Capítulo 3: Misión: Conseguir coraje.

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"Los amigos se convierten con frecuencia en ladrones de nuestro tiempo." -Platón.

Leonardo le dio un puñetazo potente en el rostro y cayó al piso. Lo amarró rápidamente y colocó su pié encima para que no se moviera. Por mi parte, no podía hacer reaccionar a mis músculos, la dolencia era más grande y cada respiro era una tortura.

-¿Clara? -Preguntó Leonardo con un tono preocupado al ver que no me movía.

El encadenado intentó liberarse, Leonardo lo arrastró hacia el cuarto y cerró la puerta. Sacó su móvil del bolsillo y llamó a la policía mientras yo intentaba mantener una respiración consecutiva sin que doliera.

-Estarán aquí en unos minutos. -Informó.

Se agachó para recogerme y me llevó hacia la pared. Me quitó la chaqueta y la mochila con cuidado e inspeccionó mi hombro sobre la playera. A penas sentía sus dedos de lo hinchado que estaba.

-Tienes suerte de que no haya sido una fractura.

-¿Cómo sabes? -Consulté. Cambió su mirada a mis ojos y se quedó en silencio, como si se hubiera perdido. Golpearon la puerta del cuarto y giró su rostro a mis hombros nuevamente.

-Una vez me quebré la clavícula durante mi primer partido a los 15 años... -Sonrió entre labios. -Me lanzaron el balón y en un par de segundos, todos estaban encima de mí. No sé cómo, tal vez, me enterré algo o las hombreras estaban mal puesta, pero me fracturé.

-Eso sí es tener mala suerte. -Sonreí.

-Sí. -Rió. -Pero eso no me detuvo. -Volvimos a cruzar miradas y esta vez me perdí yo en la intensidad de sus ojos. -Espera. -Se alejó y desapareció por la esquina.

Tenía un revoltijo de sentimientos y dolores, era la primera vez que hablaba con Leonardo y que lo tocaba. Nunca me hubiera imaginado que nos toparíamos de este modo, bueno, más bien, de ningún modo.

Esperé a que volviera, apoyada en la pared y escuchando los molestos quejidos de Noah, pero los segundos se volvieron minutos.

-Noah... -Suspiré.

-¿Qué? -Contestó con un tono molesto. Me quedé unos segundos pensando.

-¿Esto es un sueño? -Pregunté.

Rió. -Si así fuera, entonces, yo ya no estaría aquí.

Después de un tiempo, llegó Leonardo con dos uniformados. Abrieron la puerta y lo esposaron.

-¿Necesitan un médico? -Alzó la voz el oficial.

-Sólo ella, pero yo me encargo. La llevaré hacia la enfermería. -Intervino Leonado.

-Está bien, cualquier cosa, llámenos. Les saldrá gratis la consulta. -Informó el hombre. Leonardo levantó el pulgar y los uniformado se fueron con Noah.

Cogió mis cosas y las cargó, me acompañó hasta el sanatorio e intentó abrir la puerta, pero se atascó.

-Está cerrado. -Dijo mientras forzaba la manilla. -Justo ahora que lo necesitas... Ven, tengo un gel en el casillero.

Heridas que no sangran. [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora