Mientras leía en el autobús, noté de reojo que no era la única. Oculté mi sonrisa y acomodé el libro para facilitarle el trabajo. Mi padre siempre me había dicho que leer "por sobre el hombro" era de mala educación, pero a mí me daba lo mismo, siempre que no fuera algo privado. Pasamos así veinte minutos, yo esperaba que él despegara la vista y así sabía que había terminado para dar vuelta la página. En un momento, él paró de leer y sacó una pequeña libreta, anotó algo y después se giró hacía mí. Mi pulso se aceleró incluso antes de que tocara mi brazo.
-Disculpa, no pude evitar leer un poco de tu libro. ¿Podrías decirme cómo se llama?—No logré reaccionar por unos segundos, hasta que mi lengua pudo soltarse.
-"Demian" de Hermann Hesse—Respondí con la voz más entusiasmada y amable que pude.
-Gracias—Me sonrió, y sentí como me dio una leve palmadita en el brazo. Se paró rápidamente de su asiento en el momento en que se abrieron las puertas y bajó.
No podía mentirme mí misma, estaba decepcionada, pero decidí seguir leyendo. Bajé mi vista, pero otra cosa capturó mi atención. Un pequeño post-it estaba pegado en el brazo de mi chaqueta.
"Por si deseas comentar el libro.
-Shawn."
Y su número de teléfono.