ¿me estás prestando atención?
Invariablemente, Greg se perdía en las nubes y evocaba momentos irrepetibles en esa habitación al lado del pelirrojo cuando éste último se empeñaba en hablar y hablar sobre cómo cambian las funciones cuando sus variables cambian y... ¿que eso no era lo mismo pero con más vocablos para extender el enunciado? Ugh. Sinceramente moría por encender un cigarrillo y ganarse un regaño por parte de Mycroft sobre no fumar en espacios cerrados y de cómo repercute ese simple acto en la salud de los fumadores activos y los pasivos (debía admitir que eso siempre le daba un aire interesante a la situación).
—El incienso es más dañino— exclamó Greg sin pensárselo dos veces, dejando boquiabierto a Mycroft tras darse cuenta de la cacofonía que sus palabras habían representado para su pareja—. Es verdad, la profesora Hudson lo explico ayer en la clase. Así que, deberías dejar de quemar tanto incienso mientras estamos aquí encerrados sin ventilación porque-
Mycroft rodó los ojos y soltando un suspiro de agotamiento, interrumpió al orador amateur:
—¡Caray! ¿Por qué no puedes concentrarte en una sola cosa?
Greg se posó sobre su codo y, acercándose al oído de Mycroft quien ahora tenía la cara tapada con ambas manos y se lamentaba moviéndose de un lado a otro, susurró juguetonamente:
—¿Quieres saber por qué?
Un escalofrío repentino recorrió la nuca del chico Holmes, borrando de la faz de su mente cualquier pensamiento cuerdo que pudiese sobrarle tras oír ese tono meloso que Gregory había empleado. Irremediablemente, sintió cómo el calor de sus mejillas era anormal al de su cuerpo en general y, supo por ende, que se había sonrojado.
—Ah... He ahí la respuesta que esperaba— continuó Greg, disminuyendo el volumen de su voz al grado en que Mycroft debía concentrarse al máximo para no perder el hilo de la conversación.
De súbito sintió el aterciopelado roce de unos labios descendiendo por su cuello, era increíble cómo en menos de tres meses había mejorado la táctica de su amante para conseguir que se inestabilizara completamente. Mycroft sonrió ante ese hecho y dejó que sus manos bajaran de su rostro para aferrarse a la sedosa cabellera de Lestrade. Luego, ladeando su cuello otro poco, no pudo impedir el escape de un jadeo en glorioso crescendo cuando, con toda la intención del mundo, Greg lo mordía suavemente al recorrer su piel y se posicionaba encima de él.
«You are all I long for,
all I worship and adore»—Sí, bueno... puede que haya saboteado tu lista de reproducción cuando saliste al baño— comentó un Greg nervioso al darse cuenta de lo lejos que se estaban dejando llevar.
Ambos chicos soltaron una sonora carcajada, lo que dio oportunidad a Mycroft de enderezarse tímidamente, para después musitar contra los labios del pelinegro:
—Te amo.
Greg lo miró con sorpresa y un destello de esperanza se vio reflejado de forma espontánea en sus ojos marrones.
—Y yo a ti.
A Mycroft le hubiese gustado detener el reloj en ese preciso instante donde no existía nadie más que su Gregory, el único capaz de hacerlo sentir débil y bien; sin embargo, el toquido característico de Anthea lo ató de vuelta a la Tierra y Greg supo que el hechizo se había roto. Ya era hora de marcharse.
—Hasta mañana.
Entonces, un agujero negro se formó en sus entrañas cuando el ruido de los goznes rechinando sobre su eje indicó que Greg había abierto la puerta.
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With Teenager Melody [Teen!lock AU]
FanficJohn reprueba la clase de la profesora Holmes, Sherlock le ofrece ayuda. - - - - - - Registrado en Safe Creative ©