La Fábrica

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Madrid, primer día de agosto en el sexto año del nuevo milenio; el calor empieza a ser aplacado por una brisa ligera envalentonada por la noche y la hora que la representa, pero que, aún así, no consigue que los siete jóvenes que recorren las calles en su paseo renieguen de las ropas de verano.

La antigua fábrica con casi un siglo de antigüedad permanece en mitad del descampado, aislada del mundo exterior por las vallas, los alambres y los muros; hace décadas que nadie pisa sus suelos, atraviesa sus puertas o pasa más allá de la garita del guarda que se limita a rondar cada cuatro horas por sus alrededores, siempre a una distancia prudencial:

Desde la distancia escucho la conversación, las bromas, las risas subsiguientes. Lo escucho todo.

-Yo me la imaginaba de otra forma -la chica de pelo castaño largo mira a sus amigos esperando algo más que la confusión palpable-. La ciudad, no sé, no es tan interesante como las de U.S.A. ni tan armoniosa como las de Japón. Es como muy aburrida y fría, sin madera, sin papel, solo piedra, acero y mármol.

-Mimi, a ti todo lo que no huela a repostería te parece aburrido -el chico del pelo pincho parece el gracioso del grupo, he visto muchos como él; se desinflará pronto y tendrá que reinventarse como persona.

-Cállate, Davis, hay muchas cosas que me gustan y no son dulces.

-Mimi, no puedes decir que es aburrida, ya hemos ido a ver la Gran Vía y el campo de fútbol -la chica pelirroja la coge del brazo y la aparta del tal Davis, al que parecía querer mostrar lo que ocurre si la ofendes demasiado, cosa que iba acontecer en su siguiente frase.

-Y los museos -el conciliador, esta vez un chico de pelo azul y larguirucho que va del brazo de otra de las chicas, parece uno de esos tipos que seguiría pareciendo amable hasta escupiéndote directamente a la cara.

-Y los chicos -la chica que va del brazo del peliazul, tiene el pelo morado y ya no sé qué tipo de genética tienen los humanos para que sus pelos parezcan salidos de un mundo de luz y color-. Claro que yo solo me he fijado en Ken, pero creo que he visto alguno de refilón que parecía muy guapo.

-Chicos, os olvidáis de lo más importante de todo lo que hemos visto aquí -el castaño del pelo indomable está tan emocionado que podría apostar que va a decir alguna estupidez.

-¿La comida? -El chico rubio resulta ser el entrañable sarcástico, empezaba a desesperar porque nadie regalara un comentario mordaz y antipático al viento para que llegara hasta mí.

-Pues no, listo -una mirada de soslayo entre la chica pelirroja y el rubio aclara las cosas: iba a decir la comida-, iba a decir los edificios antiguos y abandonados, ¿habéis visto la fábrica de ahí detrás? Es genial -vaya, parece que acaba de sembrarse el germen de una idea, ¿acabarán por venir o se irán como tantos otros?

-Bien salvado, Tai, es muy bonita -la chica del pelo castaño le guiña un ojo que casi nadie ve y todos miran hacia aquí.

-¿Cuánto llevará abandonada? -Impertinente...

-Si TK se hubiera dignado a venir con nosotros seguro que ya habría sacado el móvil para hacerle una foto, o un cuaderno para ponerse directamente a escribir -oh, parece que el grupo tiene más integrantes. Me pregunto si la idea de entrar aquí les entusiasmará tanto como a la mayoría de los presentes.

-¿Y si nos colamos y pasamos aquí la noche? -Et voilà, eso es lo que estaba esperando, pelo pincho.

-Bueno, una cosa es que sea bonita y otra...

-Davis, ¿acabas de tener una buena idea o me lo parece? -La tal Mimi parece genuinamente sorprendida.

-Eso parece, sí, fíjate, si hasta parece que pueda pensar -la chica del pelo morado se ha vuelto ahora la sarcástica después de que el rubio se haya apartado lo más silencioso posible para que no huelan su miedo.

-Pues yo me apunto, ¿quién se viene? -Las dos manos femeninas se alzan como apoyo a las dos masculinas y la chica pelirroja le echa un vistazo al rubio lo suficientemente corto como para que ni siquiera él la vea, pero lo suficientemente intenso como para confirmarme dos cosas: que él tiene miedo, mucho miedo y que ella padece de ese encaprichamiento tan típico de los humanos.

-¿De verdad os estáis planteando asaltar una fábrica abandonada en mitad de la noche? Esto no es Japón; si nos pillan, las cosas no se van a solucionar con una llamada a nuestros padres y mover un par de hilos. Si nos pillan, nos encarcelarán antes de que podamos siquiera excusarnos y el poco español de Ken no nos salvará de nada -vaya, el rubio acaba de descubrir su propio pánico ante sus amigos, esto va a traer carcajadas.

-¿Qué pasa, Matt? ¿Tienes miedo? -El castaño no tiene ninguna piedad... - ¿Te asusta la vieja fábrica abandonada? ¿Quieres que te traiga un peluche? -He presenciado descuartizamientos menos brutales que una batalla de insultos y humillación entre dos buenos amigos.

-Tai, cállate, no es miedo... Es sentido común, como nos metan en la cárcel por una de tus brabuconerías, no te salva ni el mismísimo Gennai de la paliza -es increíble lo frágil que puede llegar a ser el honor de un humano, y lo fácil que parece restaurarse al reafirmarse en la violencia. Si me dieran un trozo de oro por cada comentario así escupido en mi presencia, sería completamente de oro.

-Matt lleva razón, chicos, meternos ahí es arriesgarnos mucho -por si alguien entre ustedes necesitaba más pistas para saber que el amor se respira entre el tal Matt y la chica pelirroja, ha venido ella a confirmarlo.

-Vale, ¿qué os parece si volvemos al apartamento y se lo decimos a los demás? Así decidimos entre todos -el tal Tai está viendo la situación poco halagüeña y prefiere poner pies en polvorosa a entrar aquí. Supongo que, de momento, nadie vendrá.

-Está bien, a ver si los demás tienen un poco más de sentido común y os hacen entrar en razón -bueno, amigos, que se diviertan, han sido un magnífico entretenimiento esta noche, lástima que no les vuelva a ver...

Digimon Adventure: Última Noche [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora