TK

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Allá por donde el gancho ha entrado en su carne, una cascada de sangre comienza a derramarse lenta, pero imparable. Sora levanta una mano, con el ademán de dirigirse hacia las escaleras del sur, donde Tai y TK están terminando de recorrer los últimos escalones.

Pero nada es tan sencillo y la sombra, que se encuentra ajena a cualquier piedad, tira del gancho hacia las escaleras del norte de su espalda, arrastrando a Sora, que poco a poco se va quedando sin fuerzas para luchar.

Cuando Tai y TK terminan de bajar las escaleras sur, se encuentran la planta baja desierta a excepción de los cadáveres, ya habituales, pero sin rastro de Ken o Sora.

–¿Dónde han ido?

–No lo sé, pero no te separes, no me fio un pelo. ¿Recuerdas el plan?

–Sí, Tai. No es tan difícil: yo sujeto, tu atizas. No hace falta ser un genio para acordarse.

Un gran golpe suena en la misma habitación donde descansan los cuerpos de Yolei y Kari, seguido del ruido de las cadenas al arrastrarse y entrechocar. Ambos jóvenes dirigen la vista hacia la planta intermedia y echan a correr como alma que lleva el diablo.

En apenas un par de segundos se plantan en la pasarela que conecta todos los despachos y abren la puerta de la habitación en cuestión. Sus caras reflejan que nunca, nada podría haberles preparado para lo que verían. Ken, con las manos cubiertas de la dulce y chorreante sangre de Sora, se encuentra tirado en el suelo al fondo de la habitación, su mano derecha descansa sobre la empuñadura del gancho que atraviesa el cuello de Sora, cuyo cuerpo descansa a los pies del joven. Su mano izquierda agarra las cadenas que hace unas horas aguantaban el peso de Kari a la vez que su linterna, ahora en el suelo, rueda, abandonada, iluminando la escena desde abajo. Su cabeza se levanta bruscamente al oír la puerta y mira a los que habían sido sus amigos hasta hacía escasos minutos con ojos enloquecidos mientras trata de recuperar el control de su respiración acelerada.

–Yo... Yo no... Estaba repasando los últimos pasos de Izzy cuando se abrió la puerta y... Chicos... Yo no...

Tai y TK se quedan paralizados por la escena. Pasando su vista desde los cuerpos inmóviles de Yolei y Kari, hasta los ojos de Sora, cuyo brillo se hace más tenue a cada segundo, y hasta las manos manchadas de sangre de Ken.

Creo que la sombra solo arrebatará once vidas. La de Ken, parece ser que Tai y TK la reclaman para sí mismos. Sin decir una palabra, ambos jóvenes se internan en la habitación y rodean a Ken, uno por cada lado. Tai, desde la izquierda de Ken, arrebata de un golpe con todas sus fuerzas el gancho de la mano del susodicho, haciendo que el cuerpo desmayado de Sora caiga a plomo al suelo. Desde su derecha, TK coge a Ken y suelta su mano de las cadenas, para pasarle sus propios brazos por debajo de las axilas y sujetarle.

–Tai... TK... Chicos, de verdad... –Con la ya común llantina, Ken apenas ofrece resistencia y su máscara de diluye en las lágrimas que surcan su rostro, vuelve a ser el niño aterrado y conciliador que entró aquí, pero eso es algo que, ni TK, ni Tai pueden ver a través de sus propias lágrimas–. Ha sido la sombra, lo juro. Yo no quería...

El primer golpe de Tai impacta en la boca del estómago y deja a Ken sin aliento suficiente como para dar paso a los alegatos de Tai.

–Te dimos un hueco –el siguiente puñetazo impacta en su mejilla y llena los nudillos de Tai de humedad por las lágrimas a la vez que los reblandece el impacto contra el hueso–. Te dimos un hogar, amor –el tercer puñetazo impacta en sus costillas con tanta fuerza que no podría asegurar con firmeza no haber escuchado el crujido del hueso al romperse. Desde luego, Tai tiene bastante más fuerza de la que aparenta–. Maldita sea, te lo perdonamos TODO – la ira de Tai se descarga una vez más contra la otra mejilla de Ken al mismo tiempo exacto en el que Sora, a sus pies, exhala su último aliento.

–Tai... Por favor...

–Ni por favor –las lágrimas se derraman por las mejillas de los tres jóvenes, las de TK contra el cuello de la camiseta de Ken, las de Ken sobre las pequeñas heridas que se van abriendo por su cara al paso de los puños de Tai, y las de Tai, no pondría la mano que no tengo en el fuego porque fueran solo del dolor que le causan los puñetazos que está propinando–, ni hostias –puñetazo–. Nos has fallado –puñetazo–. Y, encima –puñetazo–, ¡has matado a Sora! –Puñetazo.

–¡No he sido yo! –Ante la debilidad de TK, que había soltado un poco su agarre gracias al llanto, Ken consigue soltarse y lanza, cegado por las lágrimas, un puñetazo directo a la cara de Tai, que se tambalea dos segundos intentando recuperar el control de su cuerpo tras la sorpresa inicial–. No he sido yo, lo juro. Tai, yo no he matado a Sora. Ni siquiera he vuelto a ser Digimon Emperador.

Ken se planta ante Tai con las manos extendidas a los lados de su cuerpo, en señal de rendición. A su espalda, TK colapsa en un ataque de pánico que le mantiene llorando e hiperventilando y le hace caer al suelo mientras se arrastra hacia el cuerpo de Kari, que todavía descansa en el suelo de la habitación. ¿Acabo de oír en serio que este muchacho es realmente un emperador? ¿O al menos que lo ha sido en algún momento de su vida? Su apariencia, su presencia, sus modales; desde luego, nada en él apoya dicha teoría.

–Y una mierda. Te he visto, tu forma de mirar, tu postura, ¡eras él! –No termino de entender, según las palabras de Ken, él fue un emperador, uno relacionado con algo llamado "digimon", pero por las palabras de Tai se podría deducir que son dos personas completamente distintas. Aunque sí es cierto que el muchacho que ha demostrado ser y la mascarada que pretendía hace unos minutos, no tienen nada que ver entre ellos; como dos personas distintas. Tal vez sea uno de estos humanos que parecen tener dos almas compartiendo un mismo cuerpo.

La desesperación de Tai alcanza límites insostenibles e, inconscientemente, desvía su mirada hacia el cuerpo de Sora a sus pies, momento en el que se desata completamente, pateando su propia linterna contra la pared del fondo repleta de cadenas.

El foco de la linterna se hace añicos en el impacto y la habitación se vuelve más oscura, únicamente iluminada por la linterna de Ken, que todavía permanece en el suelo, y por la linterna de TK, abandonada en el suelo que marca la puerta y que cayó de sus manos cuando Tai y él se lanzaron contra Ken al verlo agarrar el cuerpo de Sora.

No he vuelto a ser él, solo creía que era lo que necesitábamos para salir de aquí –también es posible que sea algún tipo de actor de método y el tal "Digimon Emperador" fuera un personaje de su pasado. Pero no tiene sentido todo el odio que le profesaban los demás cuando creyeron que era él–. Solo quería salvarnos a los cuatro, vine siguiendo los pasos de Izzy, pero cuando estaba por descubrir algo, la puerta que conecta con la otra habitación se abrió y algo me lanzó a Sora encima justo antes de que abrierais la puerta.

–¿Se supone que tengo que creer eso? –Mientras Tai se pone a dar vueltas intentando poner su mente en un necesario orden, TK consigue abrazarse al cuerpo de Kari en el suelo con la cara desencajada por el llanto y los mocos. Sigo sin saber de dónde sacan tanta agua en su cuerpo como para llorar tanto sin deshidratarse. Da igual los grupos y los años que pasen, todos sueltan cantidades de agua en lágrimas suficientes para ahogar a un elefante.

–Tai, te juro que te estoy diciendo la verdad, por favor, tienes que creerme en esto, si no, no me creerás con lo que vi mientras seguía los pasos de Izzy.

–¿Qué? –Entre las sombras, algo se mueve dentro de la habitación. Un gemido sale de la boca de TK a espaldas de los dos conversantes y, apenas un minuto después, la linterna de Ken les apunta directamente a los ojos al mismo tiempo que la abandonada linterna de TK estalla del golpe que recibe de la puerta al cerrarse de un portazo.

Digimon Adventure: Última Noche [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora